Después de 56 años del desastre que ha asolado esta desgraciada ínsula, los pocos recursos que quedan no son para socorrer a los humildes, sino para complacer la vanidad de la cúpula verde olivo
Inundación por fuertes lluvias en La Habana
Por Miriam Celaya | La Habana |
Tras los fuertes aguaceros de la jornada del pasado miércoles 29 de abril, los municipios Habana Vieja, Centro Habana, Cerro, Plaza, Playa y algunas zonas bajas de otros barrios de la capital han sufrido inundaciones y cuantiosos daños. Apenas transcurridas las primeras dos horas de arreciar las precipitaciones, por las principales avenidas de la ciudad se escuchaban las sirenas de los bomberos, ambulancias y patrullas que acudían a socorrer a los damnificados de los derrumbes que comenzaron a sucederse rápidamente.
La Habana Vieja fue la más afectada, al producirse el fallecimiento de tres personas. Hasta el momento las autoridades reportan 24 derrumbes parciales, tres totales, numerosas inundaciones que han provocado la contaminación de al menos 200 cisternas y de tres fuentes de abasto de agua, además de decenas de interrupciones eléctricas.
Las viviendas aledañas al Pontón, erigidas sobre un antiguo terreno cenagoso donde varias fuentes naturales alimentan una de las más importantes tomas de agua potable de La Habana, sufrieron niveles récord de inundaciones: 1,80 metros, lo que ha provocado severas pérdidas materiales a decenas de familias, muchas de las cuales permanecían hasta la jornada del jueves 30 de abril en sitios de acogida, debido a los daños de sus viviendas.
Por su parte, la terminal de ómnibus interprovinciales sufrió una verdadera avalancha cuando la presión del agua acumulada en la calle Pozos Dulces, colindante con el fondo de la terminal, derribó el muro limítrofe y penetró parcialmente en sus áreas.
El túnel de la calle Línea, en El Vedado, y el de la 5ta Avenida, en Miramar, fueron cerrados a la circulación debido al aluvión, en tanto las inundaciones en Cuatro Caminos, así como en la zona de los elevados del ferrocarril y en varios tramos de la Avenida del Puerto que enlazan La Habana Vieja con el municipio de Regla, hacían intransitables las vías. El transporte público sufrió severas afectaciones debido a la rotura de 70 ómnibus en las vías.
stos sucesos, sin embargo, no constituyen una novedad en la capital. En el año 2014 se produjeron también grandes inundaciones –incluso más extendidas– en la geografía capitalina, debido a la ocurrencia de precipitaciones continuadas durante varios días, ocasión en que los medios reportaron ampliamente la situación a través de imágenes transmitidas por los medios de difusión estatales, y se anunciaron “medidas” para evitar que los desastres se repitieran en el futuro, o al menos se pudieran atenuar sus efectos.
Sin embargo, la jornada de este miércoles ha puesto en evidencia la desidia oficial en una ciudad donde el sistema de alcantarillado colapsa rápidamente, incapaz de asimilar un volumen regular de precipitaciones, debido sobre todo a las numerosas roturas y tupiciones, agravadas por el arrastre pluvial de basuras, materiales no degradables y todo tipo de desechos que abundan en las insalubres calles de La Habana.
A la habitual incompetencia de los servicios comunales para la recogida de basuras que desbordan los contenedores, se suma la falta de mantenimiento y limpieza de la casi totalidad de los tragantes del sistema de alcantarillado de la capital y al mal trabajo de las brigadas encargadas de manteneros funcionales.
Con las lluvias de solo un día La Habana ha vuelto a mostrar su fragilidad cuando aún no se han desatado los típicos aguaceros de verano ni se ha iniciado la temible temporada ciclónica. Las sucias aguas que ayer cubrían calles y barriadas enteras, los numerosos derrumbes y la incapacidad oficial no solo para prevenir situaciones como éstas, sino para mantener debidamente protegida a la población y sus pertenencias, son un aviso del desastre que podría producirse en caso de presentarse un meteoro de mayores proporciones, sea éste un huracán o un tren de olas que ocasione penetraciones del mar a causa de alguna tormenta o depresión tropical.
Pese a la existencia en Cuba de un programa oficial concebido para el enfrentamiento de desastres naturales, lo cierto es que la respuesta de los encargados de activarlo suele ser tardía e insuficiente. Tampoco existe un sistema de asistencia que garantice a los damnificados la recuperación de sus pérdidas materiales, en especial de sus viviendas, o un modo de compensación que les brinde algún apoyo por un razonable período de tiempo.
Muchos barrios de La Habana lucían hoy las marcas de la suciedad y el abandono, bajo una pertinaz llovizna gris, mientras los más afectados trataban de recuperar algunos de sus destartalados muebles y otros pocos bienes que sobrevivieron a la inundación, para minimizar sus pérdidas. Todos los rostros mostraban desesperanza.
Justo hoy, el Consejo de la Administración Provincial activó las alarmas para Casos de Desastres a fin de enfrentar con la mayor urgencia la situación que se ha creado en la capital en vísperas del desfile por el 1ro de Mayo. Porque esa es la prioridad del régimen. Nada puede alterar la celebración del ritual político, que pese al complejo escenario y a los daños y pérdidas que afectan a tantas familias habaneras, no ha sido suspendido por la alta dirección del gobierno.
Después de 56 años del desastre que ha asolado esta desgraciada ínsula, los pocos recursos que quedan no son para socorrer a los humildes, sino para complacer la vanidad de la cúpula verde olivo. Eso sí, al menos por esta vez nos han evitado la hipocresía de aquella frase falaz, que tanto gusta repetir al General-Presidente: “nadie va a quedar desamparado”.