Drama de una familia cubana a ambos lados del Atlántico

Mientras exista la dictadura de la familia Castro los cubanos seguiremos
viviendo un drama triste y aveces con malos finales.
Maria Perez
Recostado en el suelo de su casa en el condado Palm Beach, Irey de la Piña pregunta por su celular si puede hablar con su hijo Harold, de 9 años, que vive en Cuba con sus abuelos maternos.
Durante meses, De la Piña ha rechazado autorizar que Harold salga de Cuba para ir a vivir en España con su madre, Tatiana González, de la que De la Piña está divorciado y que se casó en segundas nupcias con un ciudadano español. Asegura que antes quería reunirse con los dos y acordar un régimen de comunicaciones. Pero durante un año y medio, De la Piña no respondió a las llamadas ni a los mensajes que su ex esposa le dejaba desde Madrid.
Lo primero que Harold le preguntó a su padre el sábado por la noche fue cuándo iba a enviar el permiso para que pueda salir de Cuba. De la Piña le respondió que iba a llamar a su madre y que le daría su autorización.
Este podría ser el final de un conflicto familiar que ha mantenido a Harold viviendo en Cuba con sus abuelos durante meses y que ha sido objeto de una disputa en los tribunales de Cuba y España, en el consulado español en la La Habana y en las redes sociales.
“Yo sólo quiero que mi hijo viva conmigo”, dijo González, médico de profesión, de 35 años y quien se casó en el 2009 con Rafael Adámez. Desde el 2011 vive a temporadas entre Madrid, donde tiene un trabajo en una residencia para ancianos que le permitiría darle una vida mejor a su hijo, y Cienfuegos, donde viven Harold y sus padres.
“Mi hijo está loco por venir. Siempre que vuelvo a España me dice, ‘No te vayas, ¿cuándo vas a venir?’ ”, agregó la mujer en una entrevista telefónica con El Nuevo Herald desde Madrid.
González dice que De la Piña nunca se ocupó de su hijo, pero él asegura que, muchas veces, los abuelos maternos no le dejan hablar con Harold y que tiene miedo de que, si lo deja ir a España, no lo vuelva a ver. González dice que De la Piña llamaba muy poco a Harold, que nunca le han impedido hablar con él y que cuando su hijo esté en España, quieren que tenga una relación normal con su padre.
“Pensábamos que podrían comunicarse por Skype’”, dijo González. “En Cuba, casi nunca hay internet”.
El origen del conflicto
Los padres de Harold permanecieron casados en Cuba menos de un año. Se divorciaron en diciembre del 2004, cuando Harold tenía cinco meses. De la Piña emigró a Miami en el 2006 con sus padres y su hermano y nunca regresó.
De la Piña, de 27 años, dice que con un sueldo de $6 por hora y una nueva familia que mantener –tiene esposa y un hijo que cumplirá pronto dos años– sus ingresos no le daban para pagar un boleto de avión y visitar a su hijo. Ahora gana un poco más trabajando en una empacadora.
“¿Cómo es que él no tiene dinero y su hermano y su madre sí?”, preguntö González. “El hermano ha estado cincuenta mil veces en Cuba”.
En el 2012, González solicitó un visado para Harold en el consulado de España en La Habana, pero les pedían un poder notarial del padre autorizando la salida. González presentó un poder notarial que, le dijo al consulado, le echaron por debajo de la puerta. Pero De la Piña había enviado un correo electrónico al consulado en el que decía que no dejaba salir a su hijo, al menos hasta que se reuniera con él y con su madre y acordaran cómo iban a ser las comunicaciones.
El consulado de España denegó la solicitud de visa.
De la Piña dice que su madre se enteró por terceras personas de que González quería sacar a su hijo de Cuba y que luego su ex esposa empezó a llamarlo. González dice que sus padres le dijeron a la madre de De la Piña que necesitaban su autorización.
En los tribunales
González acudió a los tribunales cubanos para intentar quitarle la patria potestad a De la Piña, y poder llevárselo a España sin necesidad de su consentimiento. El tribunal provincial de Cienfuegos consideró probado que el padre incumplió las obligaciones de la patria potestad porque ni siquiera se comunicaba con el niño, pero consideró un castigo demasiado severo quitarle la patria potestad.
Ahora, González ha apelado en los tribunales españoles la decisión del consulado de La Habana.
En su demanda ante el tribunal de Cienfuegos, González dijo que el padre nunca había realizado ninguna gestión para dialogar o relacionarse con su hijo ni para ocuparse de su cuidado o interesarse por su salud. Dijo que nunca le pasaba la manutención, de 80 pesos –unos cuatro dólares– al mes.
Sin embargo, De la Piña afirma que siempre que su madre o su hermano visitan Cuba, llevan dinero y paquetes con ropa, zapatos y medicinas para Harold de parte suya. Dice que antes llamaba más a su hijo, cada mes, pero que en ocasiones sus abuelos no se lo ponen al teléfono y que ya llama menos. Dice que cuando aún vivía en Cuba, los abuelos maternos no dejaban que viera al niño.
González lo niega. Dice que cuando la madre de De la Piña ha estado en Cuba, lo vio sin problemas. Que ella misma llevó a su hijo de dos años al aeropuerto para que se despidiera de su padre.
Comunicaciones electrónicas
De la Piña mostró a El Nuevo Herald correos electrónicos del 2009 y el 2010 que intercambió con González. En uno de 2010, ella le da las gracias por el dinero que le envió a través de su madre, con el que le iba a comprar unos abrigos y una pulsera de oro. En el mensaje, la mujer afirma que Harold está muy contento “con todas las cosas y las confituras”.
En otro, especifica el tipo de medicinas que quiere que le mande a Harold, quien tiene un problema con sus pies. En el 2009, De la Piña le dice a González en un email que quiere que le tenga al tanto de todo: “Dime en qué escuela va a comenzar y si puedes quiero que me tengas al tanto de cómo le va y todo lo relacionado con sus clases”, dice el mensaje. “Eso sí que me interesa. Por lo demás siempre he estado tranquilo pues sé que está bien cuidado y que sus abuelos lo adoran”.
En muchos otros mensajes, se intercambiaron fotografías. Las comunicaciones empiezan a escasear en el 2011, año en el que González se marchó a España.
González afirma que él escribía correos electrónicos muy cortos, y sólo por obligación. Dice que llamaba como mucho cada mes y hablaba muy poco. “A lo mejor, 12 minutos”, dijo González. “Llamaba cuando se acordaba”.
Dice que De la Piña sólo mandaba 30 o 40 euros cuando su madre o su hermano iban a Cuba, algo así como una vez al año, que sólo mandó medicinas una vez, y que la ropa y los zapatos que traían se repartían entre todos los primos, que no había nada específico para Harold.
“Le mandaba igual cuatro camisetas y cuatro pantalones. ¿Y eso es amor de padre?”, dijo, desde Madrid, Rafael Adámez, el marido de González.
De la Piña aseguró que esta semana va a hacer todos los trámites para autorizar que Harold salga de la isla y reconoce que debería haberlo hecho antes.
“Al final, lo que importa es Harold, y él quiere estar con su mamá”, dijo De la Piña.
En España, todavía no están convencidos. Creen que De la Piña actúa así porque la historia se había hecho pública. El domingo por la tarde, González dijo que su ex esposo aún no la había llamado.
“Lo que tiene que hacer es ir al consulado ya. El que está sufriendo es el niño”, dijo Adámez. “Sólo queremos que Harold sea feliz y esté con su madre. Queremos que Harold tenga un futuro mejor”.