Cubanos exiliados quedarían
desplazados por avalancha de turistas americanos
Millones de turistas norteamericanos adinerados se aprestan a viajar a Cuba. ¿Ante la falta de infraestructura, y el alza de precios que se avecina, podrán los cubanos exiliados que regularmente visitan Cuba, en su mayoría recién llegados al exilio y de bajos ingresos, competir con ellos por recursos limitados y continuar viajando a la isla para ver a sus familiares?
Dos pájaros muertos en un solo tiro.
Por Ana Olema | Se avecina una avalancha de turistas norteamericanos pudientes a Cuba. A todas luces, el relajamiento de las restricciones está creando las condiciones perfectas para que en 2015 se rompan los records históricos en el número de viajeros a la isla. Sin embargo, la infraestructura es limitada y el país no está preparado para recibir a tantos viajeros. Una subida drástica de precios, ante la competencia por recursos limitados, es inevitable.
¿Podrán los cubanos exiliados que regularmente visitan Cuba, en su mayoría recién llegados al exilio y de bajos ingresos, competir y continuar viajando a la isla para ver a sus familiares?
Tradicionalmente, los estadounidenses que han visitado Cuba de forma ilegal han llegado vía México, Canadá o Bahamas. Pero, desde diciembre ha sido mucho más fácil conseguir una visa oficial en alguna de las 12 categorías que les permiten la entrada, e incluyen, desde intercambios culturales y científicos, hasta eventos deportivos o musicales.
Además, muchos simplemente han perdido el miedo a que el gobierno estadounidense los vaya a multar por visitar Cuba sin autorización previa. En 2014, visitaron Cuba unos 3 millones de viajeros, un 5,3% más que el año anterior. Estos generaron ingresos anuales de $2.500 millones al régimen según reportó el Ministerio de Turismo de Cuba.
Se han abierto nuevas rutas de vuelos chárter a La Habana desde Nueva Orleans y Nueva York, y empresas reconocidas como AirBnB y MasterCard también han anunciado sus planes de iniciar operaciones en la isla comunista. El resultado es un auge sin precedentes en la demanda de vuelos y hospedaje en Cuba. Un operador en Nueva York reportó un aumento de casi 250% tan sólo en marzo, según informa la agencia de noticias Associated Press (AP).
Infraestructura insuficiente, precios por las nubes
La pregunta es si la anticuada infraestructura, los servicios y los reducidos recursos disponibles en Cuba pueden hacer frente a semejante aumento en la cantidad de visitantes. Las leyes económicas básicas dictan que, ante la competencia por recursos limitados, los precios suben y quedan desplazados del mercado aquellos que no pueden darse el lujo de pagarlos. Solamente los más pudientes podrán disfrutar de los servicios destinados al turismo.
Este año no solo se espera un incremento del número de visitantes estadounidenses de unos 600.000 (muchos de ellos cubano-estadounidenses visitando familiares) a cerca de un millón, sino que además los turistas de otras partes del mundo podrían duplicarse en el mismo periodo.
Hay una notoria demanda de europeos y canadienses que quieren ver Cuba “antes de que lleguen los estadounidenses”. Es cada vez más difícil encontrar habitaciones en los hoteles o mesas en restaurantes populares, especialmente durante la temporada alta.
Los cuentapropistas (micro empresarios) podrían ayudar a paliar la situación pero muchos se ven ahogados por la excesiva regulación gubernamental y la total ausencia de un mercado mayorista legal y eficiente. Las rentas de casas particulares tampoco dan abasto a la demanda y muchos de sus propietarios se ven obligados a operar ilegalmente ante el exceso de impuestos y regulaciones.
Este proceso pudiera tener, por supuesto, un impacto positivo si se diera bajo las premisas naturales de las sociedades libres. Sin embargo, el poder dominante ha sido, y es, obsesivo del control. Hasta que no se liberalice la actividad económica de manera plena, y los cubanos tengan derechos a poseer propiedad privada bajo un estado de derecho, todos estos intentos conducirían al fracaso, más allá de los espejismos de bienestar aparente. Lo peor de esta movida es que se estaría perdiendo, una vez más, el chance de generar un cambio radical que beneficie seriamente a la población cubana. No se trata de buenas intenciones y rejuegos a corto plazo, sino de aplicar algoritmos políticos y económicos que funcionan más allá de la primera movida de fichas en el tablero de ajedrez diplomático.
Las regulaciones, que en principio se suponía ayudarían a la familia cubana, podrían resultar contraproducentes a la larga. Los turistas norteamericanos, en su mayoría angloparlantes y de alto poder adquisitivo, tienden a quedarse en los hoteles y resorts de lujo en las zonas turísticas y de playa, lejos de los cubanos de pueblo. A su vez, los cubanos exiliados recién llegados, de bajo poder adquisitivo en comparación con los norteamericanos y necesitados de ver a sus familiares pudieran terminar siendo desplazados por los altos precios y la falta de habitaciones, servicios y recursos. A su vez, los servicios de encomiendas brindados por las “mulas” se verían seriamente afectadas en esta nueva dinámica, una actividad que para muchos emigrados es su fuente de principal de ingreso. Al final, es el gobierno cubano el gran ganador, no solo ingresarán miles de millones de dólares extras a sus arcas aprovechándose de los altos precios, sino que también lograrán aislar a las familias cubanas una vez más. Dos pájaros muertos en un solo tiro.
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