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General: Estudiante ejemplar, latino, indocumentado y abiertamente gay
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 18/03/2014 15:35
Emilio Vicente sería el primer inmigrante indocumentado y gay en dirigir
el cuerpo de estudiantes de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, UNC
 
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La gran carrera de Emilio Vicente
Guatemalteco podría presidir consejo estudiantil en la Universidad de North Carolina

elPeriódico de Guatemala   La campaña para presidente del consejo estudiantil en la Universidad de North Carolina, en Chapel Hill, recién ha empezado y no se vislumbra nada inusual en el número de candidatos –cinco– o el hecho que dos de ellos pertenezcan a la agrupación Morread-Cain, uno de los centros académicos de mayor prestigio del país.

  Pero hay un giro imprevisto que ciertamente genera discusión, especialmente en un estado cuyos políticos han tomado un rumbo hacia la derecha. Uno de los candidatos es un indocumentado inmigrante que se identifica a sí mismo de esa manera. De hecho, está calificado como el más probable ganador de las votaciones.

  Su nombre es Emilio Vicente. Tiene 22 años y es parte de tres minorías: latino, indocumentado y abiertamente gay, expresó que salió en dos oportunidades del “clóset” lo que sumado a ser latino, lo colocó en una condición de ‘triple’ minoría.

   Él llegó a los Estados Unidos desde Guatemala cuando tenía seis años, su madre lo cargó entre alambre espigado hasta Arizona, y él recuerda estas experiencias. (Recuerda el chillido de una mujer que viajaba con ellos a quien le jalaron el pelo). Y él floreció en Estados Unidos, sus méritos lo hicieron acreedor de la beca privada que necesitaba para Chapel Hill, de donde es miembro.

  Yo me junté con él el domingo, (26 de enero) y también con su equipo de campaña. Se les notaba lo concentrados que estaban en enfocar sus esfuerzos para recolectar para el martes 1,250 firmas para una petición. Emilio llevaba más de 2 mil. La elección es el 11 de febrero, con la necesidad de un desempate que deberá realizarse una semana después.

  Su victoria sería un parteaguas, no solo localmente sino tal vez a nivel nacional, y sería una oportunidad, según sus palabras, “de cambiar la narrativa de lo que significa ser un indocumentado”. Sería una reivindicación, también, y eso queda claro en su sitio de campaña. Bajo la pregunta de “inspiración”, se lee “mis padres por sus sacrificios”.

  Su padre arribó a Estados Unidos ilegalmente en 1992. Él y su madre lo siguieron en 1997, viajando a través de México por tren, en un vagón de carga. “Estoy bastante seguro que fue un tren para ganado, porque yo podía oler el estiércol”, dijo. Desde Arizona se dirigieron a Soler City, N.C., donde su padre desplumaba gallinas en una planta de animales de corral. Su madre obtuvo un trabajo ahí también.

  “Ellos regresaban del trabajo y me mostraban sus manos ampolladas”, recuerda Emilio. “Y ellos decían, `Tú no quieres esto’”. Realizaba las tareas de la escuela, a pesar de lo difícil, en parte por la poca educación que sus padres recibieron y porque prácticamente no hablaban inglés. Se mantuvo fuera de problemas, cuidando de no llamar la atención hacia su familia.

  Las cosas se complicaron. Su padre, quien había conseguido un nuevo trabajo en un aserradero, quedó paralizado en un accidente laboral y decidió regresar con sus familiares a Guatemala, la madre de Emilio partió con él. La decisión quedó en manos de Emilio, entonces de 15 años: unirse a ellos o permanecer en Soler City con un hermano mayor, que se las había arreglado para mantenerse en Estados Unidos.

  Era el himno de Estados Unidos el que Emilio cantaba y que reconocía. Pensó en el futuro y en las manos de sus padres. Se quedó.

  No ha visto a sus padres en siete años, porque él no puede volver a entrar al país si sale. No tiene papeles, no tiene estatus legal.

  Si el Gobierno normalmente no se hace de la vista gorda en los jóvenes como él, estaría en riesgo de una deportación, pero no tiene miedo de ello, especialmente desde que el presidente Obama en 2012 otorgó un plazo de dos años renovables a los jóvenes productivos sin historial criminal, permitiéndoles, por ejemplo, trabajar legalmente. Emilio está aplicando a un trabajo. 

  Pero, un cambio en el Gobierno podría terminar este programa. No incluye ninguna tranquilidad durable, no del tipo ofrecido por el estancado Dream Act, el cual crea un camino hacia la ciudadanía para muchos inmigrantes quienes fueron dejados aquí por sus padres, que no tienen la culpa por sus cruces ilegales, estudiaron en EE. UU., y están ansiosos por prestar sus habilidades para este país.

  Las leyes federales y estatales son confusas contradicciones. Como un inmigrante indocumentado, Emilio puede asistir a Chapel Hill, pero tiene que ser considerado como extranjero y pagar matrícula como tal. Él es inelegible para ayuda estatal o federal. Para su suerte, su beca privada cubre el costo total. Su involucramiento en actividades en el campus, ha dicho, son su forma de decir gracias y regresar lo que ha obtenido.

  Los republicanos en Washington, quienes han sido un obstáculo para la reforma inmigratoria, están a punto de develar algunas nuevas propuestas, las cuales, según se informa, lidiarán con los perversos limbos en donde se encuentran los jóvenes inmigrantes.

  Esperamos eso, porque si nosotros, como país, no estamos preparados para abrir nuestros brazos y lugares de trabajo para los combatientes como Emilio, entonces nosotros somos insensibles. Nos auto derrotamos. Somos tontos.

  Pero, mientras el Congreso oscila sobre su grado de bienvenida en América, estudiantes aquí en Chapel Hill están haciéndose una pregunta más elegante, más iluminada. ¿Él ( Emilio) representa lo mejor de nosotros, y debería ser nuestro líder?

* Traducción libre del artículo de Frank Bruni en el New York Times publicado el 27 de enero pasado

                                                      *Fuente: elPeriódico de Guatemala



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