Cuba no es China (mundo aparte, poderoso y rico) que
ha podido sacar partido a la ambiciosa inversión de capitalistas financieros
Cuba no es China , yo diria que es otro mundo en la edad de piedra
Por Ángel Cuadra
Mucho se ha comentado sobre las llamadas reformas o aperturas económicas en el régimen castrocomunista, en esta etapa bajo el mandato del “presidente heredero” Raúl Castro. La justificación oficial de esas medidas (más licencias para trabajos por cuenta propia, pequeños restaurantes domiciliarios llamados paladares, etc.) ha sido para flexibilizar, dándole unas mayores posibilidades. Pero, en el fondo, la realidad es el fracaso del sistema comunista en el terreno económico. Y no ha quedado más remedio -como tabla de salvación- que echarle mano a algunas que otras formas del “odiado” capitalismo. Pero, desde luego, con mucha cautela y con las riendas no muy largas, en las manos del Gobierno.
Bajo tales condiciones, el régimen ha anunciado una serie de resoluciones para regular las actividades de las empresas estatales, concediéndoles una especie de autonomía, ¿en sus funciones de libre empresa? ¡No!, en sus relaciones con el Estado primordialmente, en una administración “menos vertical”. O sea, menos del control del Gobierno central. De modo que, una vez cumplida la meta fijada por el Gobierno, las empresas (no todas) podrán disponer de los excedentes de ese compromiso fundamental, disponiéndolo a otros renglones del campo propio de su actividad.
El objetivo, según recoge la prensa internacional, es hacer un poco más “independiente a la empresa estatal socialista.
Eso nos recuerda -pero con mucho menos autonomía ejecutiva- aquella variante socialista en la Yugoeslavia bajo la dictadura de Tito, en la que se constituyeron empresas autogestadas, las cuales habían echado mano, pero con más audacia y desenfado, a mecanismos capitalistas. Aún dentro de la estructura sociocomunista, cabe el vocablo. El régimen no puede dar mucha rienda a esos tanteos y proyectos que se están ensayando, riendas que amarra “a lo cortico” –como se dice- para poder conservar, bajo cualquier modalidad accesoria, el control del Estado, el poder.
Esa revisión de las empresas estatales es como un mecanismo circular: todo parte de, y regresa a, el Gobierno. Esa interrelación empresa-gobierno parece recrearse para mantener el control central de mayor fuerza “gravitacional” sociocomunista en el cuerpo vital de la nación. Y eso parece ser así, más aún cuando el periódico oficial del Gobierno, al comentar dichas medidas, señala lo pertinente de ese proyecto, a fin de que esa empresa ocupe “el verdadero papel que le corresponde en el desarrollo de nuestra economía”.
Las otras relaciones en el campo económico serían como lo periférico y, por supuesto, no será de la facultad del simple trabajador por cuenta propia. Será sólo del alcance de mayores inversiones financieras, de los capitales extranjeros, como ya sucede en la red hotelera para el negocio del turismo, que es de gran envergadura.
Analistas de la cuestión cubana señalan que en esos tanteos para la solución de la crisis crónica del comunismo en la economía, el Gobierno cubano tiende su mirada al caso de China, pero con recelo y temor. Cuba no es China (mundo aparte, poderoso y rico) que ha podido sacar partido a la ambiciosa inversión de capitalistas financieros, principalmente extranjeros, que no afectan el poder político y formal del gobierno, el cual pudo sofocar cruel y criminalmente, los reclamos populares de libertad, en la Plaza Tiananmen, con la total impunidad del Gobierno.
El Gobierno castrocomunista en sus tanteos observa con simpatía, pero con temor e indecisión, el modelo chino. Aunque por el mantenimiento del poder, estará dispuesto a reeditar en Cuba otro episodio como el de la Plaza Tiananmen.