La masturbación de mis tiempos.
Por Esteban Casañas Lostal / Montréal, Canadá.
Le contaba a una amiga hace poco sobre las tribulaciones de los marinos cubanos para hacerse una paja, espero me disculpen y se hagan la idea de que están viendo el programa de televisión “Con el culo al aire”. Imaginen que soy español y llamo a las cosas por su nombre, no voy a mover una tecla para escribir un “Pip” o buscar una palabra perfecta. Como les contaba, lo mismo que le dije a ella. Cuando vayan a referirse a “pajizos”, no debe ignorarse la existencia de aquellos sacrificados marinos de mis tiempos, nuestro caso no tiene parangón en la historia. Bueno, sí la tiene, son musulmanes.
¡Qué les cuento! Déjame ver cómo comienzo para que comprendan las razones en las que me fundamento. Musulmanes extremistas y comunistas son la misma mierda en este caso. Unos, porque son más rapidos, se colocan sus chalecos cargados de dinamita y te vuelan un edificio en segundos. ¡El otro, no! Es muy diferente y se toma su tiempo aunque es mucho más dañino. No usa dinamita, pero al cabo de los años logra derrumbar un edificio similar sin disparar un tiro. No solo ese edificio que el musulmán destruye en un segundo, acaba con toda una ciudad o país al mismo tiempo.
Sus comportamientos ante las pajas es similar, ya han visto como los árabes visten a sus jevas. Los más radicales solo les dejan los ojos afuera y me llegan varias preguntas. ¿Cómo pueden saber si una jeva está buena? ¿Tendrán el clitoris en los ojos? Los compadezco y siento mucha pena por ellos, yo viví una situación parecida con aquellos que derrumban muchos edificios sin tirarse un peo.
¿Les dije que los marinos cubanos eran pajizos? Les pregunto para poderme concentrar en el tema. Creo que sí, sigo adelante. ¡Oye! ¡Y como jode tener que masturbarse a secas! En la isla no implantaron esos trapos de las mujeres árabes por varias razones, no había tela, hay un calor del carajo, y a la gente de la isla les gusta la jodedera. ¡Aquello es pura vaciladera! Eso no lo arreglan ni después de Castro, ni los américanos, ni los rusos, y menos los chinitos de la era moderna.
Como les decía, es durísimo botarse una pajita a secas, sin nada que te inspire, sin tener una razón. Pero tienes que hacerlo porque los huevos se te revientan, es como los tanques de los autos, solo admiten cierta cantidad.
Cuando eres joven, la acción de deslastrar los huevos puede llegar de manera natural, hay que dejar trabajar al cerebro. Cuando estábamos en tierra y con el organismo adaptado a tener relaciones sexuales diarias, nos ocurre lo mismo que a las vacas. La ordeñan todos los días y al siguiente está ahí, lista para ordeñar nuevamente. El hombre es igual y cuando se es joven no se necesita esperar veinticuatro horas, siempre hay algo. Sales a navegar y esa frecuencia de lastrado y deslastrado de los huevos se interrumpe, no así la producción de leche, no olviden a la vaca que les puse de ejemplo. Pues los huevos se van llenando, la leche se va comprimiendo, se espesa mucho, cambia el color y no les cuento del olor cuando se pone vieja, como que todo lo viejo apesta. ¡El cerebro, ese gran amigo nuestro! Cruzas el Canal de Panamá y sabes que demorarás treinta días viendo cielo y mar, hasta que llegues a Japón para cargar las baterías. Para Europa el tiempo de angustia se reduce casi a la mitad, tal vez unos días más. Entonces, nuestro amigo el cerebro te pone a soñar que estas templando, casi siempre con una mujer diferente y a la que no has visto nunca. ¡Qué gran desilución! En el preciso momento en que piensas hacer la penetración, cuando acomodas a esa jeva que casi siempre está riquísima y es complaciente. Generalmente estas jevas no te dicen que andan con la regla, ni les duele el lumbago, ni están cansadas. Nada de eso, ellas son muy complacientes como les dije y vinieron a cumplir la misión que les ordenó el cerebro. Pues bien, abren las piernas, agarras puntería para dar en el centro de la diana, y en ese momento, en ese preciso momento que el glande (la cabeza) tiene contacto con aquella dulce, tibia y olorosa vagina, te vienes igualito que en la canción de Los Brincos, sin decirle, nada. Te despiertas encabronado por haber embarrado el calzoncillo y hasta la sábana. La jeva de los sueños se marcha al carajo y no la vuelves a ver, no te sabes su nombre, no puedes llamarla para que acuda a ti nuevamente. ¡Coño, es duro! Eso se repitió muchas veces y llegué a pensar y preocuparme. Imaginé que estaba padeciendo de eyaculación precoz, para los brutos que me leen, me refiero a los que se vienen rápido.
