Mitos y verdades sobre la Pasión y Muerte de Cristo
¿Llevó realmente una cruz? ¿Hay alguna investigación científica que haya encontrado el cuerpo de Jesús?
La Pasión de Cristo
El cine ha contado la Pasión y Muerte de Jesucristo en numerosas ocasiones. La más polémica sin duda ha sido La Pasión de Cristo de Mel Gibson, cuya dureza le valió al film el calificativo de «antisemita» por una parte de la comunidad judía. ¿Pero qué fué realmente lo que pasó aquellos días? ABC ha consultado con varios expertos en fisiología, historia y Sagradas Escrituras sobre los mitos y verdades que rodean la Muerte y Resurrección de Jesús.
¿Hay alguna evidencia de que Jesús existió realmente?
Suele decirse, en la investigación en Historia Antigua que testis unus, testis nullus. Es decir, que disponer sólo de una evidencia sobre un acontecimiento es como no disponer de ninguna. No es este el caso deJesús de Nazaret. Además de en los Evangelios, que también son undocumento histórico, hay noticias de Jesús en fuentes contemporáneas tanto latinas –romanas, por tanto– como, naturalmente, judías y en ambas, además, con la firma de autoridad de historiadores antiguos.
Entre las primeras, y además de las noticias de Suetonio, que alude a Cristo en la Vida de Claudio o de Plinio el Joven, que habla sobre aquél en la correspondencia que mantuvo con Trajano, destaca la noticia del libro decimoquinto de los Annales de Tácito, seguramente la obra histórica de más reputación metodológica del mundo romano. En ese libro Tácito, a propósito de la inculpación de los cristianos en el incendio de la Roma de Nerón, habla de Jesús como juzgado por Pilato y condenado a muerte y crucificado en la época del emperador Tiberio.
Pero, además, el erudito griego Luciano de Samósata, ya hacia el siglo II d. C. habla de Cristo como un personaje histórico crucificado en Palestina. Entre los autores judíos y además de en el Talmud, las Antigüedades Judaicas de Flavio Josefo –que escribe hacia los años noventa del siglo I d. C.– transmiten la noticia del proceso de Jesús un proceso que, además, ha sido estudiado como perfectamente ajustado –en todos sus pormenores– a la jurisprudencia y al Derecho provincial romanos. También Poncio Pilato, el procurador de Judea que juzga a Jesús está bien documentado epigráficamente y no hace mucho se descubrió una inscripción en Caesarea Maritima que alude a su intervención en la construcción de un templete dedicado al culto a Tiberio, al culto imperial, en el teatro de dicha localidad. Además, también el Nuevo Testamento aporta mucha información sobre la vida cotidiana en tiempos de la presencia romana en el territorio de Palestina e, incluso, sobre la cultura material de la época lo que concede validez histórica a todo su material.
¿Por qué cuando muere Jesús se produce un terremoto y se oscurece la Tierra? ¿Hay alguna evidencia de que esto ocurrió realmente así?
La cultura antigua en general, y la romana en particular –pero también el pueblo judío, extraordinariamente dado a los presagios y los signos– era una cultura profundamente supersticiosa y con un gran peso de los símbolos. Cualquier personalidad distinguida en la Historiaiba precedida siempre (así sucede en las biografías imperiales que, por ejemplo, elabora Suetonio) de una serie de augurios y de una serie de prodigios que acompañaban su nacimiento y su muerte, los llamados auguria y los llamados omina.
En el caso de Cristo, el Nuevo Testamento habla de los temblores de tierra subsiguientes a su muerte y de las tinieblas que cubrieron la Tierra durante unas horas. Efectivamente, existe una noticia histórica, fruto de un historiador judío, un tal Thallus, que escribió hacia el año 52 d. C., que, en una obra suya histórica –perdida– hablaba de este terremoto y de estas tinieblas subsiguientes relacionadas con un eclipse solar. El testimonio nos ha llegado indirectamente, gracias al cosmógrafo Julio Africano, pero es perfectamente válido.
El episodio del eclipse es también recogido por historiadores romanos ya más tardíos como Tertuliano, del siglo II d. C., o Eusebio de Cesarea, ya del siglo III d. C., que lo ubica exactamente en el año 32/33 de nuestra Era y dice que fue especialmente intenso en Oriente afectando a ciudades como la célebre Nicea.
-¿Ha habido alguna investigación científica dirigida a buscar el cadáver de Jesús?
-En los años noventa se publicó el material recuperado algo antes en una tumba –la llamada Tumba Talpiot– del Jerusalén oriental en la que se hallaron varios modestos osarios de arenisca uno de ellos con la inscripción hebraica “Jesús, hijo de José”, que puede verse en el Museo de Jerusalén. A partir de ese descubrimiento se ha querido entender que ese recinto albergó los restos del propio Cristo y de otros miembros de su familia.
