Que el Estado venda caro productos baratos es de un cinismo espantoso
Por Lilianne Ruiz |Desde La Habana, Cuba | Cubanet
Primero aparecieron los productos “SPAR”. Luego, en una estantería de la tienda Ultra, en Centro Habana, vimos el inconfundible sello con el pajarito rojo de “Auchan”. Productos importados desde Europa, lo que equivale decir, en términos políticos, desde la Unión Europea.
Pero los precios:
-Muy caros. ¿No estás viendo? Casi nadie los compra-, dice el tendero de un pequeño mercado de barrio que ahora exhibe, además, gelatinas, latas de bonito y de atún “SPAR” a precios astronómicos (en comparación con el poder adquisitivo en Cuba) y que la gente no parece ver; empeñada como está en que le alcance el menudo para llevar un paquetico con muslos de pollo o de alguna fritanga derivada, y así cumplimentar el menú cubano de los días más afortunados, demasiado espaciados en el calendario: arroz, frijoles, viandas, vegetales y el plato fuerte, que ya no puede ser pescado ni carne de vacuno.
Todo lo que vende el Estado es tan caro que para los cubanos de a pie cualquier producto básico se convierte en un lujo.
Con el papel higiénico hay quien puede darse el lujo y hay quien prefiere ahorrárselo para comprar algo más urgente.
Pero que el Estado esté vendiendo “Auchan” a precios de élite, una línea de productos destinados a sectores populares, parece de un cinismo espantoso. Porque si esos productos se han filtrado por las porosidades de la Posición Común significa que se pensó en el pueblo cubano como los mayores afectados por la escasez y la necesidad. Se pensó en el pueblo cubano como rehén de una política que dentro de la Isla, con todo y la Posición Común, ha permanecido inmutable, a pesar de cualquier afeite reformista.
Al mismo tiempo que el gobierno cubano pretende enmascarar ante la opinión pública nacional y extranjera las incuestionables violaciones de los derechos humanos, llora, denunciando como injerencista la posición de la Unión Europea o de los Estados Unidos en defensa de la democracia para los cubanos.
Presumiblemente la Unión Europea estaría considerando que en todos estos años no ha logrado beneficiar a la población por la política que mantuvo con respecto al gobierno de la isla.
Comienzan a percibirse los primeros síntomas de apertura, empieza a haber cambios, aparecen productos de primer orden, del orden estricto de la supervivencia culta. Porque no es lo mismo desayunar con pan cementoso y agua que hacerlo con cereales “SPAR”.
Pero el gobierno cubano no reconoce libertades, no respeta derechos, !que traerían también la prosperidad a los hogares cubanos, sin excepción! Empeñado en su propia supervivencia, el castrismo apuesta por apretar la tuerca y los cubanos pasamos de largo frente a la estantería, porque esas delicadezas no parecen haber sido hechas para nosotros.
El mensaje del gobierno cubano para nacionales y foráneos parece del mismo cinismo de siempre: “Sigo recaudando divisas, sigo siendo el mismo extractor de siempre, el mismo parásito de siempre”.
Está claro. Los derechos humanos son el único motor del desarrollo, tanto para un individuo como para un país. No se puede renunciar a ellos para erradicar la pobreza. De hecho no se erradica la pobreza si se sacrifican los derechos humanos.
Un gobierno secuestrador de libertades debe ser obligado a cambiar, especialmente cuando las personas bajo su dominación han quedado inhabilitadas para defenderse, después de más de medio siglo de negación individual y colectiva.
Lilianne Ruiz
ACERCA DEL AUTOR
Nació en La Habana el 30 de noviembre de 1976. Terminó el preuniversitario y quedó con deseos de estudiar Derecho, pero al matricular en la carrera, reconoció la abismal diferencia entre lo que creía de la justicia y la que se aplica en Cuba. Dejó la carrera inmediatamente, en el 2003. Se fue a la biblioteca de San Juan de Letrán a leer libros de poesía y mística, refugiándose en su mundo interior. Pero cuando se convirtió en madre, se dio cuenta de que no quería darle a su hija un futuro igual a su presente, y que el problema del totalitarismo afecta profundamente la vida espiritual y el destino de cada persona. Por eso quiere participar del cambio de su país y trascender las fronteras de su propia vida.