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General: LOS CHINOS NI OLVIDAN NI PERDONAN
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 22/07/2014 16:15
 
Desde que Fidel Castro se peleó con Mao no se vendieron más
paraguas, carreteles de hilo, agujas para coser, ni muebles tallados
  
Mao_Zedong.jpg (631×475)
Mao Zedong
              Por Tania Díaz Castro | La Habana Cuba  | Cubanet 
Si en algo Fidel Castro es consecuente, es con Mao Zedong. Desde el principio de su revolución, el dictador caribeño miró de reojo al viejo colega asiático. Han transcurrido 55 años de dictadura cubana y en Cuba la figura de Mao permanece olvidada.

A Mao no le gustó que Cuba estableciera relaciones con Checoslovaquia y la URSS mucho antes de hacerlo con su República Popular China, reconocida al fin por Fidel el 24 de septiembre de 1960; tampoco que el agente soviético Aleksandr I. Alexeiev, bajo la cobertura de corresponsal de la agencia de noticias TASS, llegara primero a La Habana, en diciembre de 1959 y no los chinos, agrupados en el famoso centro de espionaje de Beijing, Servicio de Inteligencia de la RPCH, conocida por sus siglas en español SIC.

No le gustó a Mao que, en 1963, Fidel Castro permaneciera dos meses en Moscú y no hiciera un honorable salto a Beijín.

Lo que ocurría entre Mao y Fidel no se comprendía. Se trataba de dos líderes que abrazaban la misma ideología, que reprimían con mano cruel a los disidentes y opositores, que guardaban en las cárceles a miles de presos políticos y que habían mandado a fusilar a cientos de sus enemigos. Hasta octubre de 1960, ya se habían fusilado en Cuba mil 330 anticastristas. Aún así, Mao seguía mirando de reojo a Fidel Castro.

En plena vigencia de la Revolución Cultural China, cuyo comienzo fue en 1966 y su final y fracaso al cabo de diez años, con la muerte de Mao, Fidel Castro condena, en clara alusión a China, el sectarismo y el faccionalismo del comunismo internacional.

En marzo de 1965, la enemistad entre estos dos hombres se hace más notable y en una reunión de partidos marxistas en Moscú, encabezada por Raúl Castro, Mao no asiste y condena dicha reunión. Cuatro días después, Fidel Castro ataca de manera más agresiva la línea política de China; ordena recoger todas las obras de Mao Zedong de las bibliotecas y librerías y prohíbe la entrada de las publicaciones periódicas y culturales provenientes de ese país.

El 2 de enero de 1966, Fidel acusa al gobierno chino de injerencia en los asuntos internos de Cuba, de defraudar la buena fe de los cubanos y critica duramente que no haya cumplido con el envío de arroz a la isla, debido a la posición pro soviética del régimen castrista. A partir de ese momento se agravan aún más las tensiones y ninguno de los dos gobiernos en pugna hace nada por limar asperezas.

En un discurso del 13 de marzo de ese mismo año 1966, Fidel Castro acusa a Mao Zedong de ¨monarca absoluto, de fascista y viejo senil¨. Fue el final de unas relaciones escabrosas y difíciles para estos dos “monarcas absolutos”.

Se supo entre los periodistas oficialistas de aquellos años, que el famoso traductor chino Xu Yilín tomó un avión como bola por tronera, asustado al escuchar cómo Fidel ofendía tanto a su amado líder. (Yilín se había pasado siete años en La Habana, según él ¨los mejores años de su vida¨, traduciendo las obras de Mao al español por orden de Fidel, con una buena paga en divisas).

Otra anécdota de aquellos momentos fue el encarcelamiento del conocidísimo profesor habanero de chino y japonés Carlos Carrero -varios años después exiliado en Miami y fallecido allí-, acusado injustamente de espiar a favor de Mao, sólo porque impartía clases de español a los hijos de los diplomáticos chinos.

Si alguien había salido perdiendo en el conflicto Fidel-Mao fueron los cubanos, que gozaban de un crédito concedido por China, consistente en 70 millones de dólares, más la compra de un millón de toneladas de azúcar. Desde que Fidel Castro se peleara con Mao no se vieron más sombrillas para la lluvia en las tiendas, ni carreteles de hilo y agujas para coser, muebles tallados en tiendas especializadas.

