El hombre que le plantó cara a Fidel Castro
Juan Pablo de Lojendio, era embajador de España en La Habana, el 20 de enero de 1960, cuando,
en la televisión,Fidel Castro acusó a su embajada, sin pruebas, de realizar “conspiraciones fascistas y contrarrevolucionarias”
José Hugo Fernández | La Habana, Cuba
Fue la primera y última vez en su historia de medio siglo como dictador, que alguien le plantó cara a Fidel Castro en Cuba, al menos públicamente. Ocurrió el 20 de enero de 1960, hace hoy 55 años, y por más tediosas que resulten las celebraciones de aniversarios con fecha cerrada, cedemos al desliz de dedicarle unas líneas, quizá no tanto por el hecho en sí como por el sonrojo que nos ocasiona constatar que esa única vez debió ser protagonizada por un extranjero.
El diplomático vasco Juan Pablo de Lojendio, llamado marqués de Lojendio, era embajador de España en La Habana la noche de aquel 20 de enero, cuando, en un programa en vivo de la televisión, Fidel Castro despotricó contra su embajada, acusándola, sin pruebas, de realizar “conspiraciones fascistas y contrarrevolucionarias”. Ni corto ni perezoso, Lojendio, convaleciente de una muy recién operación quirúrgica, se personó en el estudio de tv e interrumpió el programa para espetarle a Castro que estaba mintiendo y que le exigía una retractación.
Una crónica publicada por El País, ha dejado memoria del acontecimiento, según el testimonio de Enrique Trueba, antiguo presidente del Centro Cubano de España: “En mitad del programa -que se hacía en directo con presencia de público y en el que, junto a Castro, intervenían un moderador y tres periodistas- apareció en los estudios el embajador de España”. Según el relato de Trueba, Lojendio dijo al moderador: “Un momento, por favor. Vengo a rebatir las acusaciones que se hacen contra la Embajada de España”. El moderador le indicó que tenía que pedir permiso al primer ministro, Fidel Castro, a lo que contestó Lojendio. “Esto es una democracia, y el señor moderador es el que dirige”.
Por supuesto que aquella “tamborrada cubana” (así la califica El País) le costó a Lojendio su puesto como embajador en La Habana, de donde debió marcharse, expulsado, antes de las 24 horas que siguieron al acto. Pero ya lo suyo estaba hecho. Había provocado el primer indicio público del autoritarismo dictatorial de Fidel Castro, así como de su retorcida tendencia a la manipulación informativa.
Pronto, aquel suceso evidenciaría además la hasta entonces secreta empatía entre Castro y el dictador español Francisco Franco, quien, a pesar del grosero irrespeto sufrido por su embajador en la Isla, se negó a darle a su homólogo cubano la debida respuesta. El propio diario El País publicó una entrevista con Castro, en 1985, donde éste reconoce literalmente: “Franco no se portó mal, hay que reconocerlo. Pese a las presiones que tuvo, no rompió las relaciones diplomáticas y comerciales con nosotros. No tocar a Cuba fue su frase terminante…”.
Fidel Castro tampoco se portaría mal con Franco. Hasta el punto que cuando éste murió, siendo uno de los dictadores más aborrecibles que ha dado Europa, en Cuba fue decretado duelo oficial de tres días, con bandera a media asta y todo.
Lojendio, en cambio, no iba a ser premiado por Franco, con todo y su impetuosa defensa de los intereses españoles. Aunque (marqués al fin y al cabo) tampoco fue castigado. Simplemente pasaría a ocupar nueva plaza como embajador en la capital de Suiza, donde no existía el menor peligro de que le plantase cara a un tirano. Por cierto, en el momento de su enfrentamiento público con Castro, él figuraba como miembro de honor del Instituto de Cultura Hispánica y académico correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua, un dato que también nos hace sentir vergüenza ajena, toda vez que nos remite a la actitud servil y timorata de tantos intelectuales, artistas y académicos del patío.
A Fidel Castro, por su lado, jamás volverían a plantarle cara en Cuba, en medio siglo, que se dice fácil.