Cuba a la vista
José Luis Valdés Ugalde | Excélsior Por fin, Cuba está a la vista de todos. Y eso es bueno, más aún si juega en beneficio de su gente y compromete la voluntad del poder para profundizar reformas indispensables para la isla. La audacia del presidente Obama logra su primer cometido: el inicio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, rotas por 50 años. Esto ocurre a pesar de las resistencias de los patriotas en silla de ruedas, a saber, los republicanos y su extrema derecha que han secuestrado a la mitad de EU y de la agenda política. Sigo pensando que Obama, ciertamente muy distinto al Obama de 2008, ha sido una buena noticia para EU y el mundo, tal y como lo es el papa Francisco para el Vaticano y las relaciones internacionales (Bergoglio fue pieza clave en el acercamiento entre Castro y Obama; y eventualmente influirá en la esperable moderación a los excesos de Cristina Fernández). El presidente Castro también hace un movimiento aperturista; por un momento se aleja del dogmatismo ideológico y opta por el pragmatismo. La mayoría de cubanos y estadunidenses aprueban este paso gigante. La OEA, la ONU y la UE lo celebran. Se trata de un paso nodal para superar el que se piensa como último bastión de la Guerra Fría en el continente.
Obama y Castro dieron la gran sorpresa; la noticia no se esperaba, aunque se auguraba: el tema del acercamiento fue anunciado en el programa del demócrata en 2008 y 2012. Washington ya había enviado señales al haber moderado algunas políticas, como la de divisas e intercambio de visitantes. No obstante, hoy ya es obvio que a algunos actores les resulta incómoda la noticia. En EU, Ted Cruz, Marco Rubio y Jeb Bush se quedaron sin el protagonismo que esperaban en un tema de su interés, al tiempo que se oponen al acuerdo supuestamente hasta que el régimen castrista no se haga cargo de las conocidas violaciones a los derechos humanos y las libertades políticas. Aunque por supuesto éste, que es un tema de todos los interesados en una Cuba democrática, no debiera ser un patrimonio de la derecha estadunidense, quien lo usa a su conveniencia. La mismo ocurre con esos otros patriotas chovinistas y excéntricos en ratón loco, que usaban la retórica antiimperialista como recurso para salvar cara frente a sus diversos fracasos políticos y económicos en casa. Hoy han callado. Ahora ni Maduro ni el kirchnerismo ni Evo y menos Correa, a quien le cae el Papa de visita oficial muy pronto, y deben moderarse, no se atreverán a tocar a Obama tan fácilmente; ni a valerse de la antigua retórica para ganar la discusión: Cuba está de por medio y por el momento ésta ya está tejiendo una alianza estratégica con EU que modificará la correlación de fuerzas en el continente. En consecuencia, EU ya no será el único culpable de los males que vive la región.
El guiño ha sido histórico por las anteriores razones, y en buena medida porque ambas partes, pero sobre todo EU, han entrado en razón. EU ha reconocido el grave fracaso cometido con su vecino más cercano después de México y Canadá. Obama, en un meditado acto de lucidez reconocido por todos, se percató de esto, una verdad a voces, pero que nadie se atrevía a afrontar. El hecho de que lo haya hecho el jefe de Estado ofrece razones para el optimismo acerca de un avance amable de la política estadunidense. Estará en manos del Congreso (muy endurecido en sus posturas por la mayoría republicana) y de los duros en Cuba, que prefieren mantenerse en la línea del aislamiento con el fin de seguir capitalizando políticamente el bloqueo. Esto se ve remoto dado el profundo avance y penetración social que la noticia ha tenido en la propia Cuba, en donde ya esperan (con alguna ingenuidad) la derrama inmediata de beneficios económicos. Por lo pronto, hoy se puede constatar que EU, contra los pronósticos, sí tiene una política exterior para las Américas que el acercamiento con Cuba va a catapultar. Habrá que ver si los astros se alinean para que este curso siga su ritmo y pueda salvar los escollos que seguramente encontrará en el camino. Servirá también como paradigma frente a lo poco que en las Américas se ha hecho para resolver sustentablemente sus problemas sin necesidad de culpar al exterior de nuestras miserias y, justificar así, la ausencia de una política exterior coherente y consistente. Por lo pronto, el eje de conflicto EU-Cuba ha llegado a su fin en América Latina.
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