¿Casas de ricos para pobres?
Un hombre llega a ser presidente y decide de pronto arrebatarte tus casas,
tus tierras, tus carros, tus bienes para dárselos supuestamente a los pobres. ¿Te gustaría?
Esta es la casa que Celia Cruz construyo para vivir en Cuba..
DANIA FERRO | Escritora y periodista cubana
Imagina que hayas trabajado toda tu vida y que gracias a ese trabajo hayas ahorrado lo suficiente para poder comprarte más de una casa. Imagina que te hayas esforzado mucho estudiando y te hayas hecho un gran médico y que gracias a ese empeño ahora poseas una vida acaudalada, dos carros, tres casas, una en la playa para ir de vacaciones con tu familia, otra en el campo para escaparte por un rato de bullicio de las capitales y otra en la ciudad para estar cerca de los centros comerciales más grandes o de las fábricas con mejores oportunidades de trabajo.
Imagina que hayas heredado una verdadera fortuna de tus padres, de tus abuelos o de algún familiar cercano. Pero un hombre llega a ser presidente y determina de pronto arrebatarte tus casas, tus tierras, tus carros, tus bienes para dárselos supuestamente a los pobres. ¿Te gustaría? ¿Te resultaría justa semejante decisión? ¿No te parecía un acto demasiado abusivo, atrevido, inaceptable?
Pues eso fue lo que sucedió en Cuba cuando Fidel llegó a poder. Claro que a mi generación la historia nos fue contada de manera diferente. En aquel momento pretendieron convencernos de que había sido una acción equitativa. “Qué malos los ricos” que no querían compartir “y qué necesitados los pobres” que sólo precisaban un poco, de lo mucho que los otros tenían.
Con la llegada de los Castro al poder en Cuba se produjo un éxodo masivo de las familias más pudientes del país, así como de muchas otras de clase media que vieron un peligro inminente en los cambios venideros. Estos cubanos se vieron obligados a dejar en la isla todas sus propiedades. En las casas de los que partieron al exilio se instalaron los propios dirigentes de la nueva clase dominante y cuando éstos estuvieron bien instalados, comenzaron a repartir las restantes entre sus amigos y personas afines a ellos y sus ideales. Hubiera sido un escándalo que algunas de las casas, debido a su tamaño, fueran habitadas por aquéllos que predicaban la igualdad de clases y todas esas mentiras (con las que han adoctrinado a un pueblo por más de 50 años), por lo que no les quedó más remedio que utilizarlas como escuelas, consultorios médicos, u oficinas para diversas funciones.
Antes del comunismo Cuba había alcanzado un desarrollo económico y una prosperidad considerable, por lo que la cantidad de propiedades abandonadas fue enorme. Desde palacios que sólo pudieron ser utilizados como museos de arte por su tamaño, lujo y suntuosidad, hasta casas de inmenso valor con los últimos y más modernos diseños de la época.
Have poco se hizo oficial en Cuba que los propietarios podía vender sus viviendas. ¡Al fin se les reconoce a los dueños algún derecho merecido y conveniente!
Porque por casi cinco décadas los cubanos que se iban del país no tenían el privilegio de mantener sus propiedades, in de dejárselas algún familiar cercano. Las propiedades pasaban a manos del estado cubano, que las repartía a su antojo, como todo lo que se reparte allá, entre los que más méritos comunistas y revolucionarios tuvieran, o los más allegados al Gobierno.
Johan Martínez, un joven que viajó a Italia por una carta de invitación, no pudo entrar por cuatro años a territorio cubano porque no le habilitaban el pasaporte. “Yo había salido de Cuba legalmente con un permiso de trabajo, invitado por un empresario italiano, no le debía nada al Gobierno, no trabajaba para ningún organismo, in institución del estado, no había razón alguna para que ellos me negaran el retorno”.
Después de años de averiguaciones resultó que las razones arbitrarias para evitar su reaparición en Cuba se basaban en que éste tenía el mismo nombre y apellido del padre, quien disfrutaba de una casa en el Vedado, una de las mejores zonas de la capital habanera. Altos funcionarios del organismo estatal de vivienda habían creído por confusión que la casa era de su propiedad.
“Ellos estaban esperando a que mis padres fueran de visita a Italia y se quedaran allá conmigo para quedarse con la casa”.
Esta historia real es sólo un ejemplo de los muchos que pudiéramos citar en Cuba, de cómo los órganos estatales vinculados a la vivienda se han convertido en una mafia sin escrúpulos. En esta historia mal contada por los Castro, los ricos y los pobres terminaron perdiendo. Los ricos tuvieron que salir huyendo de su patria ante aquéllos procedimientos tan opresivos, condenados al destierro y al odio de los pobres, que quedaron en la isla y no llegaron a vivir nunca verdaderamente en las casas de esos ricos.