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General: Rafael Rodríguez fue mucho más que el último novio de García Lorca
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 25/08/2014 18:23
El hombre que no desapareció tras Lorca
Rafael Rodríguez Rapún
fue mucho más que el último novio de Federico García Lorca

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Federico y Rafael, fotografiados para su cédula de identidad en Madrid. 
 
Rafael Rodríguez Rapún fue mucho más que el último novio de Federico García Lorca
Una obra firmada por Alberto Conejero, y un ensayo que aún busca editorial, reivindican la figura de un joven que encarna los temblores de una era que marcó a España para siempre

  
        Por Esther Alvarado,  Madrid   
"Nadie puede desaparecer del todo", desea Rafael Rodríguez Rapún en la obra 'La piedra oscura' (Antígona), firmada por Alberto Conejero, que se estrenará en enero de 2015 en el Centro Dramático Nacional. "Nadie puede desaparecer del todo"... y nadie es sólo una cosa en la vida. El mismo Rafael, por ejemplo, no fue sólo el último novio de Federico García Lorca, aunque la historia, tozuda, se esfuerce en recordarle de este modo.
  
No hay contribuciones con su firma a la literatura universal, es cierto, pero es muy probable (de hecho, algunos estudiosos así lo consideran) que 'Los sonetos del amor oscuro' de Lorca estuvieran dedicados a él. Su relación tormentosa con Federico los marcó a ambos y quién sabe si fue su última discusión lo que decidió fatalmente sus destinos.
  
Eso es lo que investiga el dramaturgo y filólogo Alberto Conejero en el archivo de la familia de Rafael. Tomás, el hermano pequeño de Rafael colaboró hasta su muerte (en 2012) a unir las piezas de este rompecabezas que Conejero se empeñó en desentrañar hace algunos años. "Esta pieza y el ensayo que le prometí a Tomás que escribiría nacen de mi amor por la obra de Lorca. Yo escribo teatro por Lorca. Cuando era joven escribía poemas y mi referencia era él", confiesa este joven autor que tiene entre sus títulos 'Cliff', 'Sweet Home' o 'Sicalipsis Now!'
  
El detonante fue la convocatoria de las becas de Dramaturgias Emergentes del INAEM hace tres años. "Pensé escribir este texto porque el momento político me llevaba a ello. 'La piedra oscura' [prologada nada menos que por Ian Gibson] sucede en el 37 y lanza preguntas sobre los cimientos de la democracia que me interesaba mucho hablar en este momento", comenta.
 
Para ello fabuló sobre un final distinto a la vida de Rafael Rodríguez Rapún, que en realidad murió justo un año después que Lorca, en un hospital de Santander a consecuencia de unas heridas producidas por el bombardeo de un avión italiano. "Sólo la ocasión es distinta. Todo lo que dice el personaje es real", aclara.
 
En 'La piedra oscura', Rafael es hecho prisionero y encarcelado por los sublevados. Le vigila Sebastián, un personaje inventado que le da a Conejero la oportunidad de poner en valor la mirada inocente del conflicto. Ambos se enzarzan en una conversación a tumba abierta que termina con ese dubitativo "nadie puede desaparecer del todo, ¿verdad?", pregunta que al autor le vale para la memoria de Rapún y para "los cadáveres que hay sin identificar en las cunetas de este país, incluido el de Lorca. No concibo que dar sepultura a estas personas sea un problema".
 
Aunque aún falta tiempo para que se estrene en el escenario del María Guerrero (Madrid), ya se sabe que el actor Daniel Grao será Rafael Rodríguez Rapún (a quien llamaban 'Tres Erres') bajo la dirección del argentino Pablo Messiez. "Si la obra puede conseguir algo es que, al ser nombrado en el teatro, Rafael por un momento viva en nosotros... Para mí eso es suficiente", señala el autor.
 
