Historiador quiere impulsar recuperación de La Habana de cara a sus 500 años
495 Aniversario de la fundación de la Ciudad de La Habana
EFE El historiador de La Habana, Eusebio Leal, animó este lunes a impulsar las obras de recuperación en el centro histórico de la capital cubana de cara a su 500 aniversario que se celebrará dentro de cinco años.
“Hay que dar una oportunidad para que en estos cinco años se haga un esfuerzo valeroso por La Habana contra viento y marea”, dijo Eusebio Leal en un encuentro con la prensa con motivo del 495 aniversario de la fundación de la ciudad, que se celebrará el próximo 16 de noviembre.
Leal, reconocido dentro y fuera de la isla por su trabajo en favor de la restauración en la zona más antigua de la capital, recordó que la Habana Vieja fue reconocida por la UNESCO como “Patrimonio de la Humanidad” en 1982, tras una “ardua batalla internacional” de varias instituciones culturales estatales de la isla.
El intelectual cubano se refirió a las obras de rehabilitación que él dirige desde hace varias décadas para devolver a la ciudad su esplendor y utilidad social y sostuvo que lo fundamental es “preservar la memoria porque sin memoria no somos nada”.
Como ejemplos citó la situación actual de la Plaza Vieja que estaba totalmente destruida y consideró que hoy es un lugar “floreciente”.
También mencionó las plazas Vieja y del Ángel y el reabierto Teatro Martí, que permaneció cerrado desde 1977 y fue devuelto a la vida pública a principios de este año tras un largo y complejo proceso de restauración.
“La ciudad está a aquí con sus castillos, sus palacios, casas, venidas a menos en muchos lugares, en ruinas en otras, víctima muchas veces de la falta de cultura, del desprecio del valor simbólico de una ciudad que fue capaz de proclamar un nuevo orden en esta latitud del mundo y que lo ha sostenido durante más de medio siglo con hidalguía propia de nuestra estirpe”, subrayó el historiador.
Las declaraciones de Leal precedieron a un recorrido guiado por especialistas de su departamento para explicar detalles de los trabajos que se realizan actualmente para recuperar la Avenida del Puerto de La Habana Vieja.
El arquitecto Yordano Sánchez indicó que la idea fundamental de ese paseo es “recuperar el mar” para el disfrute de los paseantes con elementos mezclados de La Habana antigua y lo contemporáneo.
Ese espacio se prolonga desde el llamado Muelle de Caballería hasta los almacenes San José, donde se ubican antiguos edificios como la Aduana, el Emboque de Luz o el almacén de la madera y el tabaco, ya convertido en una gran cervecería.
Un equipo de ingenieros inversionistas, arquitectos, restauradores, constructores y otros técnicos trabajan actualmente en la recuperación del edificio de apartamentos “Prácticos del Puerto”, en la Cámara de Rejas de La Habana, la Plaza de San Francisco y otras áreas donde se realizan labores en el alcantarillado y las redes eléctricas soterradas.
San Cristóbal de La Habana, como se llamó inicialmente la ciudad, fue la última de las siete villas fundadas en la isla por el conquistador español Diego Velázquez durante una misa oficiada a la sombra de un árbol de ceiba y frente al mar el 16 de noviembre de 1519, cuando quedó fundada definitivamente la capital de Cuba.
La capital cubana cumplirá el próximo domingo su aniversario 495. Como avanzadilla triunfalista, la prensa oficial se ha hecho eco de la terminación de 14 casas de abuelos, 76 consultorios de médicos de la familia, dos hogares maternos, dos clínicas estomatológicas, entre otras obras.
Las zonas oscuras de la cotidianidad vuelven a ser omitidas. La ciudad que se intenta configurar en el papel, los spots televisivos y las radioemisoras, todos bajo el escrutinio del Departamento Ideológico del Comité Central, nada tiene que ver con los derrumbes, las fachadas mugrientas, los ríos de aguas albañales y la basura del barrio amontonándose en las esquinas por falta de transporte.
La urbe que ensalzan es la misma que parece haber sufrido un bombardeo masivo. Por cada una de las edificaciones que se inaugurarán para conmemorar la efeméride hay cientos de ellas que han desaparecido a causa de la terrible mezcla de erosión, falta de recursos propios para el mantenimiento y deficiencias por parte de las autoridades relacionadas con la ejecución de los planes urbanísticos.
Los escombros se multiplican en la capital como los panes y los peces. Amanecer sepultado es algo normal dentro de la geografía citadina, sobre todo si se vive en uno de los edificios de la Habana Vieja, que desde su construcción en las primeras décadas del XX, solo han tenido la visita del polvo y las espesas humaredas que salen del tubo de escape de los automóviles norteamericanos con más de 60 años de explotación.
Cada mes se contabilizan derrumbes en casi todos los municipios habaneros, excepto en Miramar donde se encuentran las embajadas y residencias del personal diplomático, así como las mansiones de los personajes de la nomenclatura.
Quienes sobreviven a la cochambre y la escasez permanente de alimentos y esperanzas de vivir un poco mejor han aprendido de memoria las reglas de la incivilidad. ¿Acaso podrían ser de otra manera?
