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General: CUBA, EL PAÍS QUE DESAPARECIÓ--
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 13/10/2014 17:04
Monte, la calle más popular
 

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La Calzada de Monte,  sin alcanzar la elegancia de Galiano, San Rafael o Neptuno
era la preferidade los ciudadanos de menores recursos económicos para hacer sus compras.
         Fernando Dámaso  | La Habana |  Diario de Cuba
La Calzada de Monte, que una vez compartió su nombre con los del Horcón y del Pilar en su último tramo, donde ella termina y comienza la Calzada del Cerro, carece de las magníficas casas quintas y residencias señoriales de esta última, excepto en su comienzo en la Calle Egido, donde se encuentra la plazoleta de Las Ursulinas.
 
Aunque en la época colonial también se le conoció como Príncipe Alfonso, por Alfonso de Borbón, quien sería después rey de España, en los primeros años de la República recibió el nombre de Máximo Gómez, debido a haber entrado a La Habana por ella el invicto general mambí. Sin embargo, se le ha conocido mayormente como Calzada de Monte o, simplemente, calle Monte.
 
Durante los años republicanos se convirtió rápidamente en una vía preferentemente comercial, sin alcanzar la elegancia de Galiano, San Rafael o Neptuno, siendo la preferida para hacer sus compras por los ciudadanos de menores recursos económicos.
 
En el número 504 de la calle Egido, donde tiene su entrada principal, pero ocupando toda la manzana de Monte y parte de la de Zulueta, se encuentra el que fuera palacio de los condes de Casa Moré, sus primeros propietarios, y después de los marqueses de Villalba, una sólida construcción de 1872, considerado uno de los más majestuosos palacios habaneros, después del de Aldama en la Calzada de Reina, el cual posteriormente fue ocupado por los Ferrocarriles Unidos, una empresa inglesa,  y más tarde se convirtió en locales de comercios, viviendas y la sede de la Sociedad Cultural Rosalía de Castro. Esta última situó entre los balcones de la segunda planta esculturas en piedra de aldeanas gallegas, las cuales posteriormente desparecieron.
 
Enfrente, el edificio que fuera sede de la Havana Electric Railway, Light and Power, Co., la cual se dividió en dos empresas, trasladándose la primera —la Havana Electric Railway— hacia una casona en Monte y Ángeles, y quedando la segunda —la Light and Power Co.—, denominada Compañía Cubana de Electricidad, en el lugar, con el valioso reloj Tiffany en su entrada. Al trasladarse esta empresa a su nuevo edificio, construido en la Avenida de Carlos III, el local se convirtió en una dependencia de Salud Pública y hoy, después de abandonado y de ser saqueado, ha sido entregado a la Oficina del Historiador de la Ciudad.
 
A continuación, aparece un inmueble que fuera propiedad del conde de Lombillo, transformado en una destartalada y sucia ciudadela y, cruzando la calle Zulueta, en el número 51, el edificio en restauración de la que fuera  fábrica de tabacos F. Palacios y Cía., fabricante de las marcas Punch, Hoyo de Monterrey y Belinda, lo que queda del comercio de telas El Telar y, en el número 63,  lo que queda de la popular tienda por departamentos La Sortija, donde nuestras abuelitas resolvían sus necesidades para la costura, hoy desabastecidos, sin aire acondicionado ni otras facilidades. En la esquina de la calle Cárdenas, está el viejo bodegón, convertido en un deprimente tugurio gastronómico.
 
Más adelante, los locales preferentemente ocupados por estudios fotográficos en los años 40 y 50, cuando las cámaras eran de cajón y con fuelle y se utilizaban los destellos para iluminar, y el célebre pajarito chasqueando los dedos de la mano para atraer la atención del que se retrataba, y a las madres les gustaban las fotos de sus hijos con sofás y butacas de mimbre y perritos de peluche acompañantes, al igual que a las quinceañeras con vestidos largos, las columnas con jarrones de flores y tules. También asistían las novias para hacerse alguna foto artística antes de la boda. Eran los tiempos en que bastaba con una ampliación coloreada o a colores y seis o doce postales para regalar, cariñosamente dedicadas, a los familiares y amistades cercanas.
 
Más adelante, se encuentran las ruinas del Hotel Isla de Cuba, la tiendas La Francia Moderna, La Isla y La Isla de Cuba. En el 259, la tienda por departamentos La Nueva Isla. En el 301, el Ten Cents, menos moderno que el de Galiano y San Rafael, con su aire de tienda antigua, pero también con aire acondicionado y música indirecta, ahora denominado Variedades Monte, y en el número 305, París Viena.
 
