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General: Celia Cruz la guarachera de Cuba sigue construyendo su leyenda
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 16/07/2013 04:10
 
 
Celia Cruz, diez años sin reina
 
  
Por Javier Herrero
Diez años han pasado desde la muerte de la “Reina de la Salsa” y señora del “azúcar”, Celia Cruz. Mientras tanto, el mundo sigue esperando a la dama que pueda ocupar el trono que dejó vacío aquella cubana eterna.
  
El 16 de julio del 2003 fue el día en que la escena artística se declaró “de luto”, como señaló la cantante boricua Linda Caballero, más conocida como La India y señalada por muchos como su más digna sucesora, aunque otros como Israel López “Cachao”, el creador del mambo, vaticinara que “a una gloria tan grande no se podrá sustituir jamás”.
  
Cruz falleció en su residencia de la localidad de Fort Lee, Nueva Jersey, por un tumor cerebral, en compañía del que fuera su esposo durante casi 40 años, el trompetista Pedro Knight.
 
Su despedida en Nueva York fue blanca y radiante a pesar de la lluvia, a la altura del apodo que lució en vida, el de “Reina de la Salsa”. Blancos eran los caballos que tiraron de la carroza con el ataúd hasta la catedral de San Patricio y blancas también las rosas que lucieron en su honor miles de seguidores a lo largo de la Quinta Avenida.
 
A la entrada a la catedral, la bandera de su Cuba natal, y dentro, cientos de amigos y personalidades rindiéndole tributo, como el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, los actores Antonio Banderas y Melanie Griffith, compañeros como Patti Labelle, Willie Colón, Rubén Blades, Tito Nieves, Paquito D’Rivera y Jon Secada, y el locutor Paco Navarro, que la bautizó “Guarachera del Mundo”.
 
“Subió muy arriba, pero nunca se distanció de su pueblo. No hacían falta escaleras para llegar a ella”, afirmó el sacerdote en una misa que acabó al ritmo del jubiloso La vida es un carnaval, su mayor éxito y también la máxima que siguió en vida, con sus altos tacones y pelucas multicolor.
 
Solo unos días después, otras 50,000 personas se despedían de ella como “símbolo de la Cuba Libre” en Miami al clamor de “¡Azúcar!”, su grito de guerra escénico.
 
Después viajaría a su lecho definitivo, un mausoleo de mármol blanco con su nombre y una puerta dorada con la letra “C”, en el cementerio Woodlawn, en el Bronx, el condado neoyorquino de la salsa.
 
Años después allí fue enterrado también su esposo, Pedro Knight. “Es un día triste, pero a la vez de alegría porque Pedro  se va con Celia”, afirmó entonces el productor Emilio Estefan.
 
Cruz inició su carrera artística tras ganar la final de un concurso radiofónico y, posteriormente, al sustituir a Mirta Silva como solista del grupo musical La Sonora Matancera.
 
En julio de 1960, el grupo salió de Cuba para actuar en México y Cruz nunca más regresó por su desacuerdo con el régimen castrista, iniciando un exilio de por vida que la hizo nacionalizarse estadounidense.
 
El régimen cubano no olvidó y, aunque la prensa del país se hizo eco de su muerte, consideró suficientes dos párrafos en páginas interiores para sintetizar la carrera de quien Chucho Valdés dijo que era “la sonera más grande que ha dado Cuba”.
 
Tras fijar en 1961 su residencia en Nueva York y grabar un disco con otra leyenda de la música, el puertorriqueño Tito Puente, el “Rey del Timbal”, firmó contrato con Fania, discográfica fundada para reunir a los músicos latinos en esa ciudad.
 
Durante los años siguientes, Cruz cantó junto a las grandes voces de la música caribeña, como Johnny Pacheco, Tito Gómez, Héctor Lavoe, Oscar D’León, Willie Colón, Olga Guillot y Rita Montaner, entre otros, y amplió su éxito en Europa y Latinoamérica.
 
