El Teatro Blanquita sería el Karl Marx
En el año 1950 se inaugura el Teatro Blanquita, el máyor del mundo según la propaganda.
Manía revolucionaria de cambiarlo todo, de arrasar símbolos y costumbres.
Balnearios como el Miramar Yath Club y el Casino Español, confiscados, fueron convertidos en
Círculos Sociales. Deteriorados o destruidos corroboran el refrán: “Propiedad de todos, propiedad de nadie”
Por Reinaldo Emilio Cosano Alén | La Habana, Cuba | Manía revolucionaria de cambiar, arrasar, símbolos y costumbres populares antiguas. La Revolución Francesa, cambió hasta los nombres de las Estaciones. La revolución soviética eliminó incluso el nombre del país, afortunadamente retomado setenta años después.
En Cuba cambiaron los nombres de calles, pueblos, provincias, centrales azucareros, accidentes geográficos, marcas industriales. Todo reciclado. Lo cambiaron todo.
El Teatro Blanquita “La inauguración del teatro “Blanquita”, el de mayor capacidad entre los coliseos teatrales del mundo, con su gran pista de patinaje en hielo sobre su escenario, marcó la vida cultural de La Habana. Así lo expone el “Anuario 1948, Suplemento de el diario “El País”: El “Blanquita”, con 6 600 lunetas, pista de patinaje y cafetería para doscientos clientes superaba en 500 asientos al “Radio City Hall”, de Nueva York,.
Sarita Montiel, estrella de la película El Último Cuplé (26 semanas en el cine Radiocentro) impresionada por el tamaño del Blanquita, exclamó durante su actuación en 1958: “Me siento pequeñita. La sala es tan grande que puede volar un avión”.
El Blanquita se salvó del abandono por su capacidad, muy a propósito para actos políticos y culturales masivos como convenía al nuevo régimen populista que tomó el poder en 1959. Claro, las nuevas autoridades al confiscarlo no admitieron el nombre de Blanca Maruri esposa de Alfredo Hornedo, senador de la República y director-fundador del periódico “El País”. La altruista dama, que salvó de la miseria a muchas familias y concedió becas a jóvenes sin fortuna, no pudo asistir a la inauguración del templo cultural: murió poco antes de la inauguración del coliseo, el 17 de mayo de 1948.
Teatro Karl Marx Re-bautizado “Teatro Chaplin” en 1960 en honor al genial actor y director de cine, pronto el nombre se cambió por “Karl Marx” –ideólogo supremo de la doctrina comunista– como convenía a esa tribuna política. Fue sede en 1975 del Primer Congreso del gobernante y único Partido Comunista.
Pero el “Blanquita” no pareció suficiente al Comandante quien ordenó construir el “Palacio de Convenciones”, inaugurado en 1979 para la Cumbre de Países No Alineados.
El “Blanquita” no es excepción de símbolos trastrocados después de 1959, aunque tuvo mejor suerte que tantos otros edificios patrimoniales incautados, abandonados, desplomados, como el emblemático, Teatro Campoamor, también en La Habana.
El “Cristo de La Habana”, la mayor escultura del planeta realizada por una mujer, la escultora cubana Jilma Madera (1915-2000), con 24 metros de altura y 320 toneladas, de mármol de Carrara, inaugurada el 25 de diciembre de 1958 estuvo a punto de desplome por falta de mantenimiento constructivo y por rayos. Se reparó impulsado por fuertes críticas en medios extranjeros. Emplazada en una colina de la bahía habanera, simbólicamente da la bienvenida a nacionales y extranjeros. Sin embargo no pudo consolidarse como alegoría capitalina. Su significado fue transferido al Monumento a José Martí en la Plaza Cívica, nombre también cambiado tempranamente por Plaza de la Revolución.
El Palacio Presidencial, despojado de sus funciones originales fue transformado en Museo de la Revolución.
El Capitolio Nacional, antigua sede del Congreso de la República, aborrecido desde el primer día de enero de 1959, sede posteriormente de la Academia de Ciencias, cayó en total abandono. Ahora es rehabilitado con enorme costo.
El Gran Centro Asturiano, sociedad cultural confiscada a esa comunidad ibérica está convertido en museo.
Los gallegos perdieron también su majestuoso Centro Gallego, construido a principios del siglo XX, alrededor del Teatro Tacón, (en la República Teatro Nacional, luego de 1959, Teatro Estrada Palma y por último García Lorca). Hoy los salones de baile de esa sociedad española y la gran sala teatral, pasaron a ser parte de El Gran Teatro de La Habana.
“Propiedad de todos, propiedad de nadie”
La avenida Carlos III vino a llamarse Salvador Allende, aunque se reconoce por el nombre antiguo.
Clubes y balnearios de legítimas asociaciones, como el Vedado Tennis, el Miramar Yath Club y el Casino Español (por solo mencionar algunos) confiscados, quedaron convertidos en Círculos Sociales. Deteriorados o destruidos corroboran el refrán: “Propiedad de todos, propiedad de nadie”.
Cuarteles militares fueron transformados en escuelas, pero el país quedó convertido en cuartel.
La celebración del Año Nuevo pasó a festejarse como un nuevo aniversario de la Revolución. El 6 de enero, dejó de ser el Día de los Reyes Magos. Los niños cubanos solo tendrían juguetes (un fijo y uno liberado) por la libreta de abastecimientos, el Día de los niños, cada tercer domingo de julio. Los carnavales de La Habana se pasaron de febrero a julio, para que coincidiera la tradicional fiesta con el 26 de Julio.
Poco faltó para que hasta las antiguas fortalezas coloniales Morro, Cabaña, La Punta, otras, ostentaran nombres revolucionarios. Pero, ¡no dudarlo!, cualquier cosa aún puede ocurrir.
|