En muchas iglesias evangélicas y ahora algunas católicas te dirán que efectivamente se puede cambiar; que con la ayuda de Dios y en todo caso una terapia adecuada, podemos dejar de ser homosexuales (aunque por lo general se cuidan de decir que te harás heterosexual, simplemente hablan de "dejar" la homosexualidad).
¡Y si finalmente no lo conseguimos es porque en realidad no lo quisimos o no tuvimos suficiente fe! Es decir la culpa es nuestra.
Pero ¿que creyente querría ser homosexual cuando siempre le han estado bombardeando con mensajes tales como que la homosexualidad es un grave pecado, que es abominable y contraria a la voluntad de Dios y que sólo le espera el infierno?
Prácticamente todos quienes hemos sido miembros de una iglesia tradicional pusimos justamente por eso todo nuestro esfuerzo en cambiar. No queríamos ser homosexuales, es más, nos sentíamos mal por experimentar atracción hacia las personas de nuestro propio sexo.
Sin embargo la ciencia junto con nuestra experiencia personal nos indica que ese cambio en realidad no es factible.
Nadie ha dejado de ser homosexual para convertirse en heterosexual. No existe un sólo caso debidamente comprobado. Entonces ¿Por qué siguen insistiendo obstinadamente en que se puede cambiar?
Por un lado, porque según su forma de leer algunos textos de la Biblia piensan que las relaciones homosexuales son pecado, creen y predican que la homosexualidad es simplemente una conducta y se niegan a reconocer el concepto de orientación sexual. Luego sienten la obligación moral de ayudar a los creyentes homosexuales a liberarse de ese mal, claro que sin medir las consecuencias.
Como resultado de su propio desconocimiento de la homosexualidad, pastores, líderes y hasta algunos terapeutas cristianos confunden “orientación homosexual” con “conducta” homosexual (desordenada y enferma) o “estilo de vida homosexual (como si existiera algo así... como si ser homosexual fuera inevitablemente algún tipo de cultura reprobable, como si todos los homosexuales viviéramos un único estilo de vida). De tal manera que si vos nunca tuviste -o has dejado de tener- relaciones con personas del mismo sexo, te dicen que entonces ¡dejaste de ser homosexual!...
Pero sabemos que eso no es cierto.
Por más que no tengamos relaciones sexuales, y aún que hasta nos hayamos casado con una persona del sexo opuesto, nuestro sentimiento de atracción homosexual sigue inalterado. Y eso nos hace sumamente infelices, nos rechazamos a nosotros mismos y rechazamos nuestros propios sentimientos. Como consecuencia nuestra autoestima se destruye y nos sumimos en la desesperanza y la frustración.
Algunas denominaciones cristianas creen ingenuamente que si uno se entrega a Cristo o se libera de algún espíritu inmundo será suficiente para dejar de ser homosexual.
Otras un poco más serias, saben que no es tan sencillo y recomiendan recurrir a algún terapeuta cristiano o, si existe cerca, a un grupo de recuperación de gays como aquellos afiliados a Exodo Internacional.
Estos ministerios conocidos como 'ex - gays' y las “terapias reparativas” que promueven algunos psicólogos (que no son reconocidas por las asociaciones científicas de nivel internacional como: OMS - Org. Mundial de la Salud - y APA - Asociación de Psicólogos Americanos - entre otras), son una prueba contundente de cómo puede torcerse y distorsionarse el poder de la ideología religiosa para tomar ventaja de las personas más débiles que deciden renunciar a su identidad sexual sobre la base del miedo y la culpa generados por un uso erróneo de la Biblia y por el discurso homofóbico de muchas iglesias tradicionales y fundamentalistas que les convencen que toda forma de homosexualidad es inevitablemente pecaminosa.
Los ministerios ex gays promueven la falsa esperanza de que los gays pueden "dejar de serlo" y adquirir una vida heterosexual (casandose y teniendo hijos) pero lo único que logran es producir individuos que no son más que actores que interpretan el papel de un individuo heterosexual. La persona puede llegar a sentirse bien y hasta convencerse de su rol, a tal punto que durante un tiempo a través de la fe y de la represión mental puede llegar a creer que verdaderamente ha “cambiado” pero al final la obra termina, cae el telón, el actor se quita la máscara y vuelve a su realidad que ahora resultará ser aún más angustiante que al principio (muchas veces ya está casado, divorciado, con hijos y atrapado en una teología irreflexiva).
Las promesas que realizan los ministerios ex –gays son falsas y sus programas son dudosos e inconsistentes pues nunca presentan pruebas fehacientes de sus resultados. Según nuestra experiencia las pocas personas que han logrado beneficiarse con estos ministerios son aquellos que mediante la fe han podido superar problemas de grave adicción sexual o droga-dependencia. Libres de esas adicciones destructivas—las cuales erróneamente culpan a la homosexualidad—estos individuos manifiestan sentirse mejor pero luego de un tiempo comienzan a percatarse que su orientación sexual en realidad no cambió sino que sigue siendo la misma.
La respuesta cristiana a nuestra orientación homosexual no debería pasar por negarla ni tratar de cambiarla, porque eso no sirve, sino que al contrario nos desgasta, nos angustia y aumenta nuestro conflicto de fe. La respuesta pasa por aceptarnos y comprender que en realidad la Biblia en ninguna parte condena la relación de amor y compromiso entre dos personas adultas del mismo sexo. Contrariamente a lo que nos han inculcado...
¡Las personas homosexuales podemos ser felices!
Estando en paz con nosotros mismos y con Dios, enamorándonos y formando relaciones estables, duraderas, maduras, sanas y adultas.