Pasan las semanas viendo solamente agua y cielo, mientras los huevos se van adaptando a su nueva situación. Entonces, esos sueños que sucedían semanalmente van extendiéndose en días. Te acuestas pensando en un bollo para provocar al cerebro y no llega nada. Hasta el cerebro se vuelve contra nosotros y te encojonas. Los huevos te pesan, el humor desaparece, no duermes y solo comprendes como escapar, llamas a Manuela. Pero como les dije, no es lo mismo tocarse inspirado en algo que a secas. Cuando vas hacia la isla era menos doloroso, ya se habían conseguido varias revistas pornográficas en el extranjero que los socios intercambiábamos. Solo se exigía una condición, que no embarraran las revistas de leche. Pero, antes de llegar a La Habana había que botar al mar esas revistas. Si las costas comprendidas entre Guanabo y El Morro hablaran, verán que no les digo mentira.
- ¿Por qué? Preguntó con mucha curiosidad mi amiga que ahora estaba embriagada con esta historia de las pajas.
- ¡Chica! Porque si te agarraban con una de esas revistas podían meterte preso. Le respondí.
-¿Preso por tener una revista pornográfica? ¡Qué hijos de putas son los comunistas! Esto no lo agregué yo, lo dijo ella de veras.
-¡Así mismo! Esas revistas eran consideradas “propaganda enemiga”.
-Pero ustedes las usaban solamente para botarse una paja.
-Así son ellos de extremistas, recuerdo a mi amigo el telegrafista Roberto Antunes. Un cuñado suyo lo echó pa’lante por tener una de esas revistas en su casa y lo botaron de la marina, ¿qué te parece?
-Son unos hijos de puta. Repitió de nuevo y me gusto, coincidimos en opinión.
-Sí, igualito a los musulmanes.
-¿Y ellos, qué tienen que ver?
-La misma mierda, cuando me mandaban a países árabes era como si me mentaran la madre, no podia cargar las baterías como en otros países. ¿No has visto como visten a sus mujeres?
-¿Cómo resolvías entonces?
-Con mucha imaginación, mucho coco. A veces hasta el cerebro no quería colaborar, ¿te imaginas?
-No lo creo, nunca he experimentado eso.
-Yo leía mucho, casi siempre eran libros de literatura clásica.¿Qué te cuento? Llegué a masturbarme con la novela “Germinal” de Émile Zola.
- ¡No te creo!
-¿Qué ibas a pensar? ¿Que me botaría una paja con los materiales de círculos de estudios que nos daban?
- ¡Qué mierda es ese sistema! Esto, la gente en el extranjero no lo comprenderá. ¡Ni una paja tranquilo!
-¡Ay, mi amiga! No sabes toda la frustación que llevamos dentro, no imaginas la cantidad de hijos regados en esos mares y océanos. No solo por la falta de esas putas revistas para inspirarnos, es que ganábamos $5.00 dólares a la semana. No alcanzaban para pagar un palo y si fuera suficiente dinero, tenías que elegir entre una vagina o un par de zapatos para tus hijos.
-De verdad que los comunistas son hijos de puta. Mira que meter preso a un hombre por tener una de esas revistas.
-Bueno, te dejo con tus conclusiones. Ya lo sabes, cuando escuches hablar de pajeros, no te olvides de aquellos infelices marinos cubanos de mis tiempos.