Primero de mayo: Una gran puesta en escena
“Claro que tengo que ir al desfile, ¿tú quieres que me quiten el estímulo del mes?”
Salud para el Coma-Andante, jejeje -
Yo recuerdo que los primeros de mayo, temprano en la mañana saliamos desde el trabajo para la concentración, teniamos que ir al desfile o no te pagaban el dia y en su lugar nos señalabamos como contrarevolucionarios en el centro de trabajo..
Así que no tenia más remedio que ir, pero una vez en la Plaza de la Dinastia Castro, me escapaba del grupo y me iba para la casa.. Ellos jugaban con mi libertad y yo jugaba al juego del engaño como hacen todos en mi isla querida. *Jorge
Por Ernesto Pérez Chang | Desde La Habana
Sin mencionar la oleada de desempleo que afecta a todas las empresas cubanas, los bajos salarios, las malas condiciones laborales y el acoso constante a los trabajadores por cuenta propia, la prensa oficial cubana dedica grandes espacios a la “celebración” del Día de los Trabajadores este 1 de Mayo. El propio gobierno asegura que la Plaza de la Revolución será el escenario del mayor desfile de todos los tiempos, basado en las presiones que han comenzado a ejercer, mediante los sindicatos y los núcleos del Partido Comunista, sobre los obreros y estudiantes.
Por toda la ciudad las brigadas de propaganda comienzan a desplegar inmensos carteles alegóricos que las personas ni siquiera se detienen a observar porque ya es más de lo mismo y todos saben que la “participación masiva” en las marchas oficialistas es el resultado de la coacción y no de la voluntad individual, como asegura Juan Carlos, un trabajador de una brigada de construcción que ha sido movilizada para las tareas de preparación de los “festejos”:
“Claro que tengo que ir al desfile, ¿tú quieres que me quiten el estímulo del mes? A nosotros nos lo dijeron bien clarito, al que no vaya se le descuenta [del salario] porque te lo ponen como día laboral. Ahora mismo, esto que estamos haciendo, es por amor al arte porque lo consideran labores de apoyo y no ganamos casi nada. Todos estos son días perdidos”.
Contrario a los testimonios que aparecen en la televisión nacional, cuando preguntamos a las personas en la calle y les aseguramos que no somos un medio de prensa oficialista, algunos confiesan que no participan del desfile por voluntad propia sino bajo presiones de los jefes y de las llamadas “organizaciones de masas”. Para Miriela, trabajadora de una TRD [Tiendas Recaudadoras de Divisas, perteneciente al Grupo Empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias], no hay escapatoria:
“Si no pasaran lista y no amenazaran con descontar el salario, la Plaza se quedaba vacía. Para quitarse toda esa candela de arriba es mejor ir y ya, porque después no es fácil. Yo a veces he ido hasta el punto donde nos recoge la guagua, doy el nombre, espero que me vean los chismosos y después hago como que voy al baño y me pierdo. Así hace una pila de gente [muchas personas], pero hay veces que no he podido escaparme y entonces cuando paso frente a la tribuna con la banderita digo bajito: me cago en la madre que los parió”.
Aunque Michel no es trabajador sino un estudiante universitario, está obligado a ir a la marcha. Como los anteriores entrevistados, nos ha pedido que no publiquemos sus apellidos ni su imagen por temor a represalias:
“Dicen que como apoyo a los trabajadores”, comenta Michel, “pero es para que hagamos bulto y se vean caras jóvenes. No hay otra forma de llenar eso si no es presionando. Yo soy militante [de la Unión de Jóvenes Comunistas] y es una candela decir que no, me puedo buscar un lio tremendo y yo voy ya para 5to. [último año de la carrera] y no quiero que a última hora me jodan por esas cosas. Pero cuando empiece a trabajar dejo el carné. Lo que pasa es que cuando empecé en la universidad me cogieron de bobo (…). Sí me puedo buscar problemas. Me pueden dar una mala ubicación [empleo] o afectarme en el escalafón, y ya yo he tenido algunos problemas”.
Aunque la mayoría de los entrevistados confesaron que asistirán a la marcha para “quitarse un problema de encima” o acumular méritos para aspirar a un mejor puesto o, simplemente, porque no les gusta “señalarse” [caer bajo sospecha de disidencia], hay otros que afirman no importarles las consecuencias de sus rebeldías, incluso aceptan que sus acciones son desafiantes. El joven Orlando, que trabaja en una cooperativa pesquera en un embalse de La Habana, dice que no asistirá y que jamás ha ido a un desfile. Aunque no ha puesto reparos en que publiquemos su imagen, preferimos ocultar su rostro para evitar que sea castigado por sus valientes opiniones:
“¿Qué van a hacerme? Sacarme de la cooperativa. Me voy y pesco por muy cuenta. Yo sí no creo en amenazas. Que se dejen de tanto desfile y cosas de esas y se pongan a pinchar [trabajar] eso es lo que hay que hacer. Todo lo que se gastan en el desfile y en hacer reuniones para el desfile, que lo gasten en darle de comer a la gente. Habrá que poner miles de ambulancias en la plaza para que recojan a los desmayados. Aquí dijeron que iban a dar un pan con jamón y una latica de refresco, eso es tratar a la gente como muertos de hambre. El pan y el refresco me lo compro yo. Y si quieren que yo no pesque más, van a tener que secar la presa. Yo no me meto en política, así que ellos no se metan conmigo porque no soy ni del Sindicato ni de los CDR ni de nada. Lo mío es pescar”.
Mientras tanto, en las calles de Cuba los indigentes, entre ellos muchos ancianos, se vuelven multitud y en los centros de trabajo continúan las reuniones con los obreros y profesionales para “comprometerlos” con la asistencia al desfile. Aunque se habla de reajustes salariales, de personal “disponible” [desempleados] y de falta de recursos, en estos días las empresas estatales y los ministerios gastan grandes sumas en la impresión de pancartas, la compra de pulóveres, banderas y en todo tipo de materiales y artificios para la puesta en escena de esa obra teatral dirigida por el gobierno donde todos los actores parecen felices a pesar de la miseria de sus vidas.