Habaneros usan playas improvisadas ante falta de instalaciones
Por Francisco Jara | AFP | LA HABANA -- Cada tarde, cuando la sensación térmica bordea los 48 grados Celsius en La Habana, Dalia Sandoval lleva a su sobrino de 12 años y a otros niños a bañarse a una derruida piscina situada a orillas del mar, que se llena con agua de las olas.
Ella pasa toda la tarde sentada y sin bañarse, sosteniendo en una mano un paraguas para cubrirse del sol tropical, mientras José, su sobrino de 12 años, y los demás niños se zambullen en el agua de mar que colma la piscina.
“Los acompaño porque el mar abierto está ahí mismo y me da miedo de que les pase algo”, explica Sandoval.
A lo largo de los 20 kilómetros de la costa habanera gente de todas las edades acude cotidianamente a bañarse a diversos sitios que, debido a que no están oficialmente “habilitados” como playas, carecen de instalaciones, baños y salvavidas.
Durante el verano (boreal) casi a toda hora del día hay bañistas en estos improvisados balnearios, que son destino frecuente de muchos habaneros que no pueden ir hasta las playas habilitadas, que quedan principalmente fuera de la ciudad.
Las únicas playas habilitadas en la capital son pequeñas y pertenecen a diversos “círculos sociales obreros”, por lo que sólo pueden ingresar sus socios.
Un “balneario” improvisado muy concurrido es llamado popularmente “El Yaque”, al que se accede cruzando el estacionamiento del famoso Teatro Karl Marx: un rompeolas de bloques de concreto ha dado forma a una entrada de mar donde el agua es muy apacible.
Unas cuadras más al oeste, en el sector diplomático de Miramar, hay otros puntos costeros que también son populares lugares para bañarse, aunque no tienen arena, sino rocas o cemento.
A la gente no le importa que no haya arena, porque estas “playas” les permiten escapar del calor agobiante, algo muy difícil de lograr en Cuba durante el verano.
“Siempre vengo a esta playa para escapar del calor. Pasamos un buen rato aquí, desde las 8 de la mañana hasta las 5” de la tarde, dice Michael Sánchez Díaz, de 15 años, del barrio habanero de Marianao.
El muchacho cuenta que acude casi a diario a bañarse a la “playa de Calle 26” con un “socio” (amigo).
Con recursos escasos y muchas necesidades, los cubanos recurren a la creatividad para escapar del calor, que este verano ha sido particularmente severo.
El trabajador privado Reinier Labrada creó su propia fórmula para refrescarse: se pone traje de baño y simplemente se echa agua con un cubo frente a su casa en el barrio La Víbora.
Algunos más solventes han comprado piscinas plásticas o las han hecho construir en sus casas. Hay quienes tienen piscinas más grandes y permiten que acudan sus vecinos pagando una entrada, un negocio que florece en el verano.
La entrada a una de estas piscinas privadas vale al menos 2 dólares; en un hotel de La Habana cuesta de 10 dólares hacia arriba.
Cuba vive actualmente el tercer verano más cálido desde 1951, con una temperatura media de 28 grados Celsius, según el Instituto de Meteorología.
Más allá de lo que marcan los termómetros, la “sensación térmica” es mucho mayor debido a los altos índices de humedad que tiene la isla. Un especialista explicó en la televisión que con 34 grados y la alta humedad, lo que sienten las personas son unos 48 grados.
Se agrega este verano una aguda escasez de cerveza, una de las bebidas favoritas de los cubanos junto con el ron, debido a una caída de la producción nacional por falta de materia prima importada de Europa.
A sólo 20 kilómetros de La Habana se encuentran las “Playas del Este”, casi tan bellas como Varadero y que atraen a turistas todo el año. Sin embargo, para muchas familias habaneras es demasiado complicado y caro ir hasta ellas.
Por esta razón, una buena alternativa es ir a bañarse a alguno de los balnearios no habilitados dentro de la capital, a los que casi todos llegan de una manera sencilla y barata: caminando.
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