Enfrente, a lo largo de toda la calzada, el espacio abierto que se extiende hasta la calle Amistad entre Estrella y Monte, donde se encontraba el café Marte y Belona y la academia de bailes del mismo nombre, en la cual cada pieza costaba unos cuantos centavos y cansadas bailarinas esperaban por los clientes, desde hace años demolidos y ocupado el espacio por algunos kioscos. Este gran espacio abierto se engalana con la plazoleta donde se encuentra la fuente y la escultura de la Noble Habana o de la India, como es más conocida, con sus delfines acompañantes que, aunque da su frente al Paseo del Prado, del cual marca su final, siempre ha estado muy cercana a la Calzada de Monte y a sus transeúntes. 
 
En la década del 50, los edificios de esta zona lucían en sus azoteas enormes anuncios lumínicos, que daban colorido a las noches, y en Navidad sus portales eran ocupados por tarimas sacadas por las propias tiendas y otros vendedores, que ofertaban variados productos de ocasión, asequibles a la mayoría de los bolsillos, llegando a la apoteosis en la noche previa al Día de Reyes, cuando se llenaban de juguetes de todo tipo y precios, con liquidación al costo a partir de las doce de la noche.
 
En la calle Monte, a partir de la calle Estrella, mucho más angosta, con excepción de La Casa Fraga, proliferaban los pequeños comercios, la mayoría estrechos y profundos con dos vidrieras y aire acondicionado como, en el número 453, la cuchillería La Sin Rival; en el 501, la tienda Punch; en el 651, El Gallo; en el 913, El Alba; en el 1058, La Defensa, y otros, algunos hoy totalmente transformados o inexistentes, muchos convertidos en viviendas precarias, llegando hasta la Calzada de Belascoaín, donde después de rellenada la marisma que allí existía, surgieron los conocidos Cuatro Caminos, con sus bodegones españoles y paradas de ómnibus y tranvías, por bifurcarse en el lugar las Calzadas de Monte, su continuación hacia la del Cerro, la de Belascoaín y la de Cristina.
 
Cerca de allí, en la manzana comprendida entre Monte, Cristina, Arroyo y Matadero se construyó en 1920 el Mercado General de Abasto y Consumo, un edificio de dos plantas con sótano y un paso a nivel hacia otra edificación de la manzana aledaña, conocido popularmente como el Mercado Único, de  Cristina o de los Cuatro Caminos. Las mercancías entraban allí al anochecer, se distribuían por las diferentes casillas y se vendían mayormente de madrugada y al amanecer. A las once de la mañana cesaban las ventas y se procedía a la limpieza general.
 
Actualmente, la edificación se encuentra con filtraciones en los techos, bastante deteriorada, desabastecida y sucia.  En el tramo desde aquí hasta la Esquina de Tejas, sobreviven transformados algunos comercios como Casa Grande, La Ideal, La Lucha, Alborada y Casa Mimbre, y los espacios donde existieron otros ya desaparecidos, como El Bodegón de Tejas y la fonda El Globo, están ocupados por ruinas o por edificaciones a punto de derrumbarse.
 
La calle Monte de hoy no tiene nada que ver con la popular, comercial y bulliciosa de antaño, recorrida entonces hacia abajo y hacia arriba por numerosos compradores o simples curiosos de conocer lo que se ofrecía en sus establecimientos, menos suntuosos que los de Galiano, pero abarrotados de productos a mejores precios.
 
Con locales convertidos en viviendas, comercios desabastecidos y venidos a menos, sin aire acondicionado ni ventiladores, sin vidrieras o con vidrieras rotas y sucias, maltrato generalizado de sus dependientes, derrumbes, ruinas, aceras destruidas, mugre y ciudadanos de a pie que, presurosos y mal vestidos, cargan con muchas necesidades sobre los hombros y poco dinero en los bolsillos, da vergüenza y tristeza recorrerla.



Fuente  Diario de Cuba


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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 13/10/2014 17:10
San Rafael, otra calle elegante
Una calle elegante, que tuvo las aceras más originales
 y hermosas de la ciudad, hoy muestra los golpes recibidos del socialismo.
  