Su actuación en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, en 1987, a la que asistieron 250,000 personas, fue registrada en el libro Guinness de los récords como la mayor congregación de personas en una plaza para asistir a un concierto.
 
En 1994 recibió de manos del entonces presidente Bill Clinton, la Medalla Nacional de las Artes de Estados Unidos, y en 1999 el Premio a la Herencia Latina de la Sociedad Americana de Compositores, entre los muchos galardones que logró en su vida, además de cinco premios Grammy.
 
Los reconocimientos no se detuvieron a su muerte. Libros, discos, exposiciones y hasta un musical han dado cuenta a lo largo de la última década del legado de la “Reina de la Salsa”.
 
Hasta siete álbumes se publicaron en los meses siguientes a su muerte, con ventas millonarias.
 
Además, se publicaron dos biografías, una relatada en primera persona, Celia, mi vida, y otra más controvertida, ¡Azúcar!, del periodista Eduardo Marceles, quien logró develar uno de los mayores enigmas en torno a su persona: su fecha de nacimiento.
 
“Celia era muy vanidosa con su edad. Siempre la escondía o la disfrazaba. En todas las crónicas que leí sobre ella había cualquier cantidad de fechas de nacimiento distintas”, explicó.
 
Según reveló Marceles, Cruz nació el 21 de octubre de 1925, en el Barrio Santos Suárez de La Habana.
 
“Fue una mujer valiente que tuvo que superar muchos obstáculos solo por el hecho de ser mujer, negra y pobre en un mundo musical dominado por los hombres”, indicó.
 
 
Traslado del féretro de Celia Cruz por las calles de Nueva York.
La carroza recorrió 30 manzanas en este último adiós de su ciudad de adopción.
 La cantante fue velada en la funeraria Frank. E. Campbell, la misma donde se rindió luto a Jacqueline Kennedy, Judy Garland o Rodolfo Valentino.
 
 
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 16/07/2013 04:43
 
Celia Cruz, diez años después
 
Jorge Posada
Vi a Celia Cruz en persona dos veces, y esos dos encuentros forman parte de los recuerdos más entrañables de mi vida.
La primera vez, estaba con mi mujer en un restaurante de Coral Gables y ella llegó acompañada por su esposo, Pedro Knight, y otras dos personas. Se sentó en una mesa al lado de la nuestra y al ver la sorpresa con que la mirábamos nos hizo un gesto de saludo con los ojos. Estaba vestida con una discreta elegancia y, no parecía la misma sin una de sus famosas pelucas, de todas formas Celia era inconfundible con su pañuelo azul enrollado en la cabeza, su porte de habanera y su aire inequívoco de vendaval. Mi mujer y yo quisimos respetar su privacidad y apenas volvimos a mirar hacia su mesa, pero no pudimos evitar escuchar lo que pidió: “Quiero picadillo, con arroz blanco y tostones. Y tráeme también una Materva”, le dijo a la camarera que la atendía.
 
La segunda vez que me encontré con ella yo estaba solo en una óptica de La Pequeña Habana y entró del brazo de una amiga y se puso a mirar las diferentes marcas de espejuelos y gafas. Al verla en una esquina de la tienda, una mujer que ya se iba le dijo desde la puerta: “¡Vaya, llegó la Reina!”. Celia Cruz supo que la única reina que podía estar en el lugar era ella, y buscó con la vista de dónde venía la voz. Muerta de risa, con la misma fuerza que lo vociferaba en un escenario, la saludó con el grito de guerra que ya la había hecho inmortal: “¡Azúuuuuuucaaa!”, y siguió comparando marcas. En ese momento pensé que más que una artista legendaria, Celia era el feliz resumen de todo un país.
 