A partir de 1966, hasta 1984, los chinos y Fidel se pelearon a muerte y como consecuencia, el pueblo ha sido la víctima, al verse obligados a adquirir a precios excesivos productos electrodomésticos obsoletos de China, rotos al poco tiempo de uso. De esta forma, es el cubano de a pie quien está pagando los platos rotos de aquellas broncas, porque los chinos ni olvidan, ni perdonan.

Quienes todavía se preguntan qué ocurría en el fondo, nunca llegaron a saber que los espías más adiestrados del gobierno chino pusieron zancadillas a la penetración castrista en África, y jamás accedieron a colaborar con Fidel Castro. Todo lo contrario: China criticó siempre la presencia cubana en ese continente africano.

Luego vinieron cosas peores que alteraron el sueño de Fidel Castro: El "sueño chino" da un giro hacia el capitalismo a través de sus reformas de libre mercado y China comienza a crecer. Hoy hay miles de empresarios chinos millonarios, Beijing se parece cada vez más a Nueva York; tiene el centro comercial más grande del mundo y restaurantes que ofrecen en Nochevieja un plato de sopa de gallina, con raíz de ginseng con cientos de años de antigüedad, por 'sólo' 30 mil dólares.

Seguramente, a nuestro ex dictador -si es que aún se entera de algo- no debe haberle gustado que, hace apenas unos meses, Xi Jinping y John Kerry acordaran actualizar las relaciones entre China y Estados Unidos, fortalecer e impulsar más el desarrollo de los lazos bilaterales, a través de la confianza mutua y la cooperación de ambas naciones.

Definitivamente, como dijera Carlos Alberto Montaner: ¨El comunismo es el modo más largo para llegar del capitalismo al capitalismo¨.
                         Tania Díaz Castro - 17 de abril de 2014.

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Cubanet


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 22/07/2014 16:17
¿A qué va Jinping a Cuba?
Al igual que Rusia, China quiere ganar espacio e influencia como gran potencia mundial.
 
 Xi Jinping
 
            ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles | Diario de Cuba
Si la reciente visita de Vladimir Putin a Cuba, más que económico, tuvo un objetivo eminentemente geopolítico y antiestadounidense, la que el líder chino Xi Jinping comenzará en las próximas horas en La Habana tiene ambos componentes, con fuertes ribetes económicos y a la vez un claro tufo político.
 
China, al igual que Rusia, quiere ganar espacio e influencia como gran potencia mundial. Aspira sobre todo —por ahora— a tener la mayor economía del mundo, título que ostenta Estados Unidos desde 1872.
 
Y aquí es necesario aclarar que con 1.400 millones de habitantes China debiera tener la mayor economía mundial desde hace 150 años por lo menos. Con tanta población un país puede —y debe— tener cifras impresionantes en cualquier cosa. Si hoy China no es la mayor economía global es culpa del Partido Comunista, que aún sigue gobernando. Bajo el liderazgo de Mao Tse Tung, dicho partido prohibió la propiedad privada, colectivizó las tierras campesinas, impidió el desarrollo, y causó la muerte por hambre o fusilamiento de 65 millones de personas.
 
Sólo después de la muerte del "Gran Timonel" se realizaron las reformas capitalistas que han permitido que el tamaño de la economía china se corresponda más con el de su enorme población. Y punto.
 
Además, China puede que tenga en 2030 la mayor economía mundial, pero no la más avanzada. Su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita —hoy inferior al de Perú—, la innovación tecnológica, la sofisticación de su economía y el nivel de vida de su población serán todavía muy inferiores a los de las naciones occidentales. Por ejemplo, para que los chinos hubiesen tenido en 2013 un ingreso per cápita similar al de los canadienses ($51.911), su PIB debió haber sido de $69 billones, y no de $8. O sea, China debió haber producido el 96% del PIB de todo el planeta, que fue de $71.8 billones según el Fondo Monetario Internacional.
 
Volviendo a la visita de Xi Jinping, obviamente para ganar un mayor espacio económico global, China necesita no sólo materias primas de Latinoamérica, sino convertirse en un proveedor de capitales y de productos de alto valor agregado. Debe constituirse en gran inversionista en la región. A eso aspira y dinero le sobra. Beijing cuenta con reservas monetarias por más de 3.4 billones de dólares, con los cuales podría comprar media Latinoamérica si se lo permitiesen.
 
En esa estrategia expansiva china, Cuba es un buen socio político, pero no tanto económico. China sigue siendo oficialmente un país comunista y cuenta con el apoyo cubano para las peores causas en la escena internacional. Los Castro alientan a Beijing a enfrentarse a EEUU y a restarle protagonismo a todo Occidente. La Habana está es un voto seguro prochino (y proruso) en la ONU y en cuanto organismo internacional hay en el mundo. Y eso merece una recompensa.
 
