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General: LADY GAGA, siempre provocativa triunfó con su show en Tel Aviv
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 15/09/2014 17:26
Lady Gaga rinde a sus monstruos en Tel Aviv
Tony Bennett se sumergió a sus 88 años en el vodevil carnal de la extravagante artista de 28
23.000 fans se olvidaron de las sirenas y los refugios para seguir el concierto pop que lidera todos los excesos
  
la_mas_hot_del_verano_europeo.jpg (600×600)
 
Lady Gaga, siempre provocativa, triunfó con un show espectacular, el mismo que podrá vivirse en Barcelona.
«!Shalom, os adoro!,», bramó Lady Gaga en su rutilante aparición en el concierto del sábado en el Ha Yarkon Park de Tel Aviv y más de 23.000 personas entraron de inmediato en éxtasis al escuchar la voz de la diva del Artpop en su gira mundial, que llegará a Barcelona el próximo mes de noviembre. La intérprete estadounidense desafió la tensión de la región, cumplió su promesa de ofrecer una «fiesta delirante», a pesar de que ha perdido fuelle, y volvió a dar muestras de una creatividad sin límites llevando a sus seguidores a un planeta imaginario inspirado en los abismos del océano en los que sumergió al mismísimo Tony Bennett, quien a sus 88 años no se resistió a interpretar con su excéntrica amiga el vibrante dueto Cheek to Cheek.
  
Los acordes de Aura, Venus, Gypsy, Do What U Want, Applause, Alejandro o Bad Romance enloquecieron a un público entregado desde el primer instante del concierto en esta segunda visita a Tel Aviv de la poderosa contralto. Lady Gaga dejó patente en el centro económico de Israel y una de las ciudades más en boga dentro del circuito internacional del turismo gay, que ella es diferente y que se gusta muchísimo. Autoestima, satisfacción a raudales y un dinamismo frenético e imparable brotaban incontenibles de los poros de la estrella de 28 años que se enfundó una decena de trajes, incluido uno de pulpo, a lo largo de la noche, tras superar el sabbath judío.
 
A sus «pequeños monstruos», los que pasan la noche a la intemperie para comprar una de las entradas de sus conciertos, les hizo todo tipo de guiños de complicidad durante los 120 minutos del vodevil carnal más indecente, plagado también de mensajes sugerentes a la moda y la tecnología. A la «madre monstruo» le perdonan hasta que haya perdido el descaro de sus giras pasadas. Su nuevo disco, el cuarto, no tiene el tirón de Born this way (2011) o The Fame (2009). Lady Gaga se ha dejado por el camino hacia el Artpop del cuarto álbum las escenas de esclavitud y masoquismo y ha renunciado al sexo y a la violencia de alto voltaje en un país donde los ortodoxos judíos trataron de vetar el show por «inmoral».
 
Lady Gaga se había desmarcado en Israel de los conflictos políticos del mundo haciendo oídos sordos a los que le exigían la cancelación de su concierto por la reciente ofensiva militar del Gobierno sionista en la Franja de Gaza. Ella, de nuevo diferente, no se amilanó como sí lo hicieron Backstreet Boys, Lana del Rey o Paul Anka, que plantaron a sus seguidores israelíes. Lady Gaga dio la cara y siguió a lo suyo: con su escandaloso repertorio de tangas, sostenes, pelucas y tacones imposibles en una ciudad que sabe divertirse sin dramatismos mientras convive con el rugir de las sirenas de guerra, las carreras a los refugios y el espectáculo de contemplar los blancos de las baterías antimisiles. «A mí nadie me dice donde tengo que actuar», gritó desafiante la estrella del pop acompañada de sus espectaculares bailarines antes de interpretar Manicure. «Os quiero porque amo vuestro talento y vuestra creatividad», añadió al borde de unas fingidas lágrimas que desataron el alborozo de un público enloquecido que lleva con resignación la última crisis del largo conflicto israelo-palestino. La tregua alcanzada el 28 de agosto, a tan sólo 15 días del show, no animó a la compra de entradas desde el exterior de Israel para un espacio con un aforo de 55.000 personas.
 
La dualidad y las contradicciones de Tel Aviv casan a la perfección con la esquizofrénica personalidad artística de Lady Gaga. Los monstruos adoran la desvergüenza de la súperestrella y la sensatez familiar de Stefani Germanotta, nombre con el que creció atormentada por sus complejos la artista neoyorquina que un día decidió ponerse el mundo por montera y explotar los «dos corazones» y las «dos almas» que guarda su «espíritu gitano» con el que se despidió. «Volveré pronto», prometió la diva de todos los excesos imaginables.





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