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General: La escritora cubana de telenovelas Delia Fiallo arriba a los 90 años
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 30/06/2014 16:39
Delia Fiallo cumple 90 años llena de planes
 
delia_fiallo.jpg (660×350)

                ARTURO ARIAS-POLO  |  El Nuevo Herald
Con una vida llena de éxitos y la agenda repleta de planes, la escritora de telenovelas Delia Fiallo arriba a los 90 años con una lucidez sorprendente.

Por su andar desenfadado, su memoria privilegiada y su inmensa alegría de vivir cualquiera apostaría a que tiene menos edad, pero ella agradece el piropo y se apresura a decir con orgullo que nació en La Habana, el 4 de julio de 1924.

“Todavía no lo creo, es como un milagro. Es un privilegio tener agilidad para moverme y claridad mental para disfrutar de tantas cosas en la vida. Nunca pensé que fuera a llegar tan lejos”, expresó Fiallo a el Nuevo Herald tras anticipar que celebrará su cumpleaños rodeada de familiares y amigos. En cuanto a próximos proyectos anunció que “está estudiando la posibilidad” de llevar al cine sus telenovelas Esmeralda, Kassandra y Cristal, junto con el actor Ismael la Rosa, el cineasta Martín Sastre y Amanda Ospina, directora de la revista TVMás y organizadora de la Cumbre Mundial de la Industria de las Telenovelas.

“Me siento una mujer realizada. Mis cinco hijos y mis 13 nietos me han salido muy buenos. Tengo la familia que soñé”, dijo la escritora, que también tiene un bisnieto.

Mientras mostraba decenas de fotos, trofeos, videos y la colección impresa de sus telenovelas en varios idiomas que ocupan su oficina, la escritora recordó que aunque tuvo una niñez solitaria y trashumante, debido al trabajo de su padre, médico rural, siempre encontró refugio en las novelas de la revista argentina Leoplán, Nana, La vorágine y todo libro que le caía en las manos.

“Lo que iguala a mis telenovelas es que tocan el corazón de la familia”, aseveró Fiallo, que se jacta de que a lo largo de su vida profesional siempre procuró “encontrarle un enfoque diferente a cada tema”.

Cristal, Topacio, Lucecita, Leonela, Marielena, Guadalupe, Kassandra y Morelia figuran entre los 42 títulos de una videografía que ha hecho soñar a millones de televidentes del planeta durante décadas.

La obra de Fiallo, iniciada en la televisión cubana en la década de 1950, y concluida abruptamente cerca del año 2000, cuando dijo: “Ya está bueno ¡tengo que vivir!” al finalizar el capítulo 25 de La felicidad –un argumento que engavetó–, se mantiene vigente a través de las retransmisiones y más de 26 versiones de sus libretos.

“Para escribir telenovelas hay que nacer con un instinto especial. Es un género que no se aprende. Y para captar la atención del público solo existen pequeños ‘secretos’ como el triunfo del amor, el nacimiento de un niño o la lucha entre el bien y el mal”, explicó Fiallo, quien se enorgullece haber dictado conferencias sobre el género en El Escorial, la Universidad Complutense y la Universidad de Salamanca, España, a principio de los años 1990.

La escritora recordó que tras graduarse de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, en 1948, recibió el premio internacional de cuento Hernández Catá por El otro. “Mi gran amigo Guillermo Cabrera Infante recibió la primera mención”, señaló.

Alrededor de 1952 Fiallo incursionó en las radionovelas con Tu amor fue mi pecado, Siempre te he querido, Más fuerte que el odio, Deshonrada y La que no podía amar, que a la postre se convirtió en telenovela.

También confesó que durante el apogeo de El derecho de nacer, el clásico de Félix B. Caignet, no escuchaba radionovelas ni tenía la menor idea de cómo se escribían. Pero se lanzó a la aventura animada por el publicista Alberto Sotolongo, quien le pidió un libreto para mostrárselo a Bernardo Pascual, director del espacio de crónica roja El drama real de la 1, que transmitía la emisora Radio Progreso.

“Como a Bernardo no le gustó, Sotolongo me insistió en que probara con una historia romántica. Y cuando me dijo que el mismo Bernardo la dirigiría pensé: ese debe ser un viejo feo, gordo, barrigón y con pelos en las orejas”, evocó Fiallo entre risas. “Para mi sorpresa, el día en que por fin nos conocimos me encontré con el hombre más hermoso de la tierra. Fue un flechazo instantáneo”.

A partir de ese momento la pareja inició un romance que perdura hasta hoy.

“Nos casamos en la iglesia de la playa de Guanabo hace 62 años”, dijo satisfecha. “Bernardo tiene 93 años y está muy, muy bien de salud”.

Fiallo se considera “pionera” de la telenovela en Cuba desde que escribió 16 capítulos de Hasta que la muerte nos separe –“la primera telenovela de continuidad escrita en Latinoamérica para transmitirse en horario estelar, en 1957”–, con Gina Cabrera y Alberto González Rubio en los papeles protagónicos.

“Antes, el escritor y productor Mario Barral intentó hacer telenovelas que pasaron a mediodía”, aclaró. “Pero el género no agarró porque ya la mujer cubana estudiaba y trabajaba en la calle y no tenía tiempo para ver televisión”.

Fiallo fue profeta en su tierra. El éxito de Soraya, El ángel perverso, Lidia Sandoval, Indio y Bajo el cielo de Argelia la situó entre las primeras escritoras del género en su país hasta los primeros años de la década de 1960.