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San Rafael en la actualidad
EL PAÍS QUE DESAPARECIÓ
FERNANDO DÁMASO | La Habana | Diario de Cuba
San Rafael es una calle que se extiende desde Monserrate, oficialmente denominada Avenida de Bélgica, frente al monumento al ingeniero Francisco de Albear (quien en época de la Colonia diseñara y construyera el acueducto que, por gravedad, abasteció de agua potable a la ciudad de La Habana, considerado una de las 7 maravillas de la ingeniería civil cubana), se interrumpe brevemente por el rectángulo del Parque Central, y termina en  la calle Ronda, que bordea por un lado la Universidad de La Habana.
 
Forma parte de las arterias secundarias que formaron el entramado de la ciudad, entre la Calzada de San Lázaro y la Avenida de Carlos III. Recibió su nombre de los comisionados que la delinearon. Antes se llamó De los Amigos y Del Monserrate, porque partía de la puerta de las murallas de ese nombre, así como Del Presidio, porque conducía al lugar donde existía una casa de corrección, donde después se construyó el Teatro Tacón y, más tarde, al demolerse este, el Palacio del Centro Gallego.
 
La calle carece de una historia relevante hasta la primera mitad del siglo XX cuando, en su intersección con la Calzada de Galiano, compartió importantes establecimientos comerciales, los cuales se extendieron posteriormente en dirección al Paseo del Prado. Este tramo, por la tanto, es el más interesante. En estas cinco cuadras se concentraron toda su riqueza y belleza, además de su bien ganada fama de calle elegante, más aún después de contar con aceras de granito blanco con dos sinuosas franjas en granito verde, que la hacían original y única.
 
San Rafael comienza en el espacio donde se encuentran dos edificaciones importantes: a su derecha la Manzana de Gómez, y a su izquierda el Palacio del Centro Asturiano. El primero, un gran edificio de cinco plantas que ocupa la manzana de las calles Zulueta, San Rafael, Monserrate y Neptuno, fue comenzado a construir de una sola planta en 1890 por Julián de Zulueta, después paralizado en 1894 y  concluido en 1917 por la familia Gómez Mena, con la adición de  cuatro plantas más. Estaba dedicado a comercios en los bajos, con sus dos calles interiores en diagonal, y oficinas, bufetes, legaciones diplomáticas y consulados, además de las academias Pittman y Gregg, en los altos.
 
En sus locales de la calle San Rafael, a partir de Monserrate, existía la peletería La Exposición y, hacia Zulueta, los comercios El Escándalo y El Lazo de Oro, así como, ya en la esquina, una vidriera de venta de tabacos sueltos y cajas de tabacos y el Salón H, conocido café que en su agonía en los años 70 solo ofertaba, en algunos horarios, croquetas de pescado al plato —sin acompañamiento— y, en casos especiales, un pan con tortilla que se tostaba en una vieja y sucia plancha eléctrica a la que se le colocaba un contrapeso, a veces acompañado por un refresco Son blanco o negro, como se denominaba si era de limón o de cola.
 
Con el paso del tiempo y la falta de atención y de mantenimientos, la Manzana de Gómez fue decayendo, y sus desabastecidos establecimientos se volvieron sucios y malolientes, así como sus calles interiores, hasta que, con el objetivo de obtener divisas, fueron reparados y convertidos en tiendas y comercios de venta en moneda libremente convertible, instalando en parte de sus altos una escuela deprimente que carecía hasta de ventanas. Hoy se encuentra en proceso de reparación capital para transformarlo en un hotel.
 
El segundo de los edificios al inicio de la calle, el Palacio del Centro Asturiano, que ocupa la manzana de las calles San Rafael, Zulueta, San José y Monserrate, construido en 1927 en estilo renacimiento español, con marquesina de hierro fundido y la decoración pictórica del techo del salón principal realizada con motivos de Asturias por el pintor Mariano Miguel González, así como con su hermosa escalera y el gran vitral emplomado que representa el viaje de las tres carabelas de Cristóbal Colón, tuvo en sus bajos, por San Rafael, algunos comercios, entre ellos la Cuba Electric cerca de Monserrate y Caribbean Photo Co. S.A. en el número 3.
 
También este edificio sufrió el abandono, la falta de mantenimientos y la readaptación arbitraria de sus locales, siendo subutilizado por diversos organismos e instituciones estatales durante demasiado tiempo. Finalmente restaurado, se convirtió en el edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes.
 
En el espacio que separa ambas edificaciones —el inicio de la calle San Rafael—, en la época republicana existían parqueos a ambos lados y tránsito de vehículos y personas entre Zulueta y Monserrate. Posteriormente se transformó en un parqueo cerrado con entrada y salida solo por Monserrate, y más tarde en un espacio peatonal con cinco palmas de metal con agresivas pencas del mismo material, decoradas por algunos artistas plásticos del patio, que lucen anacrónicas al compararlas con las palmas naturales del Parque Central.
 