El hombre nuevo del que habló en su momento el Che Guevara es hoy un paradigma de la marginalidad. Su hábitat más popular es la cuartería o el edificio a punto de desplomarse, el agua que bebe es la de un tanque herrumbroso, el desayuno una ilusión, el almuerzo puro milagro y la comida una necesidad a satisfacer, con habilidad y suerte, en el mercado negro.
La Habana se alista para cumplir otro aniversario en medio de la decadencia, pero esto último no es asunto que les importe a los principales organizadores del evento.
El quid de la cuestión está en guardar las apariencias. Renovar, en lo posible, el espectáculo que utilizan para camuflar el caos y la mediocridad.
Estoy seguro que unos cuantos capitalinos partirán al más allá antes del 16 de noviembre. Me refiero a los habitantes de los inmuebles que funcionan como una bomba de tiempo.
Morir cubierto de pedruscos y hierros torcidos es una amenaza para inquilinos y peatones desprevenidos.
¡Oh, La Habana de los años 50! ¡Qué ganas de vivir!
Benny Moré, Rita Montaner, Guillermo Álvarez Guedes y Candita Quintana
Por José Hugo Fernández | La Habana, Cuba | Tengo ante a mí a Benny Moré arrollando a paso de conga en fila con Rita Montaner, Guillermo Álvarez Guedes, Mimí Cal y otros famosos de La Habana en los 50. Con los brazos en cruz, las risas de oreja a oreja y todo el esqueleto en acción, resulta obvio que están pasándola de maravilla. Tanto que a pesar de verlos mediante una borrosa instantánea en blanco y negro, uno se siente contagiado con su alegría.
Desde París hasta La Habana pordiosera de hoy, pasando por la meca del estalinismo en tiempos de los vulgares mega-establecimientos. La simple mención del Montmartre nos fulmina la mente, recreándonos, en primer lugar, una idea de lo que pudo ser el esplendor de las noches habaneras de cabaret, antes de 1959, codo a codo con las mayores luminarias del espectáculo, tanto nacionales como internacionales: Celia Cruz o Edith Piaf, Maurice Chevalier o Ernesto Lecuona o Nat King Cole o Agustín Lara; Olga Guillot o María Félix… Y de seguida, nos remite al restaurante Moscú, el cual, con todo y sus mesas en estricta hilera, su bullicio y su ambiente de comedor obrero, ha pasado a ser parte irremediable de nuestra nostalgia.
Muchos aquí recuerdan todavía al Moscú como el restaurante más grande de la Isla, otorgando al dato una importancia que tal vez no merezca. Hay quienes aseguran que es el único sitio en que han comido caviar. En tanto otros lo guardan agradecidos en su memoria como una plaza idónea para el intercambio de inquietudes intelectuales o de cualquier otro tipo; o para la primera cita amorosa, o para la celebración en familia de fechas u otros acontecimientos de común relevancia.
Lo cierto es que aquella madrugada de los 80, cuando el Moscú encontró su fin envuelto en llamas, moría por segunda vez allí el símbolo de una época, al tiempo que el lugar pasaba a simbolizar otra época nueva, que aún perdura, y sólo Dios sabe hasta cuándo: la etapa de la devastación, las ruinas, la fealdad y la miseria extrema.
Quien no tenga presente la inutilidad administrativa y la enfermiza desidia de nuestras autoridades, no hallará explicación al abandono que ha sufrido, durante más de 30 años, el inmueble donde estuvo el Cabaret Montmartre y luego el restaurante Moscú, ubicado nada menos que al pie de La Rampa, céntrica y populosa como pocos sitios de La Habana, y además muy visitada por el turismo extranjero.
Su único beneficio, en tres décadas y, claro, al margen de la ley, ha sido el de albergue de perdularios: alcohólicos, vagabundos, inmigrantes de provincia sin hogar, desahuciados sociales… La entrada principal fue tapiada por quienes al parecer ignoraron que los pobres huéspedes accedían (y aún acceden,) al local por su parte trasera, en la calle Humboldt, desde donde se aprecia vívidamente la atmósfera de morada fantasma, no apta para inocentes, que ocupa casi una cuadra de largo.
Parte el alma el espectáculo que hoy ofrece el antiguo Cabaret Montmartre, o el antiguo restaurante Moscú, descascarado, sucio, con los rezagos ruinosos de aquella entrada en la cual, para que no le falte sustancia, murió aparatosamente un famoso sicario de la dictadura de Fulgencio Batista, el coronel Antonio Blanco Rico, acribillado por la metralla de dos pistoleros del Movimiento 26 de Julio.
¿Lograremos ver la salvación de este museo del discurrir histórico de La Habana en los últimos cincuenta años? Por lo pronto, una cosa sí podríamos asegurar, y es que no auguramos la menor posibilidad de salvación histórica para quienes lo condenaron.
Benny Moré arrollando a paso de conga con Rita Montaner, Guillermo Álvarez Guedes y Mimí Cal