Vivir a Dios.
Acoger, es situarse inmediatamente delante de alguien, delante de una persona, es abrirle su espíritu y su corazón. Acoger el universo, es reconocer en el universo una Presencia, inclinarse alegremente delante de ella y dejarse llenar.
Detrás de todos los rostros humanos existe esta posibilidad de una sonrisa, de una luz, de un nacimiento, de una eclosión, de una renovación, de una revelación de Dios porque no hay alma que sea idéntica a otra. Cada uno de nosotros lleva un rasgo del rostro de Dios que el sólo es capaz de reconocer y de revelar. Cada alma tiene un secreto particular y cada alma es una revelación de Dios que es absolutamente insustituible. De lo que resulta que cada alma es un camino hacia Dios que no se parece a ningún otro.
No hay rostro que pudiéramos encontrar que no lleve en él esta revelación posible que tenemos que completar, que tenemos que actualizar, que tenemos que hacer presente, hoy, mediante nuestro respeto y nuestro amor.
Autor Maurice Zundel, in “Vivre Dieu“