Una de las emociones que viví el pasado fin de semana, durante el concierto Pura descarga, junto al maestro Meme Solís y cantantes muy admiradas y queridas por mí, donde se rindió tributo a la noche habanera, a mi gran amiga Olga Guillot, mi también amiga Elena Burke, a Moraima Secada, La Lupe y a Bola de Nieve, a los que tuve el honor de conocer en diferentes momentos de mi carrera, estuvo el encuentro con una gran artista cubana a quien admiro, respeto y quiero, a una estrella nuestra que siempre fue Amiga y Compañera de labor, más allá de los fanatismos y horrores de una época quebrada de tanta desfachatez, violencia y bajeza.
Aprendí a admirarla por su versatilidad descomunal, su temperamento, por la intensidad de su trabajo. Tenía además de su programa semanal en vivo donde estrenaba cada semana 3 canciones y repetía otros 4 o 5 temas de su inmenso repertorio -los que conocemos ese trabajo sabemos que implica escoger la canción, montarla, ensayarla y luego grabarla en condiciones nada cómodas, casi que un LP al mes durante años-, reciclaba con diseños y adaptaciones que se le ocurrían a ella el vestuario para aparecer diferente a pesar de ser las mismas telas viejas, ensayaba coreografías con el Ballet de la TV y una gran producción final en cada programa, ya fuera una escena de La Viuda Alegre, La casta Susana, Cecilia Valdés, una rumba en un solar cubano o un pasaje de Porgy and Bess, de Gershwin (cada uno de esos finales de su show semanal era un derroche de energía y disciplina, más allá del talento, impresionantes).
A la vez ensayaba y actuaba casi cada 2 meses en un teleteatro (Morena Clara, La Loba, La Rosa Tatuada, Los Delfines, Dulce Pájaro de la Juventud, etc.), donde había que aprenderse de memoria aquellos textos complicados y larguísimos -en Cuba no se usaban los apuntadores electrónicos y ni vídeo tape, al duro y sin guante- y recorría una gama impresionante de roles diferentes y de gran envergadura (en algunos de esos trabajos tuve la satisfacción y el honor de trabajar con ella). Por si fuera poco ese tren, sin promotores, ni productor, manager, ni publicista, ni asistentes (todo eso ya había desaparecido cuando la conocí), hacía temporadas en el Teatro Lírico bajo la dirección de Don Miguel de Grandy en zarzuelas y operetas memorables, trabajaba en los carnavales de todas las provincias y en presentaciones en Tropicana o en temporadas completas en El Internacional de Varadero, El Parisién y El Capri. (Hasta la cinta Se Permuta, el ICAIC la tuvo vetada, pues el director de la empresa, Alfredo Guevara, pensaba que ella, tal vez de las poquísimas figuras cubanas con experiencia cinematográfica -había protagonizado en México una veintena de películas- consideraba que ella no era ni cubana ni representativa de la Revolución).
Nunca nadie trabajó tanto y sin descanso, como aquella mujer; quien jamás llegaba tarde ni se valía de su fama para atropellar a colegas o sacar ventaja junto a las demás compañeras cantantes a las que trataba con respeto y cariño. Muchas veces la vi llorar fuera de escena cuando trataban de eliminarla por ser "representante de la burguesía", no representativa del arte revolucionario, varias veces trataron y a veces lo hicieron, de cancelar su show de TV. Muchas veces ensayé en su casa con ella, pasamos letra en su cocina y vi cómo después de tanta fama y éxitos vivía sin ningún privilegio ni riqueza, con lo que le quedaba del capitalismo.
Igualmente supe como rompió lanzas por compañeros en desgracia y se arriesgó a defenderlos. Recuerdo una noche en un ensayo alguien se le acercó con la insidia -nunca faltan- de que Martha Strada, vetada en radio y TV estaba cantando con su arreglo "robado" La Balada para un loco, en el Teatro Musical. Ella se volvió y respondió mirando a los ojos de la intrigante: "Yo se lo di, ella es una gran artista que ahora no la está pasando bien y merece nuestro apoyo y toda la ayuda", así hizo muchas veces, como cuando apresaron al gran director Roberto Garriga para quitarle su apartamento y le inventaron mil delitos, ella fue de las que junto a Raquel Revuelta y Odalys Fuentes fueron a declarar en su favor, como cuando sólo ella y Elena daban crédito a Meme Solís ya vetado por querer irse del país, pues no hay sistema por oprobioso que sea que destruya los buenos sentimientos ni la dignidad de los seres buenos.
Más allá de cualquier cuestionamiento por haberse quedado en su país, junto a su anciana madre y su tía, también anciana, y por no haberse ido al exilio, como seguramente pensó alguna vez, más allá de cualquier "evaluación" de esa decisión personal que no soy quien para cuestionar, sopesar ni criticar, puedo decir con la honestidad que me caracteriza que yo amo a Rosa Fornés, su talento, su profesionalismo y su calidad como hija, madre, esposa y compañera de profesión y le agradezco sus buenos ejemplos escénicos, su cariño, humildad y apoyo, su inmenso respeto al público y a su profesión. Por eso me emocioné mucho cuando fue a saludarnos al camerino con su andar dificultoso y sus bellos 91 años. Nos abrazamos y, entre lágrimas sinceras, me dijo palabras muy sentidas y estimulantes.
He tenido la dicha inmensa de trabajar con grandes de nuestra escena, en Cuba y en el Exilio, esta es una de ellas. Gracias Rosa por tanta alegría, brillo y esperanza que le diste a mi generación. Gracias por tu arte tremendo y por tu entrega como gran ser humano que eres. (Gracias Felipe Couso por la instantánea, sin tu amabilidad no hubiera podido testimoniar este instante). Un abrazo familia. 28 de marzo de 2014