Después de superar el Parque Central, San Rafael reaparece entre dos edificaciones importantes: el histórico Hotel Inglaterra, construido en 1856, ampliado en 1891 y remozado en 1915, y el Palacio del Centro Gallego, construido en 1915, un edificio ecléctico con ascendencia francesa y neobarroca, transformado junto con su teatro, en la sede principal del Ballet Nacional de Cuba. Aunque ambos solo le entregan sus laterales, pues sus frentes dan al Paseo del Prado, aportan a San Rafael un marco majestuoso.
 
A continuación aparecen los comercios que componen la calle, algunos de ellos tristes sobrevivientes pobres de su época de esplendor, pues San Rafael, después del año 1959, al desaparecer la mayoría de los artículos de consumo de las tiendas y comercios, sufrió dos tristes  transformaciones: la conversión de sus múltiples vidrieras en espacios tapiados, con pequeñas aberturas geométricas, a través de las cuales los transeúntes podían observar jarrones, adornos, cuadros y otros objetos de arte, argumentando las autoridades que constituían una original galería abierta, ya que en el socialismo no hacían falta vidrieras para exhibir las  mercancías, pues estas se consumían según la necesidad y no por la publicidad que se hiciera de ellas.
 
Al restablecerse la importancia del dinero y del comercio, se ejecutó la destrucción de sus hermosas aceras, para crear un boulevard de tránsito peatonal con establecimientos a ambos lados, hoy bastante deteriorado, sucio y grasiento, totalmente ajeno a la calle que sustituyó.
 
Allí existían lujosas tiendas y comercios con aire acondicionado, música indirecta, bien abastecidos y con empleados atentos y respetuosos, como J. Mieres y Cía. —los famosos sastres camiseros—, la Cía. Cubana Radio Philco S.A., la joyería de Gastón Bared —representantes en Cuba de las marcas de relojes Omega, Cartier y Bretting—, la joyería Letrán de Isaac Barquet, casi esquina a la calle Consulado,  J. Vallés, Giralt, Brummel, Ellas, la óptica El Telescopio, la sastrería Oscar, Sánchez Mola, los Almacenes Cadavid, la joyería Cuervo y Sobrinos —representantes en Cuba de la marca de relojes Longines—, la tienda de regalos Indochina, el Bazar Francés, la joyería Chantilly, Belinda Modas y las grandes tiendas Fin de Siglo y El Encanto —esta última destruida por un incendio en 196l.
 
Hoy se observan allí dispersos espacios comerciales y gastronómicos mal abastecidos. El entorno, además se afea y ensucia con la venta callejera de pizzas, refrescos, frituras, emparedados y otras comidas rápidas, consumidas por apurados y descuidados transeúntes nacionales y extranjeros.
 
Algunos locales, con mejor suerte, han sido transformados en tiendas de arte y de literatura, como la Galería Collage en el número 101; Arte Habana, en el 110, donde estuvo J. Vallés,  y el Centro Cultural Habana, en el 256; Giralt en el 155, antes dedicada a la venta de electrodomésticos de importantes marcas, cuyos logotipos ejecutados en cerámica no han podido ser destruidos y aún se conservan en su fachada —Philco, Hotpoint, etc—, rebautizada América Libre, por esa manía "libertaria" que tienen nuestras autoridades, primero se dedicó a la venta de muebles procedentes del campo socialista a precios inalcanzables para la mayoría de los cubanos y, desaparecido este, a vender ropa reciclada, según los anuncios "de primera categoría", y ahora a la venta de muebles artesanales.
 
Del local del hermoso cine Rex Duplex, convertido en ruinas, solo queda su fachada toscamente reparada como simple cascarón escenográfico para ambientar la calle y, en la otra acera, en el número 68, el Cinecito, que antes proyectaba únicamente "muñequitos" para los niños, trata de sobrevivir con las películas de animación actuales, desde Elpidio Valdés, pasando por los "mangas" japoneses hasta la producciones "del enemigo", y dedicando la función nocturna de los lunes al cine club Sin Frontera, donde se exhiben filmes de diferentes nacionalidades para adultos.
 
