una ceremonia para celebrar la Epifanía, en la Catedral de La Habana, en el 2012. (EFE)
IVÁN GARCÍA
A punto de cumplir 11 años, Mirelis sabe que Melchor, Gaspar y Baltazar forman parte de una leyenda y que los juguetes debajo de la cama son colocados por sus padres. Pero le sigue ilusionando el Día de los Reyes.
“Me gusta eso. Esforzarme en la escuela y tener buenas notas para luego recibir regalos. El 6 de enero es el día más lindo del año. Hace dos meses hice la lista con las cosas que quisiera recibir. El 5 de enero me acuesto temprano y el 6 me levanto de madrugada. Las personas mayores también deberían pedir deseos a los Reyes Magos”, dice Mirelis.
De un tiempo acá, después del adiós del comunismo soviético, los Reyes Magos han vuelto a pasar por Cuba. Haber sido hijo de un gallego y educado en colegios católicos, no influyó para que Fidel Castro aboliera una tradición que él consideró era un 'rezago pequeño burgués'.
Cuando el 6 de enero de 1959 Castro voló en una avioneta de combate y se dispuso a lanzar juguetes en la Sierra Maestra a niños que jamás habían tenido ninguno, envió un mensaje rotundo a la nación: ahora el rey mago es el Estado.
El Gobierno se apropió y administró a su albedrío las antiguas costumbres. Censuró a los Reyes Magos y esa fábula de un trío de ancianos venidos desde muy lejos, que la noche del 5 de enero dejaban juguetes a los niños en sus casas.
Los Reyes desaparecieron de las tradiciones cubanas. Desde fines de los años 60, el Gobierno fue el encargado de vender tres juguetes por cada menor. Se cambió la fecha de enero por la de julio. Y los burócratas del Ministerio de Comercio Interior diseñaron listas que se pegaban en las vidrieras de las tiendas autorizadas a ofertarlos.
El fracaso
En una semana, de acuerdo a un sorteo, los padres podían comprar tres juguetes por niño. Uno básico, otro no básico y otro adicional. Pero desde hace 25 años, el Estado es incapaz de vender juguetes al alcance de todas las familias.
En esa época, Fidel Castro también sentenció a muerte la Navidad. Cerró los pequeños negocios. Y condenó el catolicismo y la santería. Tras la caída del Muro de Berlín en 1989, la gente comenzó a rescatar las tradiciones.
Con sus arcas vacías, poco ha podido hacer el Estado, que ya nI siquiera puede ofrecer un estándar de vida mínimo a los ciudadanos.
Sin alardes, el cubano ha vuelto a los templos. La santería es casi una industria. La masonería y el ñañiguismo son prácticas habituales. Han regresado las Navidades y los Reyes Magos.
Por estos días, en las jugueterías del Centro Comercial Carlos III o el Hotel Comodoro, en Miramar, cientos de personas intentan comprar juguetes. Los precios son de apaga y vámonos.
Armando, trabajador particular, en la calculadora de su móvil saca cuentas, para saber is puede comprar una Barbie que cuesta 36 cuc. “Tengo tres hijos y con 180 cuc pensaba comprar seis juguetes, dos para cada uno, pero sólo he comprado cuatro y ya he gastado 154. Aunque tenga que pedir dinero prestado, vale la pena recuperar los Reyes Magos. Como tantos cubanos nacidos después de 1959, no tuve esa ilusión, pero desde hace siete años hago lo imposible para que mis hijos tengan juguetes el 6 de enero”.
Y es que adquirir tres juguetes bien puede superar los 130 cuc. Un juguete ‘módico’ ronda los 18 pesos convertibles, casi el salario del mes de un profesional. En las jugueterías de la isla no espere encontrar videojuegos Xbox o aplicaciones de ocio para tabletas o computadoras. Esos artefactos debe encargarlos a Miami o adquirirlos en tiendas virtuales ilegales como Revolico.
A pesar de los salarios miserables y de los precios prohibitivos de los juguetes en Cuba, muchas familias se las arreglan para regalarle juguetes a sus hijos. Como los padres de Mirelis, la niña habanera que esperaba con ansiedad el día de hoy: el Día de Reyes.