"No he hecho una hagiografía, porque no quería mostrar a Rafael como un santo. Y por eso aparece Sebastián: un muchacho que vive en un pueblo de Santander, que toca en la banda municipal, cuya madre ha muerto... Me da mucho miedo el teatro que se hace desde una supuesta superioridad intelectual y una supuesta certeza. Ése no es el lugar del teatro. El teatro debe lanzar preguntas para las que uno no tiene respuestas", reflexiona el autor.
 
La figura de Rafael no ocupa un lugar subsidiario en 'La piedra oscura' respecto de Federico; todo lo contrario. "No le he escogido para hablar de Federico, su figura merece atención autónoma por sí mismo", añade el autor y empieza a desgranar los pocos retazos que se saben públicamente de la vida de su protagonista y los que ha encontrado después de dos años de investigación.
 
"Federico y Rafael pasaron juntos los cinco últimos años de la vida de ambos". Cuando se conocieron, Rafael era un muchacho de 20 años que estudiaba Minas y Derecho y tenía el carné de socio del Atlético de Madrid. Federico, de 32, era ya un poeta y autor teatral consagrado. Según la obra de Alberto Conejero, Rafael se sintió fascinado por Federico. Iba y venía a él presa de una atracción irresistible entre tormentosas discusiones a causa de la penumbra en la que se desarrollaban sus relaciones.
 
"De hecho, 'Los sonetos del amor oscuro' están escritos en 1935 y hablan de una gran crisis entre Federico y Rafael, una de las muchas, por la clandestinidad a la que estaban condenados", asegura el filólogo.
 
Era la batalla, como recogió en un verso Federico, del "número y la rosa", que sirve igualmente en referencia al científico y el amante del teatro que Rafael llevaba dentro de sí. "Rafael entra en el teatro a través de la UGT, a la que él estaba afiliado, y llegó a ser secretario de La Barraca". De esa época, en el archivo familiar de los Rodríguez Bernís se conservan libros de gira, la agenda de La Barraca y otros documentos que revelan que "la salida de Federico no fue nada amable", fotografías inéditas, postales y primeras ediciones de las obras de Lorca dedicadas con letra picuda y dibujos infantiles a su "entrañable y leal camarada".
 
Para llegar a este "tesoro", Alberto Conejero tuvo que buscar a los familiares de Rafael y encontró que su hermano Tomás aún vivía. "Cuando le llamé por teléfono me preguntó qué quería contar de su hermano y le dije que quería rescatarlo del papel de "el amante de" que es algo peor que el olvido. Me dijo: 'Muchacho, coja un taxi', y me fui a verle". Fueron unas cinco o seis entrevistas, 10 horas de grabación en las que Tomás le contó al investigador detalles importantes y nimios y, junto con sus hijas Margarita y Sofía puso en sus manos el legado familiar.
 
"Tomás murió unos meses después de que yo terminase el texto teatral y a él va dedicado. También le prometí que escribiría un ensayo sobre todo lo que he encontrado en su archivo, y en ello estoy. Ya lo tengo empezado, pero todavía no tengo editorial", lamenta Conejero, que considera muchas de las imágenes que ha encontrado como históricas.
 
El ensayo mostrará a Rafael como lo que fue: "Un testigo inesperado e inopinado tanto de la vida artística de España (Generación del 27, nuestra historia teatral) como de la guerra. Su vida es un hilo conductor que, desde lugares no transitados, va a arrojar luz sobre algunos aspectos, como la propia muerte de Federico". "Yo no voy a hacer una biografía que no sea literaria. No quiero hacer un ensayo que no transmita el temblor de la vida de este hombre", añade Conejero.
 
El temblor de Rafael cuando, después de volver del norte, donde el estallido de la guerra le sorprendió, entró en su casa y su padre le recibió con un estoico: "Que sepas que han matado a tu amigo, el poeta". "Le han matado por mi culpa", se lamentó 1.000 veces ante su hermana María, que más tarde le contó a Toña, una modistilla de la familia con una memoria privilegiada, toda la historia de su hermano. Cuando está a punto de estallar la guerra Federico y Rafael discuten por lo mismo de siempre. Ha terminado sus exámenes y Rafael marcha al norte mientras Federico, que no se había exiliado para no irse de España sin él, se marcha a Granada "donde puede que se sintiera más seguro".
 
