Historia de Cuba contada por los frijoles
Libreta racionamiento de Cuba, con la que van a comprar los alimentos cuando les toca.
Aveces los pueblos prefieren pan y circo, la vida facil, que
el gobierno decida por ellos y aveces los pueblos tienen los gobernantes que se merecen.
Por Alberto Méndez Castelló | CubanetAunque falta cemento, acero y desodorante, muy particularmente se sienten los comestibles. Más que el pan de la cartilla de racionamiento que ha faltado algún que otro día, los estómagos en Puerto Padre claman por la “media noche”, el panecillo de un peso que podía adquirirse liberado, junto al pan racionado, pero que ahora no producen por falta de harina.
Para muchos sin poder adquisitivo, poco importó que durante varios días faltara el pollo en las TRD (tiendas recaudadoras de divisas). Pero sí importó, y bastante, cuando tras permanecer en largas colas en las carnicerías, la ración de “pollo por pescado” no alcanzó, pese a ser un producto racionado.
La gente tuvo que anotarse en una lista, para una segunda vuelta, que a ciencia cierta nadie sabe cuándo se producirá. “Esto es más de lo mismo, si no es Juana, es la hermana”, dijo malhumorado uno de los que no alcanzó su cuota de “pollo por pescado”.
Aunque Cuba está rodeada de mar, en esta isla el pescado es un producto escaso y caro, y a la hora de suministrarlo por la libreta, el gobierno lo sustituye por unas pocas onzas de pollo importado. En muchas ocasiones, por corrupción o mala administración, el pollo no alcanza para todos los consumidores de determinadas localidades, incrementando el descontento de la población.
En dependencia de la persona de quien usted lo adquiera, de la época del año, del lugar, de la calidad del producto y de la especie de que se trate, en Puerto Padre una libra de pescado u otra especie marina puede costar entre 15 y 40 pesos.
Pero si los productos cárnicos en este municipio holguinero resultan escasos y caros, sucede lo mismo con cereales y granos. En el caso del arroz, desde fecha tan temprana como la década del 50 del siglo pasado, aportaba el 24% a la dieta del cubano, mientras los frijoles incluían el 23%, según datos de la época del Instituto Nacional de Reforma Económica.
En una encuesta realizada en 1957 por la Agrupación Católica Universitaria entre la población rural de la isla, sólo el 4% de los entrevistados mencionó la carne como integrante de su ración habitual, el 11,22% la leche, solamente el 1% admitió consumir el pescado, y tan sólo 2,12% reconoció consumir huevos. Los investigadores se preguntaron cómo subsistía el campesino con tan deficiente aporte de carnes, huevos, leche y pescado.
La incógnita la revelaron los propios encuestadores en su informe: “Existe un hecho providencial y salvador: el frijol, elemento básico de la dieta campesina, es por excepción, un vegetal muy rico en proteínas. En otros países donde el maíz representa el papel de los frijoles en Cuba, las enfermedades carenciales son más frecuentes. Podemos asegurar, sin temor a error, que el campesino cubano no sufre más enfermedades carenciales gracias a los frijoles”.
"¿Hecho providencial y salvador los frijoles? ¡Eso sería en aquella época, cuando en Cuba los frijoles eran comida de pobres!”, exclamó un doctor, que a condición de no revelar su nombre, explicó a este corresponsal cómo la población local, aunque no está subalimentada, mayoritariamente si se encuentra mal nutrida, por dietas insuficientes o desbalanceadas.
En el cuenco de las manos sobra espacio para situar los frijoles que, por la cartilla de racionamiento, puede comprar el consumidor para todo un mes. Si acaso, alcanzan para un potaje o dos o tres arroces con frijoles. Gente que trabajó toda su vida y obtuvo una muy menguada jubilación, debe comprarlos a precio de mercado. “A mí ya se me olvidó la última vez que comí un potaje de frijoles colorados”, confesó un electricista jubilado.
Hoy en Puerto Padre, una libra de frijoles colorados cuesta 15 pesos; también 15 cuestan los frijoles blancos y los garbanzos, y entre 10 y 12 los frijoles negros. Una libra de arroz vale 5 pesos, un peso una cabeza de ajo pequeña, poco más de un peso una cebolla mediana, 5 pesos un pozuelo de ají y entre 3 y 7 pesos la libra de tomates. Una libra de carne de cerdo cuesta 25 pesos.
Aquel humilde arroz con frijoles que libraba de enfermedades carenciales a nuestros campesinos, si a la mesa se sientan seis personas a comer solamente arroz y frijoles, les costará 40 pesos.
Quizás sea ésta la razón por qué hay tantos niños bajos de peso y de talla, o por qué las consultas de policlínicos y hospitales permanecen atestadas.
Y no son carencias recientes, sino del último medio siglo, cuando por decreto, en Cuba la carne pasó a ser comida de elegidos, mientras que un potaje de frijoles dejó de ser comida de pobres. Alberto Méndez Castelló
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