Hoy dos de septiembre festejamos en todos los Estados Unidos, tierra vendecida por Dios y en la cuál tengo la suerte de vivir... y a la que he aprendido a amar con el tiempo.... Soy ciudadano de EEUU y ya la considero mi tierra,... gracias al dictador cubano Fidel Castro.
Para mi hoy no habran festejo ya que el principal jefe de mi trabajo a muerto y mañana voy a la funeraria a velar su cuerpo junto a mis compañeros de trabajo.. Pero la vida continua así que si me encuentro con fuerza para ir al cine por la noche vere la pelicula cubana, La noche..En fin que para adelante y para atras ni para cojer impulso, la vida continua hasta nuestro final.
Por Thomas G. Wenski
Labor Day, dia del trabajo, es un día festivo federal que se celebra en Estados Unidos el primer lunes de septiembre. Tiene su origen en un desfile celebrado el 5 de septiembre de 1882 en Nueva York organizado por los Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor). Inspirados en un evento anual similar realizado en Toronto (Canadá). En 1884 se realizó otro desfile y los Knights of Labor decidieron hacerlo anualmente.
Otras organizaciones, mayoritariamente las afiliadas a la Primera Internacional, preferían el 1 de mayo, fecha que rememora el inicio en 1886 de una huelga reivindicativa de la jornada laboral de ocho horas y que había llevado a la Revuelta de Haymarket de Chicago, tres días después, el 4 de mayo. El presidente Grover Cleveland creyó que el feriado del 1 de mayo seria una oportunidad para desórdenes. Por tanto, temiendo que reforzara el movimiento socialista, rápidamente en 1887 dio su apoyo a la posición de los Knights of Labor y su fecha para el día del Trabajo.
Desde entonces a diferencia de la mayoría de los países, Estados Unidos celebra el día del trabajo en una fecha distinta.
El Día del Trabajo, honramos a los trabajadores (y a las trabajadoras) y la dignidad del trabajo humano. En el plan de Dios, el trabajo no es un castigo por el pecado sino el medio en que hombres y mujeres participan en la obra de creación de Dios. Mediante el trabajo, buscamos satisfacer nuestras necesidades materiales y mantener a nuestras familias; pero mediante el trabajo, también tratamos de dar un aporte a nuestras comunidades. Como dijo hace poco el Papa Francisco: “El trabajo es fundamental para la dignidad de la persona... le da la capacidad de mantenerse, de mantener a su familia y de contribuir al crecimiento de la nación”. En pocas palabras, nuestro trabajo como participación en la continua creación de Dios promueve el bien común y refleja nuestra dignidad humana.
El trabajo debe fortalecer nuestra vida familiar, proporcionar recursos y respeto, beneficios y atención médica a las familias. El trabajo debe mejorar a nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra vida espiritual. El trabajo, digno de la persona humana, debe permitirnos y permitir a nuestras familias vivir con dignidad. En otras palabras, el trabajo debe ser honesto y decente.
Si el Día del Trabajo honra la dignidad del trabajo humano, hacemos bien en recordar que debido al desempleo y al subempleo, a millones aquí en Norteamérica todavía se les niega el honor y el respeto que proviene del trabajo decente. Muchas personas que ganan poco no tienen el trabajo decoroso que les daría los medios de resolver las necesidades básicas de sus familias. Aunque algunos anuncian el fin de la “gran recesión”, nuestra economía todavía no está creando una cantidad adecuada de empleos y, aunque sin esa intención, la Ley de Cuidado Médico Asequible (conocida como Obamacare) ha convertido al “empleo a jornada completa” en un objetivo cada vez más inalcanzable para miles de trabajadores. El estancamiento en el Congreso impide una solución racional y humanitaria a los millones de trabajadores inmigrantes irregulares cuya falta de permiso legal los hace vulnerables a la explotación y el abuso. Y la mitad de los norteamericanos con la suerte de estar trabajando ¡ganan menos de $27,000 al año!
Recordamos con agradecimiento las contribuciones históricas del movimiento sindical de nuestra nación para conseguir mejores salarios y condiciones laborales para los trabajadores de nuestro país. La enseñanza social católica apoya desde hace tiempo el derecho de los trabajadores a organizarse en sindicatos. Pero hoy los sindicatos y los empresarios que crean empleos pueden y deben ayudar a los trabajadores no solo a “obtener” más, sino a “ser” más buscándoles una mayor participación y una voz real en el centro de trabajo y en la sociedad.
Aun los que están en lo alto de la escalera económica, deben recordar que el propósito del trabajo es más que “recibir más”. Al tratar de alcanzar sus aspiraciones económicas, aun los relativamente adinerados pueden consumir tanto tiempo y energía en el trabajo, lejos de su familia y lejos de su hogar, que pueden descuidar la crianza de los hijos y el aporte a sus comunidades.
Debemos recordar la conexión entre nuestro trabajo y la santidad, entre lo que la mayoría hace para vivir: por ejemplo, nuestro empleo, y cumplir con el propósito de Dios para nuestras vidas; por ejemplo, nuestro llamado a la santidad. Ante los diversos escándalos ocurridos en años recientes en la Iglesia, en el mundo corporativo y en la política, debemos seguir oponiéndonos a lo que los obispos del Concilio Vaticano Segundo llamaron hace 50 años: “uno de los errores más graves de nuestro tiempo… la dicotomía entre la fe que muchos profesan y su conducta cotidiana”.
Sea cual sea nuestro trabajo o nuestra posición, la fe nos llama a cada uno de nosotros a moldear el mundo en el que vivimos y trabajamos. Sea cual sea el trabajo que hagamos, tiene un propósito moral: lo que hacemos da un aporte o detracta la creación de Dios y el bien común. Cada uno de nosotros debe “tomar la cruz” y vivir lo que nuestra fe enseña sobre la vida humana y la dignidad, sobre la economía y la justicia social, sobre la reconciliación y la paz. Estamos llamados a aplicar nuestros valores y nuestros principios morales en nuestras vidas y en nuestro trabajo. Si hacemos esto, el trabajo que hagamos será honesto y propio de nuestra dignidad como criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios; si hacemos esto, nuestra observación del Día del Trabajo significará más que el fin “oficial” del verano.
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