Sin embargo, los problemas que plantea laonomástica –muy corriente– de esa inscripción y de otras localizadas han abierto una notable polémica respecto de la relación existente entre esas sepulturas y el episodio del Santo Entierro. Además, las tempranas noticias que existen sobre la basílica del Santo Sepulcro invitan a desestimar, también, aquélla identificación.
-¿Qué distancia tenía el camino de Jesús hasta el Calvario?
-No se sabe con certeza dónde estaba Pilato cuando le llevaron a Jesús para que lo condenase a muerte. Según unos autores estaría alojado en el palacio de Herodes, y según otros en la Fortaleza Antonia para vigilar más de cerca la explanada del Templo en aquellos días de Pascua, en que se concentraban muchas gentes llegadas desde lejos a Jerusalén. En cualquier caso, la distancia de ambos lugares al Calvario es de unos 500 metros.
Si se cuenta desde el Huerto de los Olivos, en que fue prendido, para luego ser llevado a casa de Caifás, después a Pilatos, a Herodes, y finalmente al Calvario, el recorrido sería de unos 4 kilómetros en total.
-¿Jesús llevó el travesaño de la cruz -la parte horizontal de la cruz- camino del Calvario o la cruz entera?
-Tampoco se puede decir nada con certeza. Por el modo en que se crucificaba ordinariamente, parece más posible que sólo llevase el travesaño y que al llegar al lugar, una vez fijadas las manos al travesaño, fuera alzado sobre el poste vertical.
-El Viernes Santo los cristianos rememoran la muerte de Cristo. La celebraciones tienen lugar a las tres de la tarde, ¿realmente Cristo murió a esa hora? ¿Cómo se puede saber ese dato?
-Dicen los Evangelios (Mateo 27,45; Marcos 15,33; Lucas 23,44 y Juan 19,14) que Jesús estuvo en la cruz de la hora sexta (las doce) a la hora nona (las tres), en que murió.
-¿La Pasión y muerte de Cristo coinciden cronológicamente con las celebraciones litúrgicas de Semana Santa? Es decir, ¿era jueves cuando se produjo la última cena?
-Las fechas de las celebraciones litúrgicas coinciden con los relatos evangélicos, según los cuales la última cena fue la noche anterior a la muerte de Jesús, por la tanto, el jueves.
-¿Murió al día siguiente? Si muere un viernes a las tres de la tarde, entonces su resurrección no pudo producirse el domingo. Jesús resucita al tercer día, ¿cómo se explica?
-Muere el viernes por la tarde y lo depositan en el sepulcro (1º día), su cuerpo pasa todo el sábado en el sepulcro (2º día) y resucita en las primeras horas del domingo (3º día). Este es el modo de contar los días (no se trata de días completos en el sepulcro, sino de días en los que estuvo –al menos unas horas- en el sepulcro)
-¿Los clavos atravesaron sus manos o sus muñecas?
-Por documentos históricos, tanto de escritores cristianos como paganos, y por los hallazgos arqueológicos de crucificados en la Palestina de la época del Señor, es razonable pensar que primero clavaran los dos brazos al tablero horizontal que cargó durante el camino al Calvario.
Además conocemos bien el tamaño y la forma de los clavos de hierro que solían emplear los romanos para la crucifixión: “largas
pirámides cuadrangulares”, con amplia base de retención, también cuadrada. Los clavos eran, seguramente, guiados entre el radio y los huesos del carpo, o entre las dos filas de huesos del carpo. El clavo podía pasar perfectamente entre los elementos óseos y no producirninguna fractura. Pero posiblemente, la herida perióstica era extremadamente dolorosa (periostio es la membrana fibrosa adherida a los huesos, que sirve para su nutrición y renovación).
Con los brazos estirados pero no en forma tirante, las muñecas, no la palma de las manos, eran clavadas al patíbulo. Se ha demostrado en experimentos con cadáveres, que los ligamentos y los huesos de la muñeca pueden soportar el peso del cuerpo suspendido. De otra forma, si se hubieran clavado las palmas, el peso del cuerpo en posición vertical, las hubiera desgarrado.
-¿Cuánto tiempo duró la agonía de Jesús?
-Cabalmenteque la muerte de Jesús fue el resultado de un largoproceso agónico que duró unas 12-13 horas. Desde aproximadamente las 12-1-2 AM de la noche del jueves (el canto del gallo, interesante referencia horaria del Evangelio es hacia las 3 am). La Agonía del Huerto, comienzo físico de la Pasión, debió suceder poco tiempo antes hasta las 3 PM del viernes siguiente.
