Descemer Bueno es el fenómeno musical cubano del momento. Sus temas resuenan por todas partes. Nada amenaza con ofrecerle resistencia a este pícaro de las melodías contagiosas. Ni siquiera el reguetón y su perreo indecente, ritmo-insignia del pueblo uniformado, harapiento e inconforme. Bueno consiguió plantarse ante las desafiantes rimas que inundan las calles (de un extremo a otro de la Isla) sin meterse con nadie. Mucha gente prefiere embriagarse con "un bolero que te cierre la herida", en nombre de cuidar la factura de una canción atractivamente digerible.
Según el cronista musical Rafael Lam, el mérito del compositor reside en imprimirle vigor a la cancionística después de casi veinticinco años de letargo. Porque hubo una época en que los coros y tumbaos de "los metales del terror" fulminaban a las somnolientas canciones de la Nueva Trova y sus mansos epígonos.
Descemer Bueno formó parte del éxodo musical durante los oscuros años 90 que probó suerte en diversas partes del mundo. Así dio tumbos por España y Estados Unidos hasta anclar en su "hermosa Habana", ciudad que lo acogió para ser recreada con una mezcla de nostalgia y espíritu positivo. Descemer es un talentoso buscavida que se atrinchera en una "burbuja apolítica", gustoso de satisfacer las exigencias de la masa y el poder con el fin de atrapar al público.
El veneno contestatario es un antídoto demasiado efímero, temerario y elitista para este seductor de multitudes.
Las letras de este bajista y arreglista insisten en poetizar el encanto de las bajas pasiones, esa búsqueda constante del goce carnal donde la tiranía del corazón impone sus reglas. Pero Descemer no es tan llorón como Carlos Varela ni tan ambiguo como los trepadores de Buena Fe. Carente de una voz potente y afinada, Bueno apeló al recurso de trabajar con intérpretes de puntería como Xiomara Laugart, Gema Corredera o Kelvis Ochoa.
Uno de sus aciertos fue rescatar del olvido a Fernando Álvarez. Sé feliz (2008) resultó el último disco que grabó Álvarez antes de morir en 2002, gracias al empeño de revitalizar un género tan sencillo y complejo como el bolero. Descemer logró que un clásico del bolero-son al estilo oriental renaciera como un ave fénix.
"Bailando" es el último impacto de este colaboracionista musical. Un tema concebido para un tropicalizado e impostado Enrique Iglesias y los reguetoneros de Gente de Zona. El video-clip dirigido por el fotógrafo Alejando Pérez revela el espíritu performático del caribe urbano. Sublimación de una imagen que interrumpe el sonido de un carro patrullero tras la huella del baladista español y una joyita cubana, flirteando en medio de un túnel. Lo curioso del pretexto dramatúrgico es sustituir a la mulata (estereotipo del invento cubano) por una chica de tez blanca y estudiados movimientos danzarios.
"Yo quiero estar contigo, vivir contigo/ Bailar contigo/ Tener contigo una noche loca/ Con tremenda nota/". Estas son estrofas del acontecimiento musical que invade la radio y televisión del patio, como signo de que nuestra música bailable se mantiene saludable. De esta manera, la banalidad cómplice volvió a escalar los primeros lugares de la Billboard.
Bueno, entre reguetoneros y repatriados sin aura
El reguetón es un espejo que refleja la crudeza de la sociedad cubana. Tanta pudrición que arrastra (carterismo, prostitución, drogas…) es directamente proporcional a su rentabilidad financiera. Solo los necios acatan el rumor de que la nomenclatura gubernamental pretende borrar al reguetón del mapa cultural. En este caso, lo más evidente es una "persecución regulada" como "medida cautelar" hacia todo cuanto relacione ética y corrupción. Una cuestión política-económica antes que artística-musical.
El nivel de chabacanería y agresividad vigente convierte al reguetón en símbolo de identidad nacional. Los dicharachos marginales de NG la Banda o ciertos estribillos eróticos de la Charanga Habanera (tan impugnados durante el llamado boom de la salsa en los noventa) parecen rondas infantiles. Basta asistir a un concierto de Chacal & Yakarta en el Salón Rosado Benny Moré de la Tropical, para valorar el saldo de la batalla por la educación y cultura en la Cuba profunda de "los humildes y para los humildes".
Desahogo vulgar, glamour callejero, reconocimiento en la farándula hispana y en los órganos de prensa locales. ¿Quién se resiste ante semejante número de ilusiones encerradas en una canción pegajosa? Un mago de la fusión como Descemer Bueno está destinado a personificar un emblema del romanticismo underground. Variante de catarsis melancólica que sirve de terapia a cuantos necesitan evadir la realidad.
Perder la cabeza y mover caderas por un mundo de fantasía controla una escena musical que palidece entre repatriados vaciados de aura como Isaac Delgado y Manolín "el médico de la salsa", la agonía del rock o el rap (al compás de la novísima trova envejecida) junto a desapariciones de peso como la del francotirador de la timba Juan Formell.
La perspicacia comercial destronó a las utopías redentoras del arte comprometido en Cuba. No es casual que el activismo del cantautor independiente Boris Larramendi se considere una locura fuera de lugar. El milagro de la sobrevida como ansia de confort deviene emergencia colectiva. Alguien pondría en duda esta sospecha que verificamos a cada paso de baile ejecutado en la coreografía social que nos rodea.
'Bailando' con Enrique Iglesias, Descemer Bueno y Gente de Zona