La cancelación de ‘Looking’
abre un debate sobre las ficciones centradas en el mundo gay
Desde la izquierda, Frankie J. Alvarez, Jonathan Groff y Murray Bartlett en 'Looking'.
Con un comunicado 48 horas después de la emisión del último episodio de la segunda temporada que no explicaba las razones de su decisión, la cadena de pago estadounidense HBO confirmaba anteayer la cancelación de la serie Looking. Las andanzas de un grupo de jóvenes gais en el San Francisco actual, que en España emite Canal + Series, han llegado a su final, aunque la emisora ha prometido un episodio especial para cerrar de una forma menos precipitada las aventuras de sus protagonistas y satisfacer a un público que ha encendido las redes sociales declarándose cuando menos “decepcionado”.
La serie tenía poca audiencia, unos 325.000 espectadores de media frente a los 700.000 de una producción como Girls. Además, había mermado notablemente en la segunda temporada —el último episodio de la primera fue visto por 425.000 espectadores frente a los 298.000 del capítulo final—, pero la cancelación no parece haber sido sólo una cuestión de share. HBO basa su rentabilidad en sus abonados y no en los audímetros y se caracteriza por apostar por productos originales y sin restricciones temáticas. El detonante podría estar en las malas críticas y, sobre todo, en que Looking no ha conseguido cumplir su objetivo.
Los críticos consideraron a la serie aburrida desde un principio. Los episodios transcurrían con historias cotidianas de sus protagonistas, principalmente sus citas y sus relaciones laborales, familiares y de amistad. Se suponía que esa era una de las mayores virtudes del guion: mostrar a la comunidad homosexual a través de personajes con los que todo el mundo puede sentirse identificado y con un asunto tan universal como la búsqueda del amor. E intentaba hacerlo alejándose de los excesos sexuales y la frivolidad de productos como Queer as Folk, y de una forma más seria, pero sin miedo a adentrarse en cuestiones íntimas, no como Will and Grace. Esa voluntad ha terminado volviéndose en su contra.
Los activistas LGTB se quejaban de la falta de compromiso de los protagonistas con la lucha por los derechos de los homosexuales, y quizás por eso Agustín, que en la primera temporada era un artista despreocupado y sexualmente muy promiscuo, ha terminado trabajando como voluntario en un centro de menores y enamorado de un seropositivo. Otros reprochaban que el protagonista, Patrick, viviese obsesionado con la idea de encontrar la estabilidad sentimental en una relación basada en la fidelidad, para terminar descubriendo que su novio tiene pretensiones distintas.
Looking terminaba incluyendo todos los tópicos del mundo gay de los que aspiraba a desmarcarse, aunque este giro argumental ha sido aplaudido por los que querían más acción y por los que defienden la historia por su honestidad y por no intentar vender al colectivo ocultando parte de su realidad. En una época en que los homosexuales han conseguido la igualdad de derechos, son presentados como miembros de una minoría perfectamente integrada —la serie también ha sido criticada por mostrar sólo a personajes de nivel socioeconómico medio-alto—, con sus particularidades y con el derecho a pelear contra otro tipo de barreras, las primeras dentro de su propia comunidad, pero sin dejar de pertenecer a ella.
Los seguidores de la serie han creado una página para recoger firmas y pedir a HBO que se replantee su decisión. De momento, deberán conformarse con el especial, que se prevé en forma de telefilme de una hora de duración. Mientras que en Reino Unido ficciones como Cucumber, Banana y Tofu exploran el mundo gay, en EE UU parece que la serie definitiva de temática homosexual aún está por llegar.