Todo por “la pasta”
Un grupo en la calle esperará al chofer para matarlo Violencia verbal y física aterran a viajeros de la ruta hacia Playa Baracoa, en la capital.
Por Frank Correa | LA HABANA, Cuba | Cubanet En este país apenas hay manifestaciones políticas en la calle, pero sí una guerrita entre cubanos, con mucha violencia verbal y física, engendradas por las carencias y los interminables caminos sin salidas.
El pasado jueves, dentro de un tumulto que me subió a empujones y preso de una gritería solo comparada a la de un manicomio, logré montar en un ómnibus 420, que cubre la ruta Paradero-Playa Baracoa. Nos ubicamos como sardinas en lata, a veces molestando al que iba sentado en el asiento.
En la acera quedaron muchos intentando subir.
Un camión particular del Mariel llegó a la parada y le tocó el claxon a la 420, para que se moviera. El chofer de la guagua gritó que no se iba a mover de allí, porque tenía que ingresar 465 pesos al paradero, y para eso había que llevarse la guagua llena.
Hubo protesta entre la multitud, porque ya no cabía nadie más…con el calor, la apretazón. Se estaban retrasando para llegar a sus faenas. El chofer les gritó:
-¡Me da lo mismo!
Era un hombre de cincuenta años, de piel muy blanca, casi roja, tan gordo que apenas cabía en el asiento. Estaba enfurecido con la empresa, que le había asignado una tarifa a recaudar considerada injusta. Descargaba su ira con el pueblo.
La demora del ómnibus en la parada se volvió un fastidio. Le pidieron al chofer que arrancara de una vez. Entonces gritó:
-¡Ahora, si quieren, bájense! – y cerró la puerta.
Dos jóvenes que intentaban subir recibieron un portazo y le reclamaron con palabras duras. El chofer les gritó:
-¡Ahora, por mi p…. , se van a quedar abajo!
Dentro de la guagua, las mujeres que llevaban niños exigieron que cuidara su lenguaje, pero el chofer arremetió con palabras más fuertes.
Uno de los jóvenes cogió una piedra y apuntó contra la guagua. La conmoción fue tremenda. Las madres se tiraron al suelo con los niños y varios hombres saltaron a la calle por las ventanillas. El chofer abrió la puerta e invitó a los muchachos a subir al ómnibus, a pelear, y la guagua entera le rogó que cerrara la puerta para que no subieran.
El otro joven también cogió una piedra y amenazó con romper los cristales. Otra vez el pánico de madres protegiendo a sus hijos y hombres por las ventanillas saltando a la calle. Fue el momento cuando el chofer sacó de debajo de su asiento un extintor, y realizó un ademán de abrir la válvula y soltar un chorro de gas.
Hubiera querido transmitir este suceso en vivo. Tal vez con la noticia en movimiento contribuiría más con la imagen de los malos modales en la sociedad cubana, protagonizados por dos jóvenes con piedras amenazando un ómnibus repleto, y un chofer indispuesto con la empresa, con un extintor que tal vez sí funcionaba.
El choteo, esa arma del cubano que medio siglo de comunismo no han logrado desterrar, se impuso finalmente. Chistes, chiflidos, burlas y risas de la gente hicieron que el chofer guardara el extintor, cerrara la puerta y arrancara. No sin antes gritar a los muchachos que los cogería más tarde.
Los muchachos le contestaron desde la acera:
-¡No te preocupes, viejo, que te vamos a sorprender una de estas noches, cuando regreses de Baracoa, y te vamos a coser a puñaladas. Ahí mismo, en tu asiento!
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