Dispersos aparecen algunos establecimientos de diferente designación como el cabaret Calesa, en el número 60; el bar Nautilius, en el 66; las tiendas Gastón, en el 102, y Dominó, en el 154; la heladería El Arlequín, en el número 158; Licorama en el 201;  la tienda El Asia en el 209; la barbería San Rafael en el  213; la tiendas Oasis en el 214 y El Toldito en el 216; el mercado Oso Blanco en el 257, y la tienda de alquiler de trajes y disfraces en el 356.
 
Después de Galiano, dos grandes tiendas cuyos laterales daban a San Rafael: Flogar, totalmente venida a menos, sin aire acondicionado, oscura y desabastecida, con empleados cansados, sudorosos y poco atentos y, donde existió el magnífico Ten Cents de Galiano, agradable, iluminado y bien abastecido, la negación de lo que debiera ser una tienda: Trasval, un comercio sin vidrieras al frente, sustituidas por paredes de mármol negro, y tapiadas las que daban a la calle San Rafael, así como la puerta  existente.
 
Más adelante, en la esquina de la calle Manrique, el colegio de las Escuelas Pías de La Habana, hoy maquillada su fachada pero en deprimente estado de deterioro sus aulas, comedor e instalaciones sanitarias, así como su patio interior. Después, el edificio que perteneciera al periódico Información, enrejado y ocupado por una empresa y, junto a él, el paladar San Cristóbal.
 
En realidad, a partir de San Nicolás, San Rafael parece una calle bombardeada y calcinada, con multiplicidad de viviendas improvisadas donde antes existieron pequeños comercios, otras en ruinas o a punto de desplomarse, edificios clausurados convertidos en vertederos públicos, intransitable por su mal estado, con aguas albañales corriendo junto a sus  aceras destruidas, polvo, suciedad y basura sin recoger y venta de cárnicos sin refrigeración en algunas puertas y ventanas. 
 
Al cruzar la Calzada de Belascoaín se adentra en el denominado barrio de Cayo Hueso, donde el hacinamiento y la destrucción se hacen aún más ostensibles, así como la marginalidad imperante, y pueden hasta verse agentes del orden público con perros pastores en algunas esquinas. Se logra cierto pequeño respiro al cruzar la Calzada de Infanta y trepar hacia la Universidad donde, tal vez por la altura, el aire se hace más respirable. Aún así, en este tramo también abundan las viviendas y comercios maltratados por los años y la desidia.
 
San Rafael, que llegó a ser una calle elegante, en competencia con la Calzada de Galiano, y que tuvo las aceras más originales y hermosas de la ciudad, así como agradables tiendas y comercios, hoy muestra los golpes recibidos del socialismo y las heridas dejadas por este, incapaz no solo de generar desarrollo sino también de preservar el recibido, producto del trabajo, los sacrificios y el talento de las generaciones precedentes. 

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  Fuenete  Diario de Cuba    

Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 13/10/2014 17:11


Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 25/10/2014 17:56
EL PAÍS QUE DESAPARECIÓ
Belascoaín es una calle triste de día y sombría de noche,
transitada solo por quienes no tienen más remedio que hacerlo.
 
Nacimiento de Belascoían en Malecón, visto desde San Lázaro.
La calzada triste
Fernando Dámaso | La Habana, Cuba  | Diario de Cuba
La Calzada de Belascoaín, como calle, se abrió en 1782. Se llamaba entonces Gutiérrez, por ser el apellido de quien la construyó en interés de su negocio, y después De la Beneficiencia, por encontrarse junto a ella la casa de este nombre. En 1843 se le comenzó a llamar Belascoaín, por el conde del mismo apellido muerto en España, amigo del capitán general. Entonces tenía arbolado a ambos lados. En la época republicana se le cambió el nombre por el de Avenida Padre Varela pero, como ha sucedido en otros casos, no prosperó, siendo conocida actualmente como Calzada de Belascoaín.

Comienza en el Malecón. En su inicio, en su lado izquierdo, existían algunos comercios con grandes vallas lumínicas en sus azoteas. A la derecha, cruzando San Lázaro, se encontraba la Casa de Beneficiencia, construida en 1794 para dar albergue y prestar cuidados a recién nacidos abandonados por sus progenitores, quienes los depositaban en un torno que existía al efecto, asegurando el anonimato de los mismos. Todos los que se criaban allí y no eran adoptados, recibían el apellido Valdés.

A su lado, se encontraba el Asilo de Mendigos San José. En el lugar se comenzó a levantar un edificio para la sede del Banco Nacional de Cuba el cual, sin estar aún terminado, estuvo 20 años abandonado, sufriendo hasta un incendio. Posteriormente fue concluido y reacondicionado como el Hospital Hermanos Ameijeiras, con el frente hacia San Lázaro, con los inconvenientes propios de una edificación demasiado alta y no diseñada para estos fines.

