Cumbre borrascosa
Panamá podría convertirse en un lugar de diálogo y concertación. La presencia por primera vez de opciones de sociedad civil -incluyendo a la cubana- propiciará una oportunidad única para intercambiar criterios y buscar consensos.
José Luis Rumbaut López
Por José Luis Rumbaut López A pocos días de la Cumbre de Panamá, las expectativas han cambiado mucho y los focos siguen sobre quienes pueden dar un vuelco y todavía rescatar un foro válido para la concertación y el diálogo del hemisferio.
La política de acercamiento a Cuba seguida en los últimos meses por parte de la administración de Barack Obama ha sido empañada por las medidas anunciadas contra dirigentes del gobierno de Venezuela, y la decisión de colocar a ese país como una amenaza para los Estados Unidos. Las versiones de los por qué de este giro después de los anuncios del 17D son variadas y contradictorias, pero el resultado es el mismo. Estos pasos adelante y atrás constituyen un desvarío que puede echar por la borda los objetivos iniciales.
Cuba está contra la pared. No dejará de un lado su conocido vínculo con América Latina y el tercer mundo. No lo hizo cuando Carter le pidió escoger entre las relaciones con Estados Unidos y el apoyo militar a Angola, y no lo hará ahora que el panorama latinoamericano tiene un consenso diferente al de Washington y se cuenta de cierta manera hasta con los países que son aliados estratégicos del país del norte en la región.
Y Venezuela ha encontrado un buen chivo expiatorio si los problemas internos se agudizan. De cualquier manera, hay una lucha diplomática por salvar la situación y no dejar pasar este momento, tal vez el último del presidente Obama en que puede dar una sensación de unidad y de interés por los problemas actuales de los países del sur del Río Bravo.
De la primera intención de glorificar el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas, tema fundamental de la primera Cumbre en Miami en 1994, a la situación actual de cambios profundos y liderazgos de izquierda, las cosas han cambiado rotundamente. Solo entendiendo esto y dando lugar a sus intereses, los Estados Unidos va a influir de alguna manera en los destinos latinoamericanos. Ni todas las crisis que internamente se dan en los principales países del continente juntas harán que las cosas cambien y Obama salga con el aplauso que intentaba obtener.
Foro de concertación
Pero Panamá podría convertirse en un lugar de diálogo y concertación. La presencia por primera vez de opciones de sociedad civil -incluyendo a la cubana- propiciará una oportunidad única para intercambiar criterios y buscar consensos. Eso sí sería inédito, pues las condiciones de exclusión de las partes y la descalificación mutua ha limitado el verdadero intercambio y, por ende, la posibilidad de opciones compartidas.
Está por ver si el clima de imposición que se nota por ambas partes cambia. Sería muy positivo, sobre todo para los cubanos. Y tendrían una muestra de lo que pudiera hacerse dentro del país si las diferentes tendencias deciden conversar y llegar a acuerdos donde los intereses comunes primen y la principal preocupación sea que la ciudadanía conozca las propuestas y las valore.
El gobierno cubano, desde su posición de poder, podría colaborar. Alguien tiene que ser garante de este diálogo al interior del país, y si el gobierno goza del apoyo de la mayoría de los cubanos, no tiene nada que perder. Pero si no lo tuviera, es su obligación desde su posición rectora de la sociedad convocar y garantizar el diálogo y el consenso. Muchos dentro y fuera piensan que ha madurado suficiente, y consideran que las condiciones institucionales están dadas para una apertura más participativa, o sea, más democrática.
Estados Unidos podría colaborar, si decidiera bajar la tensión (ahora mismo no me imagino cómo, pero seguramente existe la vía) y concentrar a los latinoamericanos en los problemas más serios que los aquejan: violencia, ingobernabilidad, educación, salud, impulso a la producción y el protagonismo de las minorías. Estados Unidos podría dar una demostración de madurez y de que es capaz de ofrecer opciones de democracia si llegara con soluciones para los problemas internos de violencia con tintes racistas que llenan espacios en su sociedad y preocupan a los latinoamericanos, cada día más unidos a sus parientes emigrados en el norte.
América Latina podría ayudar, si en vez de gritos y manifestaciones sus representantes fueran con propuestas concretas que incluyeran sus variables, como si fueran todas importantes, no importa cuántos votantes tenga cada opción.
El fracaso de la Cumbre de Panamá como foro de concertación podría incentivar la división en la región y la política de confrontación como primera variante para una nación que cada día comparte más sus problemas y los multiplica. Menuda borrasca para esta Cumbre, difícil despedida para un Barack Obama que despertó expectativas y ha logrado pocas cosas, según lo que muchos esperábamos.
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