Celia de la Caridad Cruz Alfonso nació en el barrio habanero de Santos Suárez el 21 de octubre de 1925 en el hogar pobre de Simón Cruz, que trabajaba como fogonero en los ferrocarriles, y de Catalina Alfonso, ama de casa. Con ella vivían sus tres hermanos, además de muchos primos. Entre las tareas domésticas que la pequeña Celia tenía que hacer estaba arrullar con canciones de cuna a los niños menores. Fue así como descubrió de una vez que le gustaba cantar y que ese canto era una vocación. Su padre quería que estudiase magisterio, y aunque trató de complacerlo, a la larga pudo más su gran pasión por la música y abandonó la carrera. Participó en diferentes concursos de aficionados tras cumplir los 14 años, y después que se matriculó en el Conservatorio Nacional de Música, cantó en salones de fiesta de segunda categoría y con diferentes grupos, entre ellos Las Mulatas de Fuego, hasta que en 1950 la oportunidad le tocó a la puerta.
 
Ocurrió cuando la cantante y compositora puertorriqueña Myrta Silva dejó la popular Sonora Matancera y quedó abierta una vacante para una voz femenina. Celia se presentó a las pruebas, en las que se impuso y fue elegida como parte de la agrupación. Debutó con el conjunto en agosto de ese año y a partir de ese momento se inició su Época de Oro con la Sonora, participando en programas de radio y televisión, viajando en giras y grabando sus primeros éxitos: Mata sigüaraya y Cao, cao, maní picao. Su potente y rítmica voz, unida al contagioso estilo del conjunto, les ganó enorme fama en Cuba y en toda América Latina, y empezó a armar una discografía que con el tiempo contaría con más de 20 discos de oro.
 
Como pasó con tantos artistas que tuvieron que irse de Cuba tras el triunfo de la revolución castrista en 1959, huyendo de la opresiva atmósfera y el tono cada vez más totalitario del regimen, Celia comenzó su exilió en una fecha tan temprana como 1960. Ese año, Celia y la Sonora Matancera firmaron un contrato para viajar a México y decidieron no regresar a la isla; un exilio que vivió el resto de su vida. En 1962, se estableció definitivamente en Estados Unidos y se casó con Pedro Knight, segundo trompetista del conjunto, que conocía hacía años.
 
Desde los años 1960 le aportó su autenticidad a las fórmulas renovadoras de lo que se dio en llamar salsa, y no paró de alcanzar un triunfo tras otro, convirtiéndose en un ídolo, alcanzando fama mundial y una lluvia de reconocimientos, como varios premios Grammys, títulos Honoris Causa de varias universidades y una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Intérprete simpática y chispeante, hasta el final tuvo una tremenda vitalidad.
 
A partir del 2001, Celia empezó a sufrir problemas de salud que con el tiempo se fueron agravando hasta que el 16 de julio del 2003, casi a los 78 años, murió en su casa de Fort Lee, New Jersey al cabo de una larga batalla contra el cáncer. A su lado estaban algunos amigos cercanos y Pedro Knight, su esposo de esos casi 40 años.
 
La muerte de Celia Cruz dejó conmocionado al mundo y, sobre todo, al exilio cubano en Estados Unidos. Para ellos no era solo la gran artista que popularizó el son, la rumba y la guaracha o la gran leyenda de la salsa; con su ritmo inigualable y su entusiasmo encarnaba, ante todo, los ideales del país que tuvieron que abandonar. En Cuba, sin embargo, el periódico Granma se hizo eco de la muerte de la artista con sólo dos párrafos en los que se la calificaba de “icono contrarrevolucionario”.
 
Sus restos estuvieron expuestos todo el día en la Torre de la Libertad de Miami. Ante ellos desfilaron miles de personas en una espontánea expresión de duelo popular. Luego fueron llevados a Nueva York, como ella lo había pedido, donde la ciudad entera le rindió tributo póstumo. Fue enterrada en un mausoleo en el Bronx que lleva su nombre.
 