Las edificaciones de la Casa de Beneficiencia y del Asilo de Mendigos fueron demolidas en los primeros meses del año 1959. A continuación, entre las calles Virtudes y Concordia, se encontraba la Plaza de Toros, después demolida, cuando se prohibieron las corridas de toros en el país y, en la manzana de las calles Concordia, Marqués González, Lucerna y Virtudes, el Frontón Jai Alai, dedicado a la pelota vasca, el famoso Palacio de los Gritos, por la gritería durante los partidos en medio de las apuestas que se hacían, cuyo primer partido se celebró en 1901 y el último en 1921.

También existieron dos frontones más: el Habana-Madrid (Belascoaín y Sitios), con 140 puertas y ventanas y 1.800 asientos, conocido como La Bombonera, porque en él practicaban el juego preferentemente las mujeres, y el Nuevo Frontón (manzana de San Carlos, Peñalver, Desagüe y Belascoaín), abierto en 1921 y cerrado en 1923, aunque continuó ofreciendo partidos esporádicos de pelota vasca hasta 1936, denominado el Palacio de las Luces. En este lugar, convertido ya en el Palacio de los Deportes, posteriormente se construyó el edificio del Palacio de la Confederación de Trabajadores de Cuba.

En el número 73 de Belascoaín se encontraba el hotel San Luis y, más adelante, el Majestic, desde hace años inexistentes. En el número 152, la fábrica de tabacos Romeo y Julieta; en el 159, el cine Palace; en el 207, la tienda El Sol de Oro y en el 267, La Casa Prado, sastrería y camisería, famosa por su campaña publicitaria denominada "El hombre de La Casa Prado", del cual se informaba por la radio el lugar donde se encontraría en determinado horario, debiendo ser reconocido para obtener el premio, que consistía en alguna de las prendas de vestir que la misma confeccionaba.

En el número 353 se encontraba la famosa peletería Primor, donde durante mucho tiempo fue el único lugar para adquirir zapatos de esa marca, de forma priorizada por quinceañeras y novias, al precio de 50 pesos cubanos, cuando todavía no existía la doble moneda. El resto de los ciudadanos, tanto adultos como niños, debían usar entonces zapatos plásticos, denominados popularmente "ollas de presión", por el calor que generaban y las laceraciones que producían en los pies. Fue una idea "genial" de alguien que nunca los usó, para resolver el problema de la falta de pieles para fabricar calzado.

Más adelante,  en el número 357 estaba Le Grand París; en el 362, Bernalú y en el 372, el cine Miami, después rebautizado Bayamo, hoy convertido en una llamada Tienda del Mueble, y en San José se encontraba el bar Strand. En el número 404, la tienda Gran Habana, y en el 462 y 464, la mueblería La Villa María. Después, la Calzada de Zanja, donde se instaló en 1930 el segundo semáforo que tuvo La Habana, con la tienda La Mía, el Café OK, cuya especialidad eran los sándwiches, y Super Cake S.A., en los bajos de un moderno edificio de apartamentos.

La Casa de las Medias quedaba en el número 508 y, ya en la Avenida Carlos III, el edificio de la Gran Logia de la Isla de Cuba, más conocido como el Templo Nacional Masónico, construido en 1955 por el arquitecto Emilio Vasconcelos, de 10 pisos con una bola del mundo giratoria y el símbolo de los masones sobre ella, visible desde diferentes puntos de la ciudad, y en el hall una escultura de José Martí del escultor Sicre.

Enfrente estaba La Casa de los Tres Kilos, la popular tienda por departamentos. Cruzando Carlos III, el parque dedicado en 1921 a Carlos Finlay y a sus compañeros, descubridores del agente transmisor de la fiebre amarilla. Enfrente, el edificio donde estaba la llamada Casa de las Viudas, lugar donde existían algunas oficinas del gobierno colonial, pero cuyo mayor espacio se empleaba para dar albergue en habitaciones y pequeños apartamentos, además de ayuda,  a las viudas y familiares de empleados civiles y militares fallecidos en ejercicio del cargo, después sede de la Secretaría de Sanidad y más tarde del Ministerio de Salud Pública, hoy convertido en el Instituto de Diseño.

