Antonio, el nadador: no estoy loco, todavía
Antonio Medina
Yo recuerdo que cuándo era un adolescente allá en mi tierra querida en la Habana, me iba todos los días a la playa la Concha a practicar natacion solamente con el sueño de poder irme para USA a nado, cosa que por fortuna no intente, ya que hubiera sido comida fresca para los tiburones.. Nada que desde niño siempre pense vivir en tierra de libertad sueño que logre a un precio muy caro.
La hazaña de la estadounidense Diana Nyad de cruzar a nado el estrecho de Florida, sin jaula de protección contra tiburones, reta al cubano Antonio Medina Castañeda, que por cincuenta y tantos años también persigue cruzar, las 110 millas, a nado.
Antonio posee el récord de más salidas ilegales fallidas, veinte, y se ha comenzado a preparar, “física y mentalmente”, en su casucha de la playa de Jaimanitas, con el fin de escapar de lo que él llama con insistencia “una gran jaula de castigo en forma de isla”.
Antonio reside a unos metros del mar. Se ha lanzado a cruzar el estrecho en todo tipo de artefacto: botes, balsas, tablas de corcho, una armazón de pomos plásticos vacíos amarrados con nylon de pescar dentro de sacos de yutes, incautado recientemente por la policía, hasta su famoso “submarino”, fabricado con tanques de aluminio y un motor de lavadora, proyecto que fracasó por no hallar la fórmula de almacenar el oxígeno.
La norteamericana le ha proporcionado una maravillosa idea de cómo “espantar la mula” (huir) sin necesidad de recursos. La construcción de corchos y balsas requieren de múltiples materiales: poliespuma, velas, madera, tornillos, brújulas, GPS, muy caros y difíciles de conseguir, que le han absorbido el poco dinero que ha ganado como zapatero durante muchos años, dinero perdido para siempre en naufragios.
Diana Nyad me dio la respuesta. No necesito nada. Solo nadar… y nadar… –dice, feliz del gran hallazgo encontrado en la primera plana de El Nuevo Herald, que me pidió encarecidamente le regalara, donde aparece una foto de Diana Nyad arribando a Smathers Beach, en los cayos de la Florida, con el titular “Nunca se rindió”, y añade que él tampoco se rinde; está seguro que esta vez lo conseguirá, en su intento vigesimoprimero.
Le explico que la hazaña de Diana no fue cosa sencilla. Necesitó una flotilla de cinco barcos, con un equipo de 35 especialistas, un traje isotérmico de neopreno, cremas especiales, un dispositivo que usó en la boca para protegerse del ataque de las medusas, médicos y nutricionistas que supervisaron su estado físico y su alimentación durante el trayecto.
Pero Antonio se ríe ante “todos los efectos especiales que usaron con Diana”. Dice que la filiación adquirida con el estrecho de la Florida en tantos intentos malogrados, es su pasaporte para llegar al otro lado. Su brújula será su instinto de fugitivo que siempre le dará el norte. Va a conversar muy en serio con los tiburones, para explicarle por qué huye de esta isla y cree que podrá sensibilizarlos con su “causa” y lograr que protejan en la travesía. La alimentación es lo que menos le preocupa, a veces pasa más de tres día sin comer nada, no precisamente por estar en el agua, ni a dieta. Y el agua potable, menos; hace más de cincuenta años que bebe agua mala por la única tubería que le entra de la calle.
Antonio toma como un buen augurio que la Marina Hemingway, de donde salió la Nyad rumbo a la gloria, le queda solo a unos pasos de su casa. Y dice que tal vez le pulverice el récord establecido este lunes 3 de septiembre, de 52 horas, 54 minutos y 1,6 segundos. “Cuando terminé de prepararme, ¡lo que va a salir de Jaimanitas rumbo a Miami va a ser un torpedo!”.