Cuba: Medio siglo con libreta de racionamiento, cinco décadas de hambre.
Por Javier del Campo
La Habana que parece un suburbio de sí misma, donde cada vez hay más barrios y manzanas con el espíritu y la traza de pueblos de campo. De hecho, es como si todo el país, harapiento y resudado, viviera en un portal, tapándose con un Granma y con una botella de ron casero al alcance de la mano. Piden dinero, soportan ferocidad e indiferencia, beben, rebuscan en la basura; los más emprendedores venden latas. ¿Son estos técnicamente mendigos o no? ¿Lo son las mujeres que corren con un niño en brazos hacia el grupo de turistas? ¿Lo son los ancianos que venden maní?
La vecina del apartamento de arriba le dice a voces a la de la planta baja: ¡llegó el pollo por pescado… y vence mañana!. El grito recuerda que ya pasa de 50 años la instauración de lacartilla de racionamiento, un sencillo adminículo que todavía cumple relativamente sus funciones como instrumento de control oficial, procurando igualar la pobreza de los cubanos.
“La libreta“, como popularmente se le conoce, desempeña la doble misión de aliviar las crónicas carencias alimentarias de la familia cubana distribuyendo algunos productos básicos a precios subsidiados, y a la vez, de servir al gobierno como uninstrumento más de dominaciónsobre la sociedad. No es una exageración, la historia está repleta de ejemplos que ilustran cómo los pueblos despojados de derechos y de la capacidad de producir y ganar su propio sustento, pierden también su condición de individuos libres y, como animales de corral, se someten a la voluntad de quien les procuran lo mínimo indispensable para no morir de hambre.
La cartilla, que según las propias declaraciones oficiales provoca gastos astronómicos al Estado en su celo por garantizar al menos una parte de la alimentación del pueblo, es –más que un bondadoso subsidio– una inversión política. En realidad, casi podría asegurarse que de no ser porla cartilla que administra el hambre evitando la hambruna, este país hubiese sido ingobernable.
La importancia que el régimen otorgó al sistema de racionamiento se refrenda en multitud de ejemplos que persisten. Toda una institución administrativa creada para tales efectos, con oficinas municipales –antes OFICODA, actualmente ORC (Oficina de Registro del Consumidor)–, empleados, archivos, almacenes y centros de distribución y venta, encargada de velar porque se cumpla la asignación de consumo exacta para cada cubano, incluyendo la concesión de exiguos productos “extra” para enfermos crónicos validados por certificados médicos, e incluso el control de campañas como la llamada “revolución energética” –con la entrega a nivel nacional y el control del pago de los equipos eléctricos chinos durante uno de los últimos delirios del deteriorado Comandante en Jefe.
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