-¿Se conocen cuáles fueron las causas de la muerte de Jesús?
-El peso de la evidencia histórica y médica indica que Jesús murió antes de que le perforasen su costado, apoyando la visión tradicional de que la lanza penetró entre sus costillas y atravesó probablemente no solo el pulmón derecho, sino también el pericardio y el corazón.
Posiblemente, Jesús murió por asfixia directa por compromiso de músculos respiratorios -posicional y de multicontusiones- e indirecta, secundaria a insuficiencia cardiaca. Es también altamente posible que concurriera una situación de edema pulmonar agudo debido a la insuficiencia cardiaca instaurada por la hipovolemia y posibles arritmias.
La insuficiencia cardiaca también sería la causa de edema –derrame- en los “espacios virtuales” pleurales y pericárdicos (taponamiento cardíaco), el cual podría explicar la salida de “agua” después de sangre, tras la lanzada del centurión.
Una muerte terrible que se produce en una situación de angustia y abandono en la que estuvo consciente, cabal y lúcido hasta el último milisegundo de su vida terrena.
-¿Son verdaderas la Sábana Santa de Turín? ¿Y la de Oviedo?
-La fe católica no dice nada acerca de la autenticidad de las reliquias. Es una cuestión que está abierta a la investigación científica, y cada uno puede pensar lo que le parezca más razonable a la luz de los datos que se tengan. En el caso de la Sábana Santa de Turín y el Sudario de Oviedo parece que tanto los estudios históricos como el análisis de los lienzos inclina a pensar que pueden ser verdaderas reliquias.
Con información de Santiago Santidrán Alegre, catedrático de Fisiología; Francisco Varo, profesor de Sagradas Escrituras, y Javier Andreu, Profesor Titular de Historia Antigua y Arqueología de la Universidad de Navarra.
Cada vez que se acercan las fiestas litúrgicas de la Semana Santa, los cristianos se preguntan quiénes condenaron a Jesús y bajo qué acusaciones concretas. ¿Fueron los judíos los que lo arrastraron a la cruz o más bien los romanos, que en aquel tiempo dominaban Palestina y lo consideraron un subversivo del orden?
"Recemos por los pérfidos judíos"..."Oye, Dios, nuestra plegaria por la obcecación de aquel pueblo para que sea liberado de las tinieblas". Esta oración fue rezada por millones de católicos en la liturgia del Viernes Santo desde 1570, cuando el papa Pio V creó el Misal Romano.
Aquella oración injuriosa para la religión judía, de la que nació el cristianismo, llevaba implícito —y así lo entendían los fieles— que habían sido los judíos los que mataron a Jesús. El escritor israelí Amos Oz lo dice abiertamente: "Durante milenios la Iglesia Católica se dedicó a calificar a los judíos de asesinos de Dios".
Hoy, sin embargo, los historiadores se inclinan a reconocer que fueron los romanos y no los judíos quienes condenaron al profeta rebelde.
Se basan en dos argumentos concretos: por un lado, la crucifixión era una forma de pena de muerte desconocida por los judíos. Ellos usaban en sus condenas la lapidación, la decapitación y la degollación. La crucifixión era una especialidad de los romanos usada con los rebeldes políticos. Por otro lado, en tiempos de Jesús, cuando Palestina estaba ocupada por el poder romano, las autoridades judías habían perdido la potestad de condenar a muerte. Si acaso podían hacerlo solo por blasfemia, es decir, por motivos estrictamente religiosos.
Es posible que en un primer momento, Jesús hasta fuera juzgado por la alta Corte Sacerdotal y acusado de blasfemia por haber desafiado el poder del Templo. Sin embargo, lo que dicen los evangelios es que el Sanedrín envió a Jesús al romano Pilatos para que fuera juzgado por él, señal de que no vieron motivos de tipo religioso para condenarlo a muerte, según explica uno de los mayores conocedores del tema, Paul Winter, en su obra Sobre el proceso de Jesús (Editorial Aleph).
La confusión pudo nacer del hecho que entre los judíos existía la costumbre de colgar los cuerpos de los muertos por lapidación para exponerlos al oprobio, diferente de la crucifixión en la que los condenados eran clavados vivos en la cruz y dejados para desangrarse hasta morir, a veces durante días enteros.
Las fuentes rabínicas indican que la muerte en la cruz se realizaba "en conformidad con la práctica romana". Basta recordar que el autor del tiempo de Antíoco IV menciona con repugnancia la práctica de los romanos de "suspender hombres vivos", práctica de la que se recuerda que "nunca fue realizada en Israel".
Fue el papa Juan XXIII quien en 1959 mandó quitar de la oración de Viernes Santo la expresión "pérfidos judíos" y la de "obcecación de aquel pueblo" que se negaba a reconocer la divinidad de Jesús.
