Cubanos más pobres no auguran ventajas en lazos con EE.UU.
En los suburbios habaneros, pobres y alejados del turismo, predomina
una visión menos optimista, según comprobó un enviado del diario estadounidense.
En los mercados de los suburbios de La Habana a veces sólo hay col, boniatos y cabezas de cerdo.
Noticias Martí | Cuba Eterna - GabitosEn barrios como Centro Habana, donde muchos cubanos sobreviven gracias a los dólares que deja el turismo, el arreglo entre Estados Unidos y Cuba se percibe como un carril rápido hacia una vida mejor. Pero en vecindarios de la capital cubana más empobrecidos y alejados de las divisas de los extranjeros la visión predominante es menos optimista, señala en un reportaje realizado en los suburbios de La Habana el diario USA Today.
"Esto debería haber ocurrido hace mucho tiempo", dijo Felix Pablo, un músico de San Francisco de Paula, 15 kilómetros al sureste del centro de La Habana. "Los políticos siempre van a ser los políticos. Pero la gente necesita conectarse".
En Santa Fe, unos 20 kilómetros al oeste, en las tarimas de los mercados agropecuarios sólo hay col, boniato y carne de cerdo, incluidas las cabezas de los marranos. Allí Evangelio Rodríguez, desocupado de 48 años, dice tener confianza en el rumbo que ha tomado su gobierno, pero acota que le gustaría "ver resultados reales y palpables antes de sacar conclusiones".
En El Cotorro, pueblo conocido por su recapadora de neumáticos, la mayor de la isla, Yordan Ferrer Conde, de 37 años, confía mucho menos en el gobierno. Le dijo al reportero de USA Today que la situación en Cuba es tan grave que él ha intentado seis veces abandonar el país en una balsa rústica. Las seis veces, la balsa hizo agua, y se vio obligado a regresar. Ahora está ahorrando para intentarlo por séptimoa vez.
El autor del reportaje, Rick Jervis, señala que el salario medio mensual del cubano es de 20 dólares. Pero un par de zapatos de buena calidad cuesta alrededor de $80, y una libra de carne de res, $40.
Ferrer opina que las conversaciones no traerán muchos cambios a la isla. A él y sus amigos les preocupa más que Estados Unidos vaya a a cambiar la Ley de Ajuste Cubano, que ofrece beneficios de inmigración a los isleños que pisan suelo estadounidense. “Dígale a Obama que no vaya a cambiar eso. Por lo menos hasta que yo llegue".
Su amigo Yusiel Verdecia, de 24 años, comparte su criterio. Ha salido de la isla en balsa tres veces, y las tres fue repatriado por el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos. De regreso en Cuba le impusieron una multa equivalente a 250 dólares, o cerca de dos años de salario medio, por el intento de salida. "Esto aquí sólo va de mal en peor ", aseguró Verdecia.
En el parque central de El Cotorro, Javier Gonzalo Hernández, de 29 años y programador de computadoras, opina que los cambios en Cuba no deben ser un objetivo de las negociaciones. "Nuestros problemas son un asunto interno, y los vamos a resolver nosotros mismos", dijo.
Muy cerca había un grupo de amigos, sentados en un banco del parque. Casi todos se oponen a los nuevos lazos. Uno de ellos que sólo quiso dar su nombre, Carlos, dijo que el Estado, independientemente de quiénes fueran sus socios, nunca ha cumplido con el pueblo cubano. Consideró que Obama está cometiendo un error, porque el pueblo de la isla no ganará nada.
Ocelia Pérez, de 45 años, se pasó hace poco una tarde en un mercado en San Miguel del Padrón comprando baratijas –adornos con forma de cabezas de ajo, cubos de plástico, calcetines─ para revenderlas más caras a sus vecinos en Centro Habana. A ella le parece que la voluntad diplomática es un buen comienzo, pero que Washington tendría que eliminar el embargo y permitir que más estadounidenses viajen a la isla para mejorar realmente la vida de los cubanos. "Este es el país más bello del mundo", dijo Pérez. "Dejen que la gente venga y lo vea", dijo.
Pero si eso se hiciera realidad, puede que para entonces ya Ocelia no esté en Cuba. Ella había invertido 5.000 dólares en importar ropa de Perú para revenderla, pero el gobierno se la confiscó. Fue la gota que le colmó la copa, tras una serie de escaramuzas con el Estado en torno a su negocio, teóricamente legal.
El mes pasado Ocelia llenó y envió una solicitud de visa. Y ahora espera poder emigrar pronto, al país del norte.