Ahora, al cumplirse los 10 años de su muerte, el sello Sony Music saca, en edición limitada, una colección cuidadosamente remasterizada de temas de Celia, muchos del vasto catálogo del sello Fania® Record con el que la Guarachera de Cuba grabó la mayor parte de su magnífica música. Se trata de un proyecto en el que las diferentes afiliadas de Sony en Japón, Sudamérica y Europa aceptaron participar con entusiasmo y que saldrá a la venta el próximo 30 de julio. Son dos CD, cada uno con 15 canciones, en orden cronológico, desde sus primeros hits con la Sonora matancera hasta los últimos grabados para Sony, además de inolvidables exitazos como Quimbara y Cúcala, con Johnny Pacheco; Usted abusó, con Willie Colón; Burundanga, con la Sonora Matancera; y Soy antillana, con la Sonora Ponceña. La colección incluye un libro de 60 páginas, lleno de anécdotas, historias y recuerdos; con más de 70 fotografías de todas las épocas de Celia, muchas de ellas inéditas, otras poco vistas; todas presentadas con el consentimiento y la cooperación de su patrimonio. La colección es un verdadero deleite para coleccionistas y admiradores.
 
“Quisimos titularlo The Absolute Collection y no ‘Greatest Hits’ ni algo parecido porque nuestro principal interés era mostrar la influencia que ha tenido Celia con la Sonora Matancera en la música, y todo el trabajo que hizo con Johnny Pacheco, Ray Barretto y Tito Puente”, dijo Anthony González, curador de catálogos de Sony Music, quien supervisó y dirigió el proyecto. González contó con el invaluable apoyo de Omer Pardillo, quien fue manager de la artista, y en la actualidad es el director ejecutivo de la Fundación Celia Cruz, organización sin fines de lucro que creó en el 2002 y que ayuda a buscar becas para niños que estudian música y a mantener vivo el legado de la Reina de la Salsa. “La colección es como un minitour que abarca toda su carrera; como un vistazo rápido a toda su trayectoria”, agregó González.
 
Para la portada de la colección, González quería una foto que fuera intemporal, que tuviera un balance entre la Celia joven y la Celia madura, pero no lograba encontrarla. Entonces Pardillo le habló de una pintura de la artista cubana Zaida del Río, y en cuanto vio el extraordinario dibujo supo que era exactamente lo que buscaba: pura Celia con color, alegría y risa.
 
Las notas del libro que acompaña a los dos CD las escribió un experto en música latina, Tom Schnabel, de KCRW, en Santa Monica, California, autor de numerosos artículos y dos libros.
 
Celia Cruz emerge en esta monumental colección más grande que nunca. En los 30 temas que aparecen se alza su trepidante gracia y la parranda de su prodigiosa voz; 30 razones que explican su grandeza.
 
Desde hace muchos años Celia Cruz está al lado de los monstruos sagrados de la música popular; junto a Billie Holiday, Édith Piaf y Carlos Gardel; junto a Pedro Infante, Elvis Presley, Amalia Rodrigues y Beny Moré y Elis Regina: el imperecedero símbolo musical de una nacionalidad. Todo lo que cantó, todo momento que hizo suyo, toda la felicidad que regaló seguirá perteneciéndonos por los siglos de los siglos. Y nosotros, efímeros mortales, como Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en Casablanca, siempre tendremos a Celia.
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Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 16/07/2013 04:56
 
CELIA CRUZ
‘La Guarachera de Cuba’ sigue construyendo su leyenda
Diez años después de su muerte, Celia Cruz sigue grabada en el imaginario latinoamericano
  
foton
Celia Cruz, mito de la Habana
exiliada a Estados Unidos que ganó cinco Grammys y firmó más de 800 canciones.
  
