Me atrevería a afirmar que cada uno de nosotros,
al menos, conoce o trata o quiere a un gay que ronda por su vida
Por Alina Fernández Revuelta, la hija rebelde de Fidel Castro
Al historiador o cronista Suetonio se le atribuye la frase: “Julio César era el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres”, aunque la frase parece más una sentencia del poeta Catulo, que no era precisamente un admirador del emperador romano y escribía sobre él, creo yo, con vitriolo en vez de tinta… Yendo al grano, el tema de esta columna trasnochada es la homosexualidad y su aceptación o rechazo en la sociedad moderna.
Hay interminables estudios sobre el tema y sólo he leído pinceladas. Crecí en una sociedad tan homofóbica que eso tiene que haberme marcado y esa misma sociedad enarbola ahora un cambio tan rotundo como rotunda es mi estupefacción ante el hecho; pero es una prueba más de que hasta los monolitos son susceptibles a la erosión del tiempo.
Como en mi país no había una justificación judeocristiana para este odio, ya que nos decíamos ateos, debe ser por eso que toda la vida tuve y tengo amigos gays.
Ahí están mis mejores amigos (y mis mejores enemigos también, todo hay que decirlo). Así que no se puede esperar, en mi caso, que me escandalice con la decisión del juez Luis García, del Condado Monroe, que acaba de derogar la prohibición constitucional del Estado, del 2008, sobre el matrimonio entre parejas del mismo sexo.
No quiero ser hipócrita. Si la cosa sigue así y hay un fallo similar en Miami-Dade, mejor para mí, me pasaré el resto del año de boda en boda.
Pero respeto el sentimiento, o más bien la emoción, de los cerca de ocho millones de votantes de la Florida que en ese mismo año 2008 inclinaron la balanza en su contra.
La formación religiosa es un cimiento muy fuerte y en ese sentido los cánones son estrictos, así que también entiendo que los defensores del status quo se sientan ofendidos y agredidos.
Sin embargo desde tiempos inmemoriales se trata a la homosexualidad ajena con hipocresía porque no recibía el mismo tratamiento Alejandro Magno con su Hefestion ni el ya mentado César, que un infeliz esclavo que fuese descubierto “sobre las 20 uñas, recibiendo la ofrenda masculina”.
Ése era acusado de pervertido y sodomita. Del lesbianismo ni hablar. ¡Qué cosa tan mal vista! Me pregunto yo en qué se entretenían los hoplitas cuando se iban años y años a la guerra, a colonizar medio mundo.
Asumo que por las noches no se ponían a jugar a los yakis o los palitos chinos. Dudo mucho de que se soslayaran tejiendo a cuatro agujas medias para la siguiente batalla.
El pecado de Onán no aplica y esos hombres se entenderían entre ellos, que dicen que el subidón hormonal después de una batalla no tiene nombre.
A lo mejor por eso se les decía en otros tiempos, a los gays, “entendidos”… La conclusión es que en la antigüedad eran temas naturales, por el modo de vida, y cada civilización tuvo su forma de enfrentar la diferencia.
Hasta que llegó la Inquisición y mandó a parar. Había tanto hereje para quemar por diferentes motivos que si de paso cometía el “pecado nefando”, pues más leña para la hoguera.
Parece una contradicción, porque en Francia hay un gran movimiento contra el matrimonio dentro del mismo sexo, pero fueron la Revolución francesa y el bueno de Napoleón quienes sacaron a la homosexualidad del estatus de delito. Hubo tal bonanza en Europa que en Alemania se publicó la primera revista gay en 1896, Der Eigene.
Contó con colaboradores como Tomas Mann y duró hasta 1932, en que llego el Führer y mandó a parar. Parece que Hitler era homofóbico, qué cosa… Los tiempos cambian.
El juez García escribió: “El tribunal es consciente de que la mayoría de los votantes se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo pero es parte de la orgullosa historia de nuestro país proteger los derechos de la persona, los derechos del impopular y los derechos de los sin poder, aun a costa de ofender a la mayoría”.
No creo que los homosexuales sean minoría en estos tiempos. Fueron muy persistentes en la última mitad del siglo XX. Sufrieron la persecución científica del sida, que de hecho diezmó el talento, en general, de la década de los ochenta, porque ésa es otra cosa que hay que decir: Tchaikovsky, Michelangelo, Sócrates, Ricky Martin, usted escoja.
Desde que no tienen que esconderse para sobrevivir o encontrar un trabajo, cada vez son más y me atrevería a afirmar que cada uno de nosotros, al menos, conoce o trata o quiere a un gay que ronda por su vida. ¡Y para terminar siempre me ha extrañado tanta homofobia en un país cuyo ídolo era, nada más y nada menos, Liberace!.