La muerte de Lorca no fue culpa de Rafael, sino de quien dio la orden y quien apretó el gatillo, pero durante mucho tiempo él "tuvo que vivir con esos fantasmas, aunque no es cierto que se dejase matar por eso", aclara el filólogo. "Fue a la guerra a luchar por la República, en la que creía, y murió desangrado porque un avión italiano le llenó de metralla".
 
Lo último que se sabe de él son las postales que mandó a la familia desde el frente, con los renglones bien firmes y la letra afilada. La última la envió desde Oviedo. Después está su tumba en el cementerio de Ciriego (Santander) y una anotación en el libro de registro justo antes que la de "un muchacho desconocido", triste metáfora del significado de la función, según su autor. "Es una obra que habla de la memoria como un espacio de Justicia. No puede ser malo enterrar a nadie. 'La piedra oscura' no es un acto de venganza; es un acto de reivindicación del dolor de los otros".
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 27/08/2014 17:10
El romancero lorquiano
grandes_amores_de_lorca.jpg (300×318) 
  
Los cuatro hombres del poeta, Salvador Dalí, Emilio Aladrén, Rodríguez Valdivieso, Rafael Rodríguez Rapún
Atléticos, morenos, altos y más jóvenes, pero muy diferentes La desconocida y poco estudiada vida amorosa de Federico García Lorca esconde una historia parecida a la de sus propios dramas
  

El hispanista Ian Gibson comenta que a Dalí no le gustaba ser tocado, que le producía una horrible sensación. García Lorca, confiesan los especialistas, intentó mantener relaciones sexuales con el artista, quien salió aterrado ante la propuesta. Fue el amor más desgraciado del poeta. Aladrén era un joven de tendencias bisexuales. Fue calificado por algunos como un 'trepa' que vio en Lorca un valedor de su arte, que no llegaba ni por asomo a la altura de Salvador Dalí. En este caso, Federico estaba ciego de amor.
 
Gracias a que lo abandonó, hoy podemos leer 'Poeta en Nueva York'. La relación que Federico García Lorca estableció con Eduardo Rodríguez Valdivieso quizá fue la más cercana a la amistad, aunque se sentía profundamente atraído por él, lo que el joven aprovechó en una Granada provinciana. Aunque Rafael Rodríguez Rapún no era homosexual quizá fue el hombre que más fascinado estuvo por la figura de García Lorca. Fue el secretario del poeta y su permanente acompañante. Federico le correspondió y abandonó La Barraca cuando expulsaron a Rafael, y renunció a México por estar junto a él.
 
LAS relaciones homosexuales de Federico García Lorca componen un romancero oscuro, un misterio del que sólo se conocen algunos testimonios y escasos documentos, pero lo cierto es que sentía verdadera pasión por aquellas personas a las que amó. En pocas ocasiones fue correspondido y no siempre eligió a la persona adecuada. Salvador Dalí, Emilio Aladrén, Rafael Rodríguez Rapún y Eduardo Rodríguez Valdivieso fueron, en algún momento, los hombres de su vida y de sus obras.
 
La familia García Lorca durante años evitó toda referencias a las inclinaciones sexuales del poeta, para evitar, según indicó Laura García Lorca, que «se confundiera su asesinato con un crimen sexual». La misma Laura reconoció que, pasados los años, la familia asumió el tema «con toda naturalidad».
 
SALVADOR DALÍ
 
El amor que no pudo ser
 
Federico García Lorca y Eugenio Salvador Dalí vivieron su particular 'Brokeback Mountain' en la España de los años veinte. Su relación trascendió la simple amistad. Se conocieron en 1922 en la Residencia de Estudiantes de Madrid (cuando tenían 24 y 18 años, respectivamente). Fue una gran historia de amor aunque nunca llegara a consumarse. Lorca, menos temeroso al erotismo, fue mucho más consciente del amor que sentía hacia su amigo. En cuanto Lorca lo vio se enamoró perdidamente de Dalí, pero éste no aceptaba su homosexualidad, entre otras cosas por la influencia de un padre muy severo, el notario de Figueras. Mantuvieron, a pesar de todo, una estrechísima relación personal y artística primero; y un complejo debate estético después, hasta 1928, cuando se produjo el alejamiento entre los dos.
 
