Lo mejor de la 14 Muestra Joven de cine, fue la proyección de 9 documentales de Nicolás Guillén Landrián, cineasta irreverente que en los años 80 fue encarcelado en El Morro y La Cabaña y le dieron electroshocks en el Psiquiátrico de Mazorra para que olvidara. Durante 30 años, no se exhibieron sus películas
Por Ernesto Santana Zaldívar | La Habana | Concluida la 14 Muestra Joven del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos con la entrega de los premios y menciones correspondientes, resulta obvio que el evento ha tenido menos calidad e incluso una menor cantidad de concursantes que en otras ocasiones, lo cual se hizo evidente en los apartados de Animación y de Carteles.
La profesora de inglés (Alán González) obtuvo el Premio de Ficción y, además, los de Mejor Dirección, Mejor Guion, Mejor Fotografía y Mejor Banda Sonora. Una Mención Especial en Ficción fue paraParís, puertas abiertas (Marta María Borrás).
El galardón en Documental recayó sobre Ahlam (Jessica Rodríguez y Shaza Aly) y Los amagos de Saturno(Rosario Alfonso Parodi) y Materia prima (Sergio Fernández Borrás) consiguieron sendas Menciones Especiales.
En Animación fue premiado Un día más (Marcos Menéndez Hidalgo). El filme de 70 minutos Hotel Nueva Isla, que sus propios realizadores (Irene Gutiérrez y Javier Labrador) no saben si definir como documental o como ficción, consiguió con toda justicia un Premio Especial del jurado.
En esta 14 Muestra Joven compitieron 22 filmes de ficción, 19 documentales y 6 animados, pero en total se proyectaron 79 audiovisuales en pantallas de la Sala Charlot, el Chaplin, la Fábrica de Arte Cubano y el cine 23 y 12.
Los jóvenes creadores revelaron, en general, buen dominio del lenguaje cinematográfico y mostraron lo que son ya recurrencias y obsesiones generacionales de este tipo de cine, como los protagonistas marginales o marginados, la revisión de la historia oficial, la frustración y la decrepitud, que, aunque avalados por la trágica realidad del país, no siempre reciben un tratamiento suficientemente creativo.
Pero, por otra parte, no cabe la menor duda de que las posibles limitaciones de estos jóvenes cineastas no empañan su empuje, ni su repulsión por las trampas ideológicas, ni su disposición a reflexionar sin temor sobre su aquí y su ahora.
El programa del evento incluyó asimismo el taller “Componer música para cine: un reto”, que impartió el músico y profesor Robert Kraft, autor de My heart will go on, tema musical interpretado por Céline Dion para la película de James Cameron Titanic (1997), que como canción vendió más de treinta millones de copias.
Hay que destacar que también, en el marco de la Muestra, se realizó un homenaje al cineasta Nicolás Guillén Landrián (1938-2003) con la exposición “Contra el vacío”, en el vestíbulo del cine Chaplin, compuesta por dibujos y pinturas suyas, y con el coloquio “El mito y el legado”, sobre su persona y su obra.
Recuperando a Guillén Landrián Lo mejor de este homenaje, sin embargo, fue la proyección de nueve documentales de Nicolás Guillén Landrián realizados entre 1966 y 1972: Coffea arabiga, Retornar a Baracoa, Desde La Habana, Nosotros en el Cuyaguateje, Los del baile, Ociel del Toa, Para construir una casa, Plenaria campesina y En un viejo barrio.
Al margen de cuán adecuada o justa haya sido la selección, el simple hecho de haberla realizado es un mérito para los jóvenes organizadores de la 14 Muestra. Es cierto que no es la primera vez que se exhibe el cine de este director al menos en el Chaplin, pero también es verdad que, desde hace unos años, la nueva documentalística cubana tiene más raíces en Guillén Landrián que en Santiago Álvarez.
Y no es casual esta influencia, pues la cinematografía del primero es una de las más personales y auténticamente irreverentes que se han producido en Cuba después de 1959, como queda demostrado con Coffea arabiga.
La originalidad y el ímpetu trasgresor de su obra le valieron a Guillén Landrián varios premios internacionales y el reconocimiento de la crítica y del público, pero igualmente le trajeron el estigma y el castigo.
Alfredo Guevara lo acusó ante su Comandante en Jefe de ser demasiado formalista y de separarse de la estética del documentalista Santiago Álvarez. También se le inculparía de diversionismo ideológico, de reunirse con marginales y homosexuales y hasta de participar en un plan de atentado contra Fidel Castro.
En su largo calvario, sería enviado a trabajar en una granja avícola en la entonces Isla de la Juventud y luego encarcelado en El Morro, La Cabaña y el Combinado del Este. Recibió sesiones de electroshocks en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra. Durante tres decenios no volvieron a exhibirse sus películas en el país.
A finales de los años 80 participó en la primera exposición de pintores disidentes, que disolvió la Seguridad del Estado, y en 1989 partió como refugiado político hacia Estados Unidos, en compañía de su esposa Grettel Alfonso, quien, tras la muerte del artista en Miami, trajo sus cenizas a Cuba.
Guillén Landrián todavía hoy no ha recibido todo el reconocimiento que merece, pero desde hace más de diez años ha sido admirado como artista de primera línea y, más que figura de culto, se ha convertido casi en un mito inspirador. Sobre él se han realizado los documentales Café con leche (2003, Manuel Zayas), El fin pero no es el fin (2005, Víctor Jiménez y Jorge Egusquiza Zorrilla) y Retornar a la Habana con Guillén Landrián (20013, Raydel Araoz Valdés y Julio Ramos).
Su importancia para las nuevas generaciones de creadores del séptimo arte quedó tal vez subrayado cuando Esteban Insausti, uno de los mejores cineastas cubanos de los últimos años, dedicó su extraordinario documental... Existen a la memoria de Nicolás Guillén Landrián.
Documental Café con Leche, del cineasta Manuel Zayas