En la otra acera se levantaba la Escuela de Artes y Oficios, en el vetusto edificio de piedra, similar al del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, situado en la calle Zulueta y, en el número 706, está en pie lo que queda del cine Astor. Más adelante, al llegar a  la calle Concepción de la Valla, se encontraba el Buró de Investigaciones, antes de trasladarse al edificio de la calle 23, y la Quinta Estación de Policía, de triste recordación durante la dictadura de Batista, por ser centro de vejaciones y de tortura, desde hace años convertida en una escuela.

Enfrente, en la esquina de la calle Figuras, estuvo la Secretaría de Justicia, donde después se instaló el Archivo Nacional de los Registros Civiles y, en el cuchillo con la calle Nueva del Pilar, la casa conocida como "de las pesas y balanzas", por ser el lugar donde se realizaba el ajuste de las mismas. También los restos de los cines Favorito, en el número 809,  y Cuatro Caminos, en el 1077, antes de llegar a la actual plazoleta de Cuatro Caminos, donde antes existieron  magníficos bodegones españoles y fuera uno de los cruces más concurridos, por ser transitados por tranvías y ómnibus en cuatro direcciones distintas.

Es una realidad que, aunque fue una calle comercial, Belascoaín nunca tuvo la importancia ni la afluencia de público que tuvieron Monte, Galiano, San Rafael, Neptuno o Reina, por citar algunos ejemplos. Era más bien una calle con comercios en el tramo de San Lázaro a Carlos III, y con instituciones e instalaciones de servicios en el resto. Debido a ello, su decadencia comercial, aunque existe, no es tan notable, siéndolo sin embargo la de sus instituciones e instalaciones de servicios, muchas de las cuales se han perdido por derrumbes, y otras se encuentran en mal estado.

Belascoaín es una calle triste de día y sombría de noche, transitada solo por quienes no tienen más remedio que hacerlo, obligados por vivir o trabajar en ella o en sus inmediaciones, y por los conductores de vehículos, que la utilizan como vía para acceder desde el municipio 10 de Octubre a las calzadas de Monte, Reina, Carlos III, Zanja, San Lázaro y viceversa.
Publicado en el Diario de Cuba

Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 06/11/2014 17:30
Una calzada con muletas
San Lázaro, con muletas, dejando que le caigan los años encima,  espera un milagro que tarda demasiado en llegar.
  
San-Lázaro-y-Infanta.jpg (1996×972)
San Lázaro e Infanta, hace muchos años.
                                        EL PAÍS QUE DESAPARECIÓ
Por Fernando Dámaso  | La Habana | Diario de Cuba
Fue uno de los tres viejos caminos que, partiendo de la Puerta de la Punta, continuaba a lo largo del litoral hasta la Caleta de Juan Guillén, que después se denominó de San Lázaro, la cual rodeaba, para seguir por la playa hasta los riscos de Oliver —donde después se construiría el Hotel Nacional—, llegaba a la llamada Punta Brava y seguía la línea de la costa hasta el Monte Vedado, alcanzando el caserío de Pueblo Viejo, donde se asentó la primitiva población de La Habana, al trasladarse desde la costa sur a la desembocadura del río Casiguaguas o de la Chorrera.
 
En su trayecto se construyeron los puentes de San Lázaro y de las Ánimas en la Caleta de Juan Guillén, sobre una corriente de la Zanja Real. A este camino primitivo se le llamó de El Arcabuco y, con el correr de los años, se convirtió en la Calzada de San Lázaro, así llamada por el hospital de ese nombre al que conducía, que se encontraba donde hoy está el Parque Maceo, siendo años después prolongada hasta la Universidad.
 
En la Colonia se le denominó Ancha del Norte y en la República, Avenida de la República, pero la población la conoce como la Calzada de San Lázaro y muchos, simplemente, como la calle San Lázaro. Su importancia inicial disminuyó con la construcción del Malecón. Comienza en el Paseo del Prado y termina frente a la escalinata de la Universidad de La Habana.
 
El tramo comprendido entre Prado y Galiano, se caracteriza por la gran cantidad de edificaciones de dos pisos, que en su tiempo de esplendor fueron cómodas y acogedoras viviendas, y hoy se encuentran en avanzado estado de deterioro, muchas de ellas simples cascarones en proceso de derrumbe y otras con sus balcones pendientes de desplome, con el eminente peligro que representan para los transeúntes.
 
