“Es lo que vino y es lo que vendo”
Los carniceros nunca pierden. Agentes del orden dan la espalda.
Clientes en fila no tendrán más remedio que llevarse la carne podrida
NADA NUEVO, HAY QUE TENER EN CUENTA QUE LAS NEVERAS SON DE LA EPOCA 60 Y DE LOS APAGONES DE LUZ QUE OCURREN
Rafael Ferro | PINAR DEL RIO, CUBA | Cubanet
Ocurrió en esta ciudad. Un grupo de personas protestaba en el parque del mercado, porque les estaban vendiendo carne podrida. El policía que pasaba se detuvo, quizás con la intención de esperar el desarrollo de los acontecimientos. Un señor de mediana edad que vestía una bata blanca salió para dar una explicación. La bata estaba manchada de sangre y algo mugrienta. Por el aspecto, el tipo parecía un cirujano en campo de batalla.
-Señores, eso es lo que vino, y eso es lo que yo vendo- dijo.
Hubo un murmullo de desacuerdo entre la muchedumbre.
-Ustedes los carniceros nunca pierden-, gritó una señora que se cubría del sol con un periódico.
El hombre de la bata sucia entró al establecimiento sin hacer ningún caso a lo dicho por la mujer del periódico.
-Esa inmundicia nada más se la venden al pueblo. Los que dirigen en este país no se comen eso–, gritó en voz alta un señor que se apoyaba en un bastón.
El policía lo escuchó y caminó hacia el señor. Todo el mundo estaba callado, esperando lo que podía suceder. El uniformado miró por unos instantes al viejo del bastón y después les dijo a todos:
-Señores, si no van a comprar la carne, váyanse, pero no me formen protestas aquí. Arreglen el asunto con las autoridades competentes.
Rompieron carcajadas sin dejar terminar al agente del orden. La señora del periódico, con algo de desfachatez, dijo:
-Eso de las autoridades es por gusto, guardia. Aquí todo el mundo sabe que los que mandan se limpian con lo que dice el pueblo. Usted debía saber eso, aunque tenga uniforme, es cubano también y recibe lo mismo que nosotros.
Nadie dijo nada, salvo dos o tres que hicieron un murmullo casi imperceptible apoyando lo dicho por la señora. La expectativa general era conocer la reacción del policía.
-Hagan lo que ustedes quieran, caballeros -dijo él, quitándose la gorra para secarse el sudor de la frente-. A fin de cuentas, a mí no me pagan para resolver estos líos.