Sexo gay en los portales, los vecinos protestan
Por Alejandro Tur Valladares / LA HABANA, Cuba
José frecuenta, en las madrugadas, los alrededores de la Terminal de Ómnibus Provincial Cienfuegos. El lugar es propicio para el sexo: poca iluminación, poca gente, no hay policías. Cada esquina, rincón, portal o garaje ubicado en el barrio La Juanita, donde está enclavada la terminal, es transmutada por el deseo en improvisadas alcobas.
Todas las noches, José se metamorfosea cual crisálida en mariposa. Y sale a hacer el amor con hombres.
Uno de los problemas que afronta es que ya no cuenta con las posadas estatales, insalubres, pero al menos baratas. Su única opción para hacer el sexo son casas particulares que cobran un mínimo de 50 CUP la hora, poco alentador para su bolsillo de proletario. Además, están los prejuicios, no todos aceptan parejas gay en sus cuartos.
La necesidad es madre de la inventiva. Había que buscar. Y José y otros muchos gay de Cienfuegos encontraron la solución: hacer el sexo en oscuros rincones, en portales, bajo las estrellas.
José esconde bajo un vestido rojo de mujer su viril musculatura. La cosmética, la inyección de hormonas femeninas, los ropajes de mujer, hacen la perfecta transformación. Cuerpo musculoso de hombre en envoltura de mujer. José trabaja en una brigada de la construcción transportando hormigón en una carretilla. La rutina diurna le abruma. Ir, venir, volver a ir, sudar copiosamente, esperar a que concluyan las doce horas laborales para marcharse a la casa.
Ya en el hogar, otras causas agobian a José. Además de las carencias materiales de todos los cubanos, sufre la incomprensión familiar. Have poco que decidió “salir del closet” y revelar su identidad gay, o como a él le gusta decir, “su condición de Maricón”. Pero sus padres no lo aceptan. Y en el barrio, aún escucha insultos, padece repulsión.
Protestan los vecinos de la terminal
En más de una ocasión Annabell, residente de la calle 55 e/t 56 y 58 ha llegado a casa en horas avanzadas de la noche y encontrado que su garaje es ocupado por homosexuales que realizan sexo oral. Está visiblemente indignada.
En la mañana los residentes protestan en alta voz. Condones con esperma, charcos de orine o deposiciones son hallados frente a sus puertas o en los portales. A tal grado se ha elevado el disgusto de los vecinos que, por consenso, han enviado una carta a las autoridades policiales para que intervengan. La carta es explicita. Menciona las frecuentes broncas que se dan, cuando clientes insatisfechos, no quieren pagar por sexo.
José, o Josefina, como gusta se le nombre, aclara que no have el sexo por dinero, sino por amor, y que la mayoría de sus clientes son hombres casados. Asegura que no es de los que causan problemas, y que se cuida mucho de defecar u orinar allí donde pacta sus encuentros. El entiende los reclamos de los vecinos, pero replica que is realiza el amor bajo las estrellas no es por romanticismo, sino por necesidad.
“Is tuviéramos posadas donde meternos, no tendríamos que venir a la terminal”.