“Existen tres tipos de personas: aquellas que se preocupan hasta la muerte, las que trabajan hasta morir y las que se aburren hasta la muerte”. No obstante, Winston Churchill, el mentor de la célebre frase, nunca conoció a Celia Cruz, quien le hubiera demostrado que es posible disfrutar de la vida hasta el acabose. Además, en ese hipotético limbo de los encuentros nunca consumados, La Guarachera de Cuba seguramente le habría demostrado que ella también ostenta una expresión tan universal como la del estadista británico, aunque literalmente más dulce: “¡Azúcar!”. Hoy, a una década de su fallecimiento, aún se añora infinitamente a la cantante habanera, lo que es una sensación angustiosa, pues su legado no hubiera sido el heraldo del que goza actualmente la música popular ya no sólo del Caribe, sino de la América entera, sin esa personalidad tan propia del tempero tropical: avasallante, impetuosa, cándida, dramática y seductora. Un huracán devastador de corazones insulares, los mismos que luego de experimentar su vendaval sonoro descubrieron la alegría.
 
A pesar de la dicha que irradiaba, Celia Cruz era una superviviente, pues anteriormente tuvo una cita con una de las formas más agónicas de morir: el destierro. Como si se tratara de una paradoja del destino, el 15 de julio de 1960 la artista, cuya pasión por la música fue más poderosa que la decisión de su padre de que fuera maestra de escuela, salió de Cuba junto a La Sonora Matancera, la orquesta que la disparó hacia la popularidad, con destino a México, sin imaginarse que no regresaría nunca más a su terruño, ni para actuar ni mucho menos para enterrar a sus padres. Y es que meses antes, Fidel Castro puso en marcha la Revolución cubana, de la que la cantante fue adversaria hasta el fin de sus días. Lo más cerca que pudo volver a estar de su gente fue en la base naval de la bahía de Guantánamo, en 1990, donde al bajar del avión se arrodilló, besó tres veces el suelo, se acercó al alambrado que divide a la instalación del resto de la isla, cogió un puñado de tierra, la metió en una pequeña bolsa, y, a manera de último deseo, pidió que lo vertieran en su ataúd.
 
Así que la máxima embajadora musical de la mayor de las Antillas, quien vivió básicamente en el oscurantismo cultural de su país, en el que se aceptó recién en los ochenta su condición de exiliada, pudo escucharse nuevamente en las radios cubanas el año pasado, cuando el gobierno de Raúl Castro levantó el veto que pesaba sobre ella, al igual que en otros 49 exponentes. Durante todos esos años, sus compatriotas nunca se enteraron de sus cientos de giras alrededor del mundo, de que fue la primera hispana y negra en presentarse en el Carnegie Hall, de su intervención en Los Reyes del Mambo y otras tantas películas, de sus cinco Grammy, y del Récord Guiness que estableció en 1987 en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, al convocar 250.000 personas, en el mayor concierto en una plaza abierta que se haya dado en la historia. O de sus colaboraciones con artistas que, pese a pertenecer a manifestaciones sonoras tan distintas, como Ricky Martin o Los Fabulosos Cadillacs, no podían disimular su admiración hacia su trayectoria.

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 16/07/2013 05:04
 
Celia Cruz, desde el cielo con su tumbao

 
Por LILLIANA VÉLEZ DE RESTREPO
La Reina de la Salsa. La Guarachera. La Leyenda de Cuba. De inmediato estos títulos traen a la mente a Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso de la Santísima Trinidad, mejor conocida como Celia Cruz, su nombre artístico.
 
También traen a la mente un sinfín de canciones y más de 80 discos grabados que se tradujeron en discos de oro y platino de esta cantante cubana de son montuno, guaracha y salsa, que desarrolló su carrera en Cuba, Colombia, Venezuela, México y Estados Unidos.
 
Hace 10 años, un día 16, partió a otra dimensión pero su voz y su legado siguen tan presentes que no se vislumbra quién pueda sucederla.
 
