Una farsa interminable
Con la desfachatez y el cinismo que otorgan cinco décadas de totalitarismo, Raúl Castro
acaba de pedirles a los cubanos que impongan su espíritu de lucha “con firmeza y optimismo”
EDITORIAL
Con la desfachatez y el cinismo que otorgan cinco décadas de totalitarismo, el gobernante Raúl Castro acaba de pedirles a los cubanos que impongan su espíritu de lucha “con firmeza y optimismo” para transformar el difícil panorama económico de la nación.
¿Algo nuevo en el discurso de Raúl Castro ante el circo de carneros que es la llamada Asamblea Nacional del Poder Popular?
Absolutamente nada prometedor ni estimulante para el pueblo cubano en medio de la era de “cambios estructurales” anunciados por Castro II tras la toma de las riendas del poder en 2008.
Tal vez lo más revelador de este esperpéntico espectáculo del pasado sábado en el Palacio de Convenciones de La Habana fue el reconocimiento de los indicadores de una economía que no ha logrado avanzar, a pesar de los empujones de ilusión que los sesudos expertos del castrismo se esmeran en vender día a día a incrédulos inversionistas, compinches de izquierda y derecha, y solidarias figuras del ámbito político alrededor del mundo.
Los datos indican que la economía cubana apenas pudo crecer un 0,6%, muy por debajo de lo planificado por los estrategas de las “reformas” raulistas, y que tendrá que apurarse en el segundo semestre para llegar al 1,4% a que aspira, también lejos del 2,2% que se pronosticó a comienzos de este año.
El eufemismo que empleó Raúl Castro para analizar el sombrío panorama socioeconómico de la isla parece sacado de un manual de malabarismos: “El resultado no nos satisface, pero tampoco nos desanima en lo más mínimo”.
Para los que apostaron sus esperanzas en el cuentapropismo, los celulares, el discurso de la política migratoria y la inversión extranjera como síntomas de futuro en Cuba, estos estertores castristas deberían sacarlos del letargo de una vez y por todas.