pretendido inducir con persistencia el alto mando de La Habana
Campaña publicitaria en Cuba
Por Leonardo Calvo Cardenas | La Habana, Cuba | Cubanet En los últimos tiempos, a través de los medios masivos de difusión o la propaganda gráfica, las autoridades cubanas impulsan una intensa campaña destinada a recuperar los buenos modales y los comportamientos adecuados que muy lamentablemente se han perdido. Al parecer, los gobernantes cubanos, generalmente enajenados de la realidad social, muestran justificada preocupación por esa especie de pandemia de mala educación, descortesía, vulgaridad y agresividad que ensombrece nuestra vida cotidiana.
Tal vez los gobernantes no se percaten de que con los spots televisivos, mensajes de orientación social o vallas publicitarias de esta campaña están haciendo una tácita declaración de rampante fracaso después de más de medio siglo de controlar estrictamente todos los espacios de educación, formación, creación y difusión cultural.
Cuba no era de ninguna manera un país de analfabetos como ha pretendido inducir con persistencia el alto mando de La Habana, pero al triunfar la llamada revolución de 1959 muchos cubanos en realidad no pasaban del nivel primario y secundario de escolaridad; sin embargo, nuestro país era modelo de educación y urbanidad. De hecho, siempre se recuerda la proverbial educación, hospitalidad y cortesía de campesinos aunque fueran muy humildes e iletrados.
Nuestros padres nos dan testimonio del excelente comportamiento de las personas más humildes, incluso en los lugares públicos de recreación y de cómo personas de reconocida marginalidad eran incapaces de manifestar actitudes reprochables a la hora de relacionarse soCampaña publicitaria en Cubacialmente.
Hace varias décadas, las llamadas palabras obscenas, las músicas en altos decibeles, la falta de respeto a las personas mayores, el trato descortés entre los ciudadanos o los actos de violencia callejera, hoy vistos como algo tan normal, eran prácticamente inexistentes.
Constantemente nos preguntamos qué ha sucedido, si los gobernantes cubanos dicen haberse esmerado en la promoción de la educación y la cultura para todos sin distinción. Considero que haber privado a la familia de su papel protagónico y determinante en la educación de los nuevos ciudadanos ha causado un daño capital en los referentes de comportamiento social. Las familias, al conceder preferencias a los patrones e intereses políticos afines al régimen fueron dejando a las nuevas generaciones a merced de las peores influencias negativas.
Los años en que los adolescentes y jóvenes —edades muy complejas y delicadas— eran internados obligatoriamente en los llamados Preuniversitarios en el campo, como era de esperar, junto a terribles fenómenos como la promiscuidad, el vandalismo, el bulling, las relaciones carnales entre alumnos y profesores y un número indeterminado de lamentables muertes, dejaron una deplorable saga de mala educación y comportamientos indeseables que han convertido en marginales a las buenos modales y comportamientos éticos.
Por otra parte, la vocación ateísta de los gobernantes cubanos, que durante mucho tiempo convirtió a los valores religiosos, como a los buenos modales, en “rezagos burgueses”, debilitó considerablemente los fundamentos ético-morales de la sociedad cubana. En la actualidad, los jóvenes adscriptos a alguna denominación cristiana marcan la diferencia de comportamiento con relación a la generalidad que nos obliga a desandar la ciudad cabeceando a cada paso órganos genitales masculinos vociferados por compatriotas de todas las edades y sexos. ¡Cuánto extrañamos aquellos buenos días, los por favor, los permisos y las gracias, cortas frases que cuestan tan poco y tienen tanto valor!
Las insuficientes y torpes campañas mediáticas hasta ahora solo sirven para reafirmar cuánto daño material y moral ha causado a nuestra nación este largo y fallido experimento castrista. Como indica el principio jurídico: “A confesión de parte, relevo de prueba”.