Al asesor de Raúl Castro le han dado la dificil, imposible tarea
de enfrentarse a los culebrones, los concursos de belleza y la Doctora Polo
Abel Prieto ex ministro de Cultura, asesor de
Raúl Castro,
crítico, teórico de arte, comisario cultural y policía bueno.
Por Luis Cino Álvarez | La Habana |
A Abel Prieto, en vez de dejarlo escribir libros, ahora que dispone de tiempo para ello, le siguen asignando misiones complejas y que requieren de mucha labia. La más reciente tarea que le encomendaron, ya no como ministro de Cultura, sino como asesor presidencial, es la de enfrentar la banalidad y la pseudo-cultura que degluten indiscriminadamente los cubanos, y especialmente, alertar de la nocividad del “paquete” de audiovisuales, contenidos en DVD, memorias flash y otros soportes digitales con que muchos sustituyen la aburridísima y politizada programación de la TV cubana.
No dudo del desagrado de Abel Prieto ante tanto reguetón, seriales norteamericanos en su enésima temporada, reality shows, culebrones de Univisión, concursos de belleza latina y otras banalidades que trae “el paquete”, pero daba grima lo poco convincente que ha lucido en su defensa de “la mochila” y otras contracandelas por el estilo.
Había que oír al melenudo ex-ministro, hace varias semanas, en una reunión en el Pabellón Cuba, que trató sobre “las nuevas formas de consumo cultural”, cuando disertaba y alertaba, ante un público somnoliento, de los peligros de “un relativismo posmoderno que lo da todo por bueno”.
Los mandamases, para variar, ahora no quieren coaccionar y prohibir explícitamente, como ha sido su costumbre, sino regular, controlar. De todos modos, por otra vía, el objetivo es el mismo: la uniformidad ideológica.
Es improbable que Abel Prieto logre reeducar el gusto de los cubanos, luego que ha tomado por derroteros bien distantes del de los de los comisarios culturales y sus jefes. En realidad, además de controlar la información y el pensamiento, no se ve claro qué más pretenden los mandamases, porque de unos malos gustos a otros, no es mucha la diferencia. Y conste que no lo digo por el gusto de Abel Prieto, que no dudo sea exquisito, a pesar de alguna que otra declaración desafortunada que haya hecho alguna vez, de dientes para afuera y Guayabita del Pinar mediante, para complacer a sus jefes.
Los jóvenes cubanos están al día con los consursos, culebrones y reality show de la televisión estadounidense
De cualquier modo, teniendo en cuenta su incondicionalidad, no hay que hacer demasiado caso a las babosadas que dice Abel Prieto cuando pretende erigirse en árbitro cultural. Lo mismo como súper-ministro de Cultura en un país resquebrajado por el periodo especial, con los artistas e intelectuales en estampida como toros de Pamplona, que de asesor presidencial en la lucha contra el reguetón y la frivolidad de los enlatados televisivos de Univisión que trae el paquete, es un tipo que se las trae. Ha tenido que hacer de crítico y teórico de arte, comisario cultural, domador de díscolos caniches de circo, encantador de serpientes, ilusionista, titiritero y policía bueno. Y se las arregla en todos los roles. Aunque nadie se crea lo que dice. Ni él mismo. Como cuando asegura que “el nuevo escenario cultural cubano no excluye las disidencias”.
Ya sexagenario, pero forever young, ahora con barba y siempre melenudo, moderado y ortodoxo, rígido y flexible, culto y popular, devoto de The Beatles, Abel Prieto sigue en la brecha, en el cumplimiento de sus tareas de intelectual orgánico. En espera de que sus jefes al fin le concedan tiempo para dedicarse de lleno a la literatura.