"No veo ninguna sucesora. Celia tuvo un tiempo y un espacio, entre otras, muy prolongado. Empieza en 1950 y va hasta el 2003 y fácilmente hasta el 2008 cuando siguieron saliendo cosas. Abarca un tiempo tan largo, una variedad musical tan grande que no veo que haya una artista con esa capacidad tan grande", afirma Julio Eduardo Ramírez, melómano, coleccionista y realizador de jazz en Latina Estéreo. Y agrega de manera contundente: "Sinceramente no veo sucesora. Y en el momento actual de la música, menos. Creo que ese trono seguirá vacío por mucho tiempo".
 
El escritor cubano Carlos Olivares Baró, residenciado en México, recuerda así la fecha de su fallecimiento el 16 de julio de 2003: "Diez años sin ¡Azúcar… ¡Bemba colorá… ¡El yerberito llegó… Celia Caridad Cruz Alfonso (Habana, ¿1921? – New Jersey, 2003), cubana hasta la médula, llevó -durante más de 50 años- a todos los rincones del planeta la sandunga de la Isla que la vio nacer. 22 Discos de Oro. 4 Premios Grammy. Cao Cao Maní Picao y Burundanga, sus primeros éxitos con La Sonora Matancera. Su vida, una larga guaracha sabrosona. Comenzó cantando un tango y terminó con una conga fusión timba/hip hop/reggaetón: la negra siempre tuvo tumbao. ¡Azúcar"…
 
Celia fue una mujer que trascendió durante 60 años con unas características muy especiales, "como la figura más importante de la música del Caribe en género femenino", recuerda Julio Eduardo Ramírez.
 
Y se suma a la descripción que hace Olivares Baró en el sentido de que le reconoce a ella su capacidad de adaptarse a innumerables géneros. "La comparo con el trompetista de jazz Mike Davis. El se fusionaba bien con quien fuera, y así era Celia: lo mismo funcionó con grupos como la Sonora Matancera que con los Fabulosos Cadillac. Tenía una capacidad impresionante para permear cualquier grupo o cualquier época con mucha facilidad".
 
Independientemente de reconocerle una potente voz y gran cadencia, Julio Eduardo la recuerda también por su "gran impacto mediático y una capacidad para llenar los escenarios como pocas personas lo hacen".
 
El éxito lo logró por la combinación de varias facultades, precisa Cristóbal Díaz Ayala, el gran historiador e investigador cubano. "Una potentísima voz de mezzo que no mermó con el paso de los años, un sentido musical y rítmico únicos, una disciplina férrea en su vida privada (no bebió ni fumó jamás) el carácter optimista, y un orgullo profesional de concertista de música clásica".
 
Al igual que expertos matanceros como Francisco Gutiérrez Barreto, Humberto Valverde, Orlando Oganes, Héctor Ramírez Bedoya, Humberto Corredor y Enrique Bolívar Navas, Díaz Ayala dice que Celia comenzó cantando tangos, como Nostalgia, de Cadícamo.
 
"Al principio de su carrera cantaba tangos, pasando después al género afro-cubano y definitivamente a todo el espectro de la música bailable cubana, desde el bolero hasta el son, pasando por la guaracha y la conga", afirma Cristóbal Díaz Ayala.
 
En el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, Díaz Ayala explica la carrera artística de Celia en dos etapas: hasta mediados de los años 70, cuando es conocida como "La guarachera de Cuba", y con notable éxito, es la encarnación de determinados géneros de la música cubana. Pero de ahí en adelante, a una edad en que la mayoría de los artistas están por retirarse, alrededor de los 50 años, se convierte en la reina indiscutible del movimiento salsero, incorporándose sin ninguna dificultad, a nuevos arreglos, a grupos orquestales de más fuerza, a nuevos hábitats (como conciertos al aire libre con miles de personas), a compartir con diferentes cantantes y orquestas continuamente, y a viajar vertiginosamente por todo el mundo, a cantar y bailar en el escenario, como si tuviera 20 años". La leyenda sigue viva.


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