Pablo VI, que sucedió a Juan XXIII, dio un paso más y quitó también la oración para que los "ciegos judíos" se convirtieran a la fe.
La oración fue cambiada en sentido positivo y en ella se rezaba por los judíos, "a quienes el Señor eligió como los primeros entre todos los hombres para recibir su palabra".
Fue el papa alemán Benedicto XVI quién permitió a los católicos conservadores, contradiciendo al Concilio Vaticano II, volver a la antigua liturgia en latín. Y fue él quién volvió a introducir en la oración del Viernes Santo la idea de que los judíos deben convertirse a la fe cristiana: "Recemos por los judíos: Que Dios ilumine sus corazones y reconozcan a Jesucristo". Fue una vuelta atrás y ahora se espera que Francisco, el Papa que mayor respeto y hasta admiración ha manifestado por la religión judía, vuelva a despojar de las oraciones de los cristianos cualquier atisbo a la necesidad de que los judíos —la primera gran religión monoteísta de la historia— necesiten convertirse a otra fe que no sea la suya.
En verdad, ya desde las disputas de los primeros cristianos en el siglo II se empezó a intentar cargar sobre los judíos el peso de haber condenado a muerte al mayor inocente de la historia, para congraciarse con los romanos, que en un principio persiguieron a los cristianos y después se los ganaron cargando a la Iglesia de privilegios.
Si fueron los romanos quienes, según los historiadores modernos, crucificaron a Jesús, lo que aún no queda claro son los motivos de su sentencia. Sin embargo, si la condenación a la muerte de cruz era destinada a los rebeldes políticos, no cabe duda de que Pilatos y el poder romano de aquel tiempo se acabaron convenciendo de que el profeta que desafiaba a los poderosos, que llegó a tachar de "zorra" al rey Herodes y que arrastraba detrás de sí a una multitud de despreciados por el poder, tuvo que ser crucificado como subversivo político.
Lo confirmaría la inscripción que colocaron en su cruz: "Jesús, rey de los judíos", como para burlarse de él por haberse proclamado, según los romanos, como nuevo líder de aquel pueblo.
Así como por los evangelios oficiales no sabemos dónde ni cuando nació Jesús, tampoco sabemos con certeza absoluta ni quiénes ni cuándo ni por qué crucificaron a aquel profeta ambulante.
Jesús fue un judío que "curaba a todos", que se proclamó siempre fiel seguidor de la religión de sus padres y que, anticipándose a los tiempos, quería que la gran religión judía no quedase restringida a un solo pueblo sino que se abriera también a los gentiles y paganos, a los no circuncindados, para que llegara el día —como le dijo a la mujer samaritana— en que los hombres y mujeres no necesitasen ya rendir culto ni en el templo de los judíos ni el de los samaritanos, sino "en espíritu y en verdad".
Allí inauguró Jesús el moderno ecumenismo que ve en la fidelidad a la propia conciencia el único verdadero templo donde pueden darse cita, sin distinción ni guerras de religión, todos los seres humanos.
Quizás en ningún otro momento de la vida de Jesús los cuatro evangelistas insistan tanto como en la narración de los hechos de la pasión y muerte de Jesús. Y sin embargo, al mismo tiempo, de ningún otro momento de su biografía existen tantas diferencias y discrepancias entre los cuatro evangelios oficiales de la Iglesia.
Aunque es cierto que los evangelistas no intentaron hacer historia en el sentido moderno sino más bien "comunicarnos un mensaje religioso" como explica Winter y confirma otro especialista como Martin Dibelius, también lo es que dentro de dichos relatos (aun discrepantes entre ellos) existe escondida una verdad histórica que exige un gran esfuerzo hermenéutico para descubrirla.
De algunos momentos de la descripción de la crucifixión existen, entre los cuatro evangelistas, hasta siete versiones diferentes.
Y sin embargo, del trasfondo de aquellos hechos aún oscuros, surgió uno de los grandes movimientos —no solo religioso sino también político, humanista y hasta jurídico— de la historia. Y en ella sigue resonando como aldabonazo y reflexión la pregunta de Pilatos a Jesús durante el interrogatorio del proceso: "¿Cuál es la verdad?"
Feliz Semana Santa para todos, sin distinciones de credos, sin condenas inquisitoriales.
Feliz Semana Santa para los que sufren y luchan contra la indignidad y contra el atropello de los más débiles de la historia.
Feliz Semana Santa para todos los crucificados física o moralmente en odio a su religión, raza o color de la piel.
Feliz Semana Santa con el deseo que acabe en el mundo la pena de muerte para que no pueda ser víctima de ella ningún otro inocente, como el crucificado galileo símbolo de todas las condenas injustas de la humanidad.