“En esa época no era como ahora, que existen equipos de escritores y se produce una diversidad de estilos que al final ninguno logra concretarse con fuerza”, criticó Fiallo. “Nosotros teníamos que hacer 36 cuartillas diarias”.

La escritora recordó que cuando sus hijos eran pequeños cumplía la faena “con un corralito al lado” o esperaba a que se durmieran. Y al principio de su colaboración con Venevisión y Radio Caracas TV corría hasta el aeropuerto a la caza de “algún sujeto idóneo” que le entregara los libretos en Venezuela.

“Escribía al día. A veces dictaba el libreto por teléfono porque no existía el fax ni la internet”, señaló.

Fiallo no sólo inventó romances en Cuba. En Cuando se quiere a un enemigo, basada en la ocupación alemana a Francia, aprovechó para denunciar la falta de libertades en plena dictadura de Fulgencio Batista. Lo que no pudo hacer cuando Fidel Castro tomó el poder.

La salida al aire de México indómito –sobre la ocupación francesa en México– provocó que la acusaran de contrarrevolucionaria.

“Entre los libros que llevé al juicio había uno con los discursos de [Benito] Juárez sobre los que basé mi argumento. Así me salvé de ir a la cárcel”, rememoró Fiallo, a quien le prohibieron escribir por espacio de un año cuando las autoridades descubrieron que tanto ella como su esposo recaudaban fondos para apoyar un grupo de compañeros prisioneros por oponerse al régimen.

“A Bernardo le impidieron dirigir y al cabo de un año me dieron a escribir cuentos en un programa infantil que bauticé Los Muñecones”, agregó. “Allí también me dijeron que estaba haciendo contrarrevolución porque yo indicaba que en el cuento Aladino y la lámpara maravillosa había que frotar la lámpara para que apareciera la comida en Cuba”.

El 23 de diciembre de 1966, con siete pesos cubanos como único capital, la familia salió rumbo a Miami a través de los Vuelos de la Libertad.

“Mediante el refugio conseguí un pasaje para San Juan con la intención de venderle El ángel perverso a Telemundo Puerto Rico. Pero allí me dijeron que compraban los libretos ‘por su peso’, que tenían novelas de autores cubanos ‘desde el piso hasta el techo’ y sólo podían pagarme $15 por capítulo”, dijo la escritora, quien se negó a aceptar los términos y de inmediato se dedicó a añadirle modismos venezolanos a El ángel… hasta transformarla en Lucecita, el primer trabajo que le compró Venevisión, en 1967, gracias a la gestión de Enrique Cuscó, gerente general de la planta.

“Cuando la adaptadora de Lucecita recibió el premio Guaicaipuro de Oro, en 1968, le dije a Enrique: ‘Espérate, mis triunfos y mis fracasos son míos, no quiero más adaptadoras. Yo seguiré haciendo la telenovela venezolana”, recordó Fiallo, que valiéndose de un diccionario y “hablando con la gente” escribió Esmeralda, el primer título que salió al mercado internacional.

De esa época en que estrenó La Zulianita, Peregrina, Una muchacha llamada Milagro, María Emilia y Soledad, entre otras producciones exitosas, la escritora destacó la potestad para elegir elencos y la compenetración que tenía con su equipo.

“Los venezolanos respetaron mi creatividad y me ayudaron a triunfar. Hoy tengo la satisfacción de que con mis éxitos Venezuela se colocó a la cabeza de la industria de la telenovela a nivel mundial”, dijo Fiallo, al tiempo que rememoró que Cristal ocupó los primeros lugares de sintonía en España y recibió el premio Ondas a la mejor telenovela y mejor escritora, a mediados de la década de 1980.

Pese a que la venta de sus telenovelas al emporio Televisa la convirtió en millonaria desde principios de la década 1990, Fiallo tiene sus quejas.

“Llegué hasta allí con la ilusión de que estaba en la primera productora de telenovelas del mundo”, reconoció. “Pero en México el autor está desvalorizado. Pese a que el nivel de producción es formidable y los actores son muy buenos, el libreto falla porque los adaptadores lo cambian todo. Ni la versión de Rafaela, que pasaron con el mismo nombre, ni las de Cristal, que rebautizaron como El privilegio de amar y luego con El triunfo del amor, repitieron los triunfos del original”.

Pero ese no es el único reclamo de la escritora relacionado con el tratamiento que ha recibido su trabajo. Con cierto pesar, ella se lamentó de que “en una pared del aeropuerto de Miami aparece una lista de exiliados cubanos destacados y a pesar del carácter internacional de mis obras, mi nombre no está. Tampoco el Alcalde de Miami, esta ciudad en que vivo, lo ha puesto en ninguna esquinita [de la ciudad] para honrar mis méritos”.

“Confieso que me lastima. Pero yo estoy por encima de esas mezquindades”, dijo tajante. “Hice mis triunfos con mucho esfuerzo, responsabilidad y amor. Sé que fui pionera de un género apasionante y que dos mil millones de personas en todos los países del mundo se emocionaron con mis historias. Ese es mi gran premio”.

¿A qué atribuye que los autores de telenovelas tardaran tanto en ser tomados en serio?

“Al principio era elegante decir ‘yo no veo telenovelas’, tal vez porque el género está concebido expresamente para provocar lágrimas”, responde Fiallo, quien considera que las producciones de Colombia y Brasil están a la cabeza del género. “Con el tiempo, se demostró que si una telenovela puede conquistar millones de personas de culturas diversas es porque apela a los sentimientos de la gente”.


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