Dalí había comenzado el servicio militar, pero tuvo tres meses de permiso que pasó con su amigo Federico entre Figueras, Cadaqués y Barcelona. En este momento llevaban más de un año sin verse y pasaron unos meses en íntima amistad.
 
Según el pintor, en mayo de 1926 el poeta intentó estar físicamente con él -quiso penetrarlo- y aunque Dalí se sentía halagado por el amor de Lorca, no accedió a sus deseos, ya que no se consideraba homosexual, lo que Lorca respetó siempre profundamente.
 
Dalí era muy crítico con la obra de García Lorca. Cuando se publicó el 'Romancero gitano', Salvador le dijo a Federico: «Tú eres un genio y lo que se lleva ahora es la poesía surrealista. Así que no pierdas tu talento con pintoresquismos». Y Federico le hizo caso; dio un golpe de timón a su obra y surgió 'Poeta en Nueva York'. Dalí se alió con Buñuel en 'Un perro andaluz', lo que le distanció de Lorca, que entendió que, con el título de la película, se referían a él. En esa época Salvador conoció a Gala en París.
 
Con todo, cuando los dos amigos se reencontraron en Barcelona, en el año 1934, ni el tiempo ni la distancia habían borrado esa relación. «Somos dos espíritus gemelos. Aquí está la prueba: siete años sin vernos y hemos coincidido en todo como si hubiéramos estado hablando diariamente...».
 
EMILIO ALADRÉN
 
La gran pasión
 
En 1928, Federico se desentiende en Madrid de la revista 'Gallo' hasta tal punto que será requerido por el director de la publicación vanguardista, su hermano Francisco García Lorca. Federico, aunque en su interior seguía estando atraído por el joven Dalí, se sentía estrechamente relacionado con el escultor Emilio Aladrén Perojo, que había ingresado en la Escuela de Bellas Artes en 1922, el mismo año que Salvador. Ocho años más joven que Lorca, Aladrén, nacido en 1906, era un chico llamativamente guapo, de cabello negro, ojos grandes y algo oblicuos que le prestaban un aire ligeramente oriental, pómulos marcados y temperamento apasionado.
 
Federico lo había conocido allá por 1925, pero intimaron en 1927. A Lorca le sedujeron el físico, encanto personal y aire «entre tahitiano y ruso», que decía la pintora Maruja Mallo, quien fue novia de Aladrén hasta que vino el momento en que Federico se lo «robó» sin más miramientos.
 
La mayoría de amigos de Lorca despreciaban a Aladrén como artista y persona, y consideraban que ejercía una influencia muy adversa sobre el poeta. A Federico le encantaba llevar a Emilio a fiestas y presentarlo como uno de los jóvenes escultores españoles más prometedores. La relación levantó los celos en algunos amigos del poeta y fue causa de escenas violentas.
 
Una joven inglesa llamada Eleanor Dove, llegada a Madrid como representante de la empresa de cosmética Elizabeth Arden, fue la causa de la ruptura de la relación entre el poeta y el escultor. Es el verano de 1928 y Lorca se ve sumido en una gran depresión, que le llevará a Nueva York. En esa época escribió una carta a José Antonio Rubio Sacristán, uno de sus amigos de la Residencia de Estudiantes, donde dice, entre otras cosas: «Ahora me doy cuenta de qué es eso del fuego del amor del que hablan los poetas eróticos y me doy cuenta, cuando tengo necesariamente que cortarlo de mi vida para no sucumbir».
 
