Yo no sé si la Ley de Ajuste Cubano viene o no al caso
en este incidente, pero si puedo contar algunas anécdotas ilustrativas del Ballet Nacional de Cuba
Alicia Alonso
Un articulo referente a la “huida” más reciente de bailarines cubanos, infiere que sus motivaciones fueron oportunistas y ladinas, que se aprovechan del “escándalo mediático” que formamos aquí en Miami, y que en última instancia su objetivo es acceder a la Ley de Ajuste Cubano y obtener sus beneficios.
Bueno, ¿y qué? Sé que mis compatriotas son listísimos pero en esa juventud, las emociones pesan muchísimo más que la razón. No puedo imaginarme el desgarro que tienen dentro del pecho esos ocho muchachos.
Yo no sé si la Ley de Ajuste Cubano viene o no al caso en este incidente, pero si puedo contar algunas anécdotas ilustrativas del Ballet Nacional de Cuba.
El ballet es una de las carreras que más sacrificio exige y que menos dura, por mucho que seres excepcionales (y excepcionalmente longevos) intenten demostrar lo contrario. Una bailarina es capaz de vivir de caramelos (contados) para lucir etérea en el escenario. Puede comer un huevo y una cucharada de aceite al día y sin embargo entrenar y ensayar mas de ocho horas.
Pero un bailarín cubano esta hecho de una materia rarísima, de la que solo están fabricados ellos: saltan sobre planchas clavadas en el suelo, que en 50 años de deterioro ha venido a sustituir la obligatoria madera machiembriada montada al vacío. No tienen una dieta remotamente adecuada. Padecen el nepotismo lógico y luego aprenden a colarse en las simpatías de la jerarquía. También son capaces de bailar con los pies en carne viva, chorreando sangre. En un momento, las zapatillas de punta se fabricaban artesanalmente en un cuartucho de la compañía, ya que el Gobierno cubano no le pagó a la Chacot japonesa durante años ni mayas ni leotardos, ni nada, y los asiáticos dejaron de suministrar los equipos. Así que el bailarín cubano también aprendió a ser un bailarín zurcido.
Pero nadie puede negar que la Escuela Cubana de Ballet es grandiosa y los que han llegado, han llegado muy lejos y muy alto. Volviendo a los inicios, la primera gran deserción ocurrió en 1966, cuando 10 de ellos se quedaron en París (donde, por cierto, no había Ley de Ajuste Cubano). Todos han sido muy exitosos pero solo mencionaré a Georges García, el coreógrafo del ballet Majísimo.
En 1966 corrían otros aires: había en Cuba una homofobia enfermiza y galopante, que envió a miles de artistas a los campos de trabajo de la UMAP. Ser intelectual, actor o bailarín era motivo de persecución y asunto del Departamento de Lacras Sociales. Había que huir.
Los que se quedaron, se adaptaron. Viajaban con una “dieta” (léase: per diem…) que en sus mejores tiempos llego a ser de $15.00 para desayuno, almuerzo y comida. Cuando “salían de gira”, los bailarines llevaban en la maleta hornillas eléctricas, latas de leche condensada, de spam y carne rusa y siempre, siempre, una cafetera.
En España y Francia la cadena Sofitel declaró non grata a la compañía cubana, porque la peste a ajo que dejaban los eximios bailarines tras la preparación del condumio, no podía sacarse de alfombras ni cortinas.
Siempre había algún corifeo aguantando el catao con un palo para que la electricidad no se fuera, con 30 habitaciones cocinando a la vez…
¿Qué se hacía con la “dieta”? Pues bien, los $15.00 diarios se reunían para comprar un par de zapatos a un hijo, madre, padre, familiar cualquiera. Alguna prenda. Jabón, champú, cepillos de dientes, de todo, de todo. Si la gira era larga con suerte, un equipo eléctrico se colaba en la escenografía. Lo mismo que pasa ahora. Lo mismo que sigue viajando a la isla en los famosos gusanos de los familiares ajustados a la Ley de Ajuste. Nada ha cambiado excepto que ahora les dan un poco más de dinero -la verdad sea dicha- a los artistas.
Algunos de los que se quedaron y cocinaron en el hotel para ahorrarse las dietas, son hoy día primerísimas figuras y una cierta apertura (estrecha como el ojo de una aguja, pero se dice que por ahí puede pasar un camello…) ha permitido que algunos excelentes bailarines tengan lo mejor de dos mundos y puedan hacer sus carreras en el exterior sin dejar de bailar en Cuba. Carlos Yunior Acosta es primera figura del Royal Ballet de Londres y su ejecución es magia en estado puro. José Manuel Carreño, por su parte, recibió un homenaje al albor de su retiro del Amercian Ballet Theater, con esta sorpresa: Montaron Majisimo, con seis cubanos que viajaron a propósito para el evento desde otras compañías.
Majísimo... nada más y nada menos un ballet que Georges García había creado en 1965, un año antes de convertirse en “desertor”, sin Ley de Ajuste Cubano, en París, valga repetirlo una vez más.
Pero eso nada le importa al Universo. Todo sigue conspirando para que se unan en el amor, la belleza, la creación y el arte.
El primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba,
Ariel Molina, junto a la legendaria coreógrafa y bailarina cubana Alicia Alonso