Esto lo escribio Armando Pérez Roura, pero en este dia de acción de gracias
les puedo decir que por mis venas corre el mismo sentimiento de lo escrito por el autor.
Por Armando Pérez Roura Los muertos sin tumbas duelen más. Y aunque el olvido es planta que florece a orillas del sepulcro, el pueblo cubano cometería un grave error si se perdieran en el polvo del olvido los nombres de miles de compatriotas que han pagado un precio muy alto (el de dar sus vidas) en aras de la libertad de la patria.
El doloroso exilio, que con el tiempo va desgarrando el alma cubana, no ha podido borrar de nuestro espíritu ese quemante dolor que produce, vivir lejos de la madre amorosa que parece tiranía.
Yo quisiera, en esta columna, compartir con mis amigos lectores mis añoranzas, mis sueños y la esperanza del regreso digno a la madre patria, que nunca pensé que tendría que abandonar para refugiarme en tierras extrañas. Que aunque generosas y acogedoras, no son las que guardan en su seno las raíces que tanto me atan.
Desde lejos, hemos tenido que sufrir la mayor parte del genocidio que comenzó el mismo día en que, desde la Sierra Maestra, bajaron, cargados de escapularios, aquellos barbudos, que fueron recibidos en casi todos los hogares de pueblo y ciudades que veían en ellos una esperanza rectificadora.
Y que en verdad escondían, detrás de las cruces de Jesús, la cara del diablo que hizo posible la más grande tragedia de la humanidad en este siglo a punto de cambiar. Sócrates prefirió la muerte antes de romper las leyes de la vida de un exiliado.
Los cubanos hemos tenido que sufrir y derramar lágrimas de dolor, ante la indiferencia de un mundo que ha creído, a pie juntillas, las falacias del aparato marxista-leninista sobre aquella república.
República aquella, que si cometió un pecado capital, que fue el de experimentar con lo desconocido y emborracharse con las falsas promesas de un líder que ha destruido a la mejor nación de América en todos los sentidos.
Cuba está en ruinas; sus industrias están destruidas y no producen nada; la familia está más destruida aun que sus edificios, monumentos, y servicios públicos. ¡Todo está en ruinas! Tal parece ser parte de aquel paisaje alemán de fines de la guerra, donde, como zombis, los alemanes contemplaban la obra del “Fuhrer”.
Pero nuestro amor por ella es tan grande que la idealizamos bella, vigorosa y pujante; hecha de caña y ron, y con una sonrisa constante, como la que se retrataba en la cara de los cubanos cuando, llenos de esperanzas, teníamos el amor de la familia y la felicidad de vivir bajo su cielo azul cuajado de estrellas.
Los cubanos exiliados hemos vencido al olvido y nos hemos sobrepuesto al dolor, para mantener viva la idea de la libertad. Las tumbas de los mártires y de los familiares no quedaran sin flores, sin las flores del recuerdo que, a pesar de los años y la distancia, se encuentran vivas en nuestros indomables espíritus. Como decía “Langston Hurgues”:
“Tenemos el mañana Brillando ante nosotros Como una llama; Ayer es una cosa de la noche, Un nombre de ocaso Y la aurora es hoy”.
Sócrates no pudo imaginarse que una raza, muchos siglos después, iba a conjugar el carácter más noble con el espíritu más acelerado, para parir un ciudadano que –como el cubano- demostró al mundo que es diferente, capaz de enfrentarse a las peores adversidades, para lograr el regreso digno a la tierra que nos vio nacer y de donde fuimos extrañados por un tirano que puede compararse con los más sanguinarios del género humano. Somos hombres que prefieren morir: que se juraron desde el día primero de la noche que padece la isla esclavizada que “si solo queda uno (frente al tirano) serlo será un honor”.
Como uno de los dirigentes de la Unidad Cubana, se que todavía nos esperan pruebas dolorosas, pero necesarias, para sacar de raíz esa terrible enfermedad que solamente puede curarse con cirugía. Como me siento orgulloso de ser cubano, como conozco la historia de mi pueblo, estoy convencido de que la hora de la libertad se acerca, y que el precio será alto.
Estamos dispuesto y caminando. Si Dios nos concede ese privilegio (regresar dignamente) me inclinaré sobre la tierra cubana, para recordar a los mártires que prefirieron morir antes de doblegarse.