Paradojas de la vida, Aladrén fue escultor y tuvo algún éxito haciendo bustos en bronce de prohombres franquistas. Murió prematuramente al finalizar la década de los años cuarenta.
 
RAFAEL RODRÍGUEZ RAPÚN
 
La gran atracción
 
Función especial de 'El amor brujo' en la Residencia de Estudiantes allá por 1933. Entre el público se encontraba un apuesto estudiante de Ingeniería, Rafael Rodríguez Rapún, 'el tres erres', que le decían. Nacido en Madrid en 1912, Rodríguez Rapún es de constitución atlética, buen futbolista y socialista apasionado. Hacía unos meses que se había incorporado a La Barraca. No era homosexual pero, según su íntimo amigo Modesto Higueras, acabó sucumbiendo de tal manera a los encantos lorquianos que no hubo vuelta atrás: «A Rafael le gustaban las mujeres más que chuparse los dedos, pero estaba cogido en esa red, no cogido, inmerso en Federico. Lo mismo que yo estaba inmerso en Federico, sin llegar a eso, él estaba inconsciente en este asunto. Después se quería escapar pero no podía... Fue tremendo».
 
Sólo se ha encontrado una carta cruzada entre Lorca y Rapún, la escrita desde la añoranza del poeta, en aquellos días a Argentina: «Me acuerdo muchísimo de ti. Dejar de ver a una persona con la que ha estado uno pasando, durante meses, todas las horas del día es muy fuerte para olvidarlo. Máxime si hacia esa persona se siente uno atraído tan poderosamente como yo hacia ti». Lorca regresa de Argentina y se retoma una relación que parece reforzada, porque cuando el poeta es invitado a Italia a un congreso teatral, la esposa de Ezio Levi, quien le cursó la invitación, le transmitió que podía «acudir con su esposa», a lo que Lorca le respondió que era soltero, pero que asistiría con su secretario personal, Rafael Rodríguez Rapún.
 
El poeta no dejó de querer a aquel muchacho, quien según algunos testimonios, como los de la escritora y esposa de Alberti, María Teresa León, quedó profundamente afligido al conocer la noticia del asesinato de Federico. Rapún recibió formación militar, paradójicamente en la localidad de Lorca, y dicen que se marchó a morir al frente del Norte, donde encontró a 'la flaca', el 18 de agosto de 1937, justo un año después que García Lorca.
 
EDUARDO RODRÍGUEZ VALDIVIESO
 
El 'amigo' de Granada
 
Fue el amigo granadino del poeta, y conservó sus cartas hasta su muerte, en 1997. Rodríguez Valdivieso, catorce años más joven que Lorca, era alto y apuesto, con ojos oscuros y una sensibilidad a flor de piel. Trabajaba a regañadientes en un banco granadino, amaba la literatura y era pobre e infeliz. Según Ian Gibson, conocer y enamorar a Lorca, ser amigo predilecto suyo durante aproximadamente un año, fue una de las experiencias fundamentales de su vida.
 
Se conocieron en febrero de 1932, en un baile de disfraces, en el Hotel Alhambra Palace. Él iba vestido de Pierrot y el poeta, de Dominó. Rodríguez Valdivieso recordaba que la fiesta duró hasta la madrugada: «... Se bebió tanto que, al día siguiente, pocos se acordaban de la pasada aventura».
 
Muestra de aquella relación es el contenido de una de las siete cartas que Lorca envió al granadino: «Recibí tu carta que contesto enseguida, muy contento de que te hayas acordado de mí, pues yo creía que casi me habías olvidado. Yo, como siempre, te recuerdo, quiero saber de ti y tener lazo de unión contigo».
 
El 18 de julio de 1936 Rodríguez Valdivieso visitó la Huerta de San Vicente para celebrar junto con su amigo la festividad de San Federico. Una de aquellas tardes terribles de guerra y represión Federico bajó de su dormitorio y le dijo que había tenido un sueño inquietante: un grupo de mujeres enlutadas enarbolaban unos crucifijos, también negros, con los que le amenazaban.
 

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