El tramo entre Galiano y Belascoaín se encuentra en mejor estado que el anterior, aunque mostrando el paso del tiempo sin mantenimientos ni reparaciones serias. A partir de Belascoaín, a un lado, el majestuoso monumento al General Antonio Maceo en el parque que lleva su nombre, antes abierto y con un anfiteatro, y hoy cercado (según se dice para evitar accidentes de tránsito peatonales), dentro de cuyo perímetro se encuentra el antiguo Torreón de San Lázaro, utilizado en la colonia como punto de observación para detectar el acercamiento de naves piratas y alertar a la población, mediante un disparo.
 
Enfrente, el Hospital Hermanos Ameijeiras, en el edificio que fuera construido originalmente para la sede del Banco Nacional de Cuba en los terrenos que antes ocuparan la Casa de Beneficiencia y el Asilo de Mendigos San José. A continuación, en el número 805, el hermoso edificio del antiguo colegio La Inmaculada, construido en 1874, donde radica la Casa Central de las Hijas de la Caridad  y, al llegar a la calle Marina, un garaje, más edificios y casas de vivienda.
 
En la otra acera, el famoso comercio de víveres El 1005, hoy tienda recaudadora de divisas. En el número 1054, el antiguo cine Florencia, después llamado Pionero, hoy en ruinas. Y en la calle Hospital, el bar El Lazo de Oro, que era famoso por sus chayotes rellenos y la ensalada de pollo y, ya en Infanta, donde existían diversos expendios de ostiones, el frío Parque de los Mártires, diseñado con grandes bloques de hormigón que emergen agresivamente de la tierra, construido en los terrenos donde antes levantaba sus carpas el circo Santos y Artigas para sus funciones de fin de año.
 
Queda enfrente el local de las Lámparas Quesada, hoy convertido en la librería Alma Mater, donde a veces se refugiaba el Caballero de París. En esta zona, hacia la derecha de la actual calzada, en tiempos de la Colonia se encontraban las tristemente célebres canteras de San Lázaro, alturas rocosas donde eran enviados los presos a trabajar, lugar al cual fue enviado también José Martí siendo un adolescente, del cual dejó testimonio en su obra El presidio político en Cuba.
 
Cruzando Infanta, estaban los antiguos bodegones en sus dos esquinas (hoy comercios de baja calidad), las múltiples casas de huéspedes donde se alojaban los estudiantes universitarios que venían de provincias a realizar sus estudios en el alto centro docente y, al final, el pequeño parque dedicado a Julio Antonio Mella, con su cabeza en bronce que un día fuera mancillada con chapapote, echándosele la culpa al Gobierno, lo que motivó una masiva manifestación estudiantil de repudio, que terminó con la muerte de un estudiante.
 
Con el tiempo se demostró que en realidad todo había sido una provocación con fines políticos, ordenada por alguien interesado en exacerbar los dormidos ánimos estudiantiles.
 
Termina la calzada frente a la escalinata de ochenta y ocho pasos de la Universidad de La Habana, lugar al cual se trasladó en 1902, ocupando la Pirotecnia Militar situada en una zona de la llamada Loma de Aróstegui.  Entre los años 1906 y 1940 fue ampliándose el centro de altos estudios con la incorporación de nuevas escuelas y facultades. La escultura que representa el Alma Mater, realizada por el escultor Mario Kolber en 1919, fue instalada un año más tarde delante del rectorado y, al construirse la escalinata, trasladada al sitio actual  en 1927. Dentro, el recinto posee valiosas pinturas murales de los artistas Domingo Ravenet y Armando Menocal.
 
San Lázaro nunca fue una calle eminentemente comercial. Más bien era una tranquila calle de residencias de dos pisos cercanas al mar, donde se respiraba un aire fresco con olor a salitre. En su tramo hasta la calle Belascoaín, llamaba la atención su quietud y daba la sensación de que quienes vivían en ella, hacían sus vidas totalmente dentro de sus hogares. Hoy este tramo está prácticamente destruido, con viviendas que parecen haber sido calcinadas por el fuego, balcones desparecidos o a punto de desparecer, derrumbes, apuntalamientos, espacios vacíos donde antes existieron edificaciones, y ruinas y más ruinas.
 
En el tramo hasta la escalinata de la Universidad, aunque son mayoritarias las viviendas, perduran algunos pocos comercios, principalmente de víveres. Aquí las viviendas, aunque afectadas por el tiempo, no muestran los estragos de las del tramo anterior, tal vez por encontrarse un poco más alejadas de mar y de sus efectos. San Lázaro, con muletas, dejando que le caigan los años encima,  espera un milagro que tarda demasiado en llegar.      
 
 
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