Lo que pasa es que el desastre socialista en Cuba tiene tales dimensiones que en el plano económico no es mucho lo que le puede ofrecer, ni Cuba a China, ni viceversa. La economía cubana se halla en ruinas. Y la gerontocracia "histórica" se niega irracionalmente a liberar las fuerzas productivas y hacer reformas parecidas a las chinas, que fueron lanzadas en 1978 con la sorprendente consigna anticomunista de "enriquecerse es glorioso".
 
En tales condiciones no es mucho realmente lo que pueden hacer los empresarios y los capitales chinos en la Isla. Por ley estarán atados al improductivo sector estatal castrista. Y el régimen no va a permitir asistencia financiera china ni tecnológica para fomentar un sector privado, ni para hacer crecer a los cuentapropistas, a quienes teme más que Drácula a la cruz.
 
China quiere estar 'dentro'
 
Sin embargo, hay un elemento que seguramente Beijing percibe como muy atractivo. El liderazgo chino sabe que en algunos años más, con los Castro y los "históricos" ya muertos, o demasiado ancianos, habrá cambios económicos en Cuba, se levantará el embargo estadounidense y a la Isla acudirán inversionistas de EEUU y de todo el mundo.
 
Y ahí está el detalle. China quiere estar "dentro" (como Rusia y Brasil) cuando eso ocurra. Y para ello está dispuesta a aprovechar la ventaja que le da la actual "hermandad" para comenzar a posicionarse hábilmente en algunas ramas o sectores económicos cubanos en los que las inversiones pueden tener sentido, o porque pueden ser rentables con la participación china, o porque tienen un futuro seguro aunque por el momento tengan un bajo retorno del capital invertido y obtención de ganancias.
 
Por eso es de esperar que durante la visita del gobernante chino a la Isla se produzcan acuerdos millonarios en materia económica. Claro, la letra pequeña en tales anuncios (la que no se publica ni se divulga en la TV), es que detrás de esos eventuales acuerdos entre ambas dictaduras se mueve el deseo chino de que, o que desaparezcan de una vez los Castro y su añeja claque estalinista, o se realicen de alguna manera los cambios que sí podrían dar a China un protagonismo excepcional en Cuba, sobre todo en la era postcastrista.
 
Otro factor de interés para Jinping  podría ser la necesidad que tiene Cuba de importarlo todo, incluyendo equipos y maquinarias, alimentos, medios de transporte, materias primas, y materiales para construir infraestructura vial, puertos, aeropuertos, y artículos de consumo de todo tipo.
 
Lo que pasa es que Cuba no tiene dinero para adquirir todo eso. Los Castro sólo pueden exportar a China unas 400.000 toneladas anuales de azúcar y algunos otros productos primarios de poco valor agregado, salvo ciertos medicamentos y productos de la industria bioquímica de La Habana.
 
La amistad a un lado
 
Para los pragmáticos chinos la amistad es una cosa y los negocios son otra. Por mucha luna de miel que haya, China no está dispuesta a otorgar créditos comerciales en grande a un Gobierno que nunca paga lo que debe, y que tiene una deuda  de más de $35.000 millones con el Club de París. A la propia China Cuba le debe dinero.
 
De manera que los anuncios de concesión de créditos probablemente serán muy puntuales y cuidadosos por la parte china, que algo tiene que dar a cambio de la lealtad política del castrismo.
 
En tanto, esta vez el pueblo cubano no parece muy dispuesto a hacerse nuevas ilusiones con la visita del dictador chino, pues sabe que luego se van a desinflar. Con China no funciona la gratuita "hermandad solidaria socialista" de estilo soviético, o chavista. No funcionó ni en los tiempos en que un sonriente Mao Tse Tung recibía muy amistosamente a cuanta delegación cubana llegaba a la capital china.
 
Y menos va a ocurrir ahora cuando en esa extensa nación asiática inevitablemente se va desmontando poco a poco el socialismo y consolidando un capitalismo de Estado cada vez más cercano al modelo económico fascista y más lejos del diseñado por Carlos Marx.
 
En fin, todo lo que se logre en este encuentro Jinping-Raúl Castro tendrá un bien calculado beneficio para el socio asiático. La dictadura castrista dirá que "del lobo, un pelo" y cantará igualmente victoria.
 


 
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