Por Robert Riber Señor enséña la ley, la ley del corazón, la que respeta al otro.
Una ley de amor que despierta y no una ley que vigila.
Concédememe el ver el sufrimiento de mi hermano sin negarme a mirarlo.
Concédeme el escuchar la llamada de mi hermano sin negarme a responder.
Concédeme el tomar la mano de mi hermano sin negarme a apretarla.
Señor enséñame tu ley.
Tu ley del corazón.
Tu ley de amor.
Perdón Señor por las faltas a tu ley.
Y sobre todo por la ley aplicada al pie de la letra.
Perdón por todas las leyes que han puesto al hombre de rodillas, las que lo han humillado, las que le arrancaron a su padre, a su madre, a su mujer y a sus niños.
Perdón por todas estas leyes inicuas, por estas caricaturas de la ley que todavía hoy dictan la ley.
Las que permiten castigar injustamente a causa del color de la piel, a causa de la extrañeza del nombre.
A causa de su orientación sexual. Perdón por todas estas leyes infames que todavía hoy por toda la tierra, en todas las naciones, civilizadas o no, crucifican al hombre.
Concédeme, Señor, el vivir alrededor de mí una ley que en tu nombre libere al hombre, una ley que ponga en pie al hombre.