El trágico final de La Eterna
Yosvani Muñoz, "La Eterna".
Por Juan Carlos Fernández y Rosa López, Pinar del Río | 14yMedio
Parecía que era eterna hasta que una madrugada de abril una pedrada le destrozó el bazo y se desangró hasta morir. Nacida en el cuerpo equivocado, a los quince años se auto inoculó el virus del VIH en un gesto desesperado. "Mami, ¿por qué no me pariste hembra, si yo soy tremenda mujerona?", le decía a Berta Robaina. Esta madre hasta hace poco aseguraba: "Tengo tres hijos", pero actualmente aclara: "Tenía, tenía... Ahora solo tengo dos".
La muerte de Yosvani Muñoz Robaina fue como su propia vida: dura y breve. Una madrugada de finales de abril, cuando ya se creía invicta ante los prejuicios, los maltratos y el sida, un grupo de adolescentes le lanzó una andanada de piedras que terminó con su vida. Horas después saldría el sol, mientras su cuerpo sin vida aguardaba en el policlínico Pedro Borrás de Pinar del Río. Para los machos remachos de la zona, solo había muerto "un maricón más".
"¿Tú ves cómo tengo arreglado este pelo? Ese fue Yosvani", cuenta Yanet, quien en su carné de identidad aún lleva el nombre de Maikel García y es licenciado en enfermería. La Eterna le hizo aquel peinado días antes de morir, cuando a nadie se le pasaba por la cabeza que esa muchacha delgada y vivaracha iba a ser una víctima fatal de la violencia y el escarnio, mientras estaba con unos amigos en el céntrico parque Roberto Amarán. "Estaba muy motivada arreglando pelo, dando tintes, poniendo extensiones, estaba tranquila... más que nunca", relata la amiga.
La muerte de Yosvani Muñoz Robaina fue como su propia vida: dura y breve
Yanet lleva la línea de ayuda telefónica en el programa de Infecciones de transmisión sexual (ITS)/VIH-sida de la capital pinareña. Con resignación, narra cada detalle que pueda trazar los contornos de La Eterna, o La Invicta, como también le decían. "A pesar de ser muy joven cuando se enfermó, era muy responsable con su padecimiento, leía todo el material que le caía en las manos referente al sida, los retrovirales, las medicinas que debía tomar". Hace unos años, "estaba muy frustrada y deprimida cuando se inyectó el VIH, pero nunca tomó venganza por sus problemas contra el mundo. Al contrario, era muy sociable, cariñosa y servicial", apunta.
Pinar del Río es como uno de esos espejos de agua sin movimiento, una ciudad donde parece que no pasa nada, pero la muerte de Yosvani no deja de generar olas. Los rumores van y vienen, crecen y se desbocan. Crimen de odio, asesinato pasional o simple broma de muchachos que salió mal: es difícil precisar qué fue lo que pasó aquella madrugada letal. Las autoridades no se pronuncian y los medios de prensa han guardado un incómodo silencio, de manera que las especulaciones ganan la pelea a la realidad.
"Es cierto que este hecho es inédito en Pinar del Río, pero eso no quita que nos acosen y agredan verbalmente", cuenta Yanet al detallar esa ruta de la constante amenaza. "Lo he sufrido en carne propia en la calle con verdaderas groserías que me dicen, a algunos amigos que son travestis los han discriminado en sus propios trabajos por asumir su personalidad en público", dice.
"Lo de las pedradas no es algo nuevo, eso lleva ocurriendo desde hace cerca de tres años y nadie hace nada", cuenta un conocido de La Eterna que muchas veces compartió noche en el parque junto a ella. Asegura que "tirarle piedras a los maricones es fácil, nosotros solo corremos y para ellos es como una gracia".
El drama, sin embargo, no terminó con el último suspiro de Yosvani, ni siquiera es exclusivo de las lágrimas de su madre Berta. Los victimarios también están atrapados en la tragedia. Sus familiares temen que se quiera celebrar un juicio ejemplarizante contra los tres jóvenes que ya están detenidos por el crimen, especialmente por aquel que apenas tiene 17 años y que presuntamente lanzó la pedrada mortal.
"Mariela Castro va a venir al juicio", se rumorea en las esquinas pinareñas, como si las leyes fueran cosa de personalidades y no de la justicia. "Ahora los van a castigar duro para que todos aprendan", aseguran otros más cercanos a la víctima. Hasta hoy, sin embargo, aún no se ha fijado una fecha para la vista oral y cada día que pasa el tema da un nuevo giro y la comunidad LGBT deshoja la margarita de la espera.
"Lo hicieron –especula otro transexual que prefirió el anonimato– porque todos esos muchachitos están descargando su frustración existencial en nosotros". Según esta versión, los victimarios no son más que damnificados de una manera de pensar y de actuar frente al diferente. En fin de cuentas, han nacido en un país donde las discrepancias se han dilucidado por mucho tiempo a trompadas o a través de actos de repudio.
Este miércoles las autoridades gubernamentales de la provincia mostraban, o aparentaban, su desconocimiento sobre lo ocurrido. En la oficina de atención a la población del Poder Popular Provincial, la funcionaria Maisbel Padrón Castillo ponía rostro de asombro al escuchar la noticia de la muerte del transexual. "No sabía nada, ¿cuándo pasó eso?", preguntó con estupor. "Le informaré a mi superior, pero este asunto es competencia de la Policía Nacional Revolucionaria", escurría la responsabilidad.
Las potenciales víctimas de estos actos no han logrado unirse. "No, aquí, hasta donde yo sé no existe una comunidad LGBT estructurada en Pinar del Río", detalla Yanet. "Los travestis, homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales nos reunimos espontáneamente en el parque Roberto Amarán", donde murió La Eterna. "Antes íbamos a las cercanías de la terminal de ómnibus, pero la policía nos sacó de allí", porque "parece que esto le incomodó a alguien y nos sacaron, hace un tiempo, alrededor de tres años", agrega.
"Por aquí no ha venido nadie, ¿qué es eso del Cenesex?", pregunta con una dolorosa ingenuidad la madre de La Eterna. Ni siquiera le han entregado aún el certificado de defunción. "Su ropa todavía está en medicina legal y, hasta donde yo sé, no ha habido más detenciones". La señora, con el rostro marcado por el dolor, dice que tampoco le han avisado del juicio. "Parece que todavía están en investigaciones, espero que cuando vayan a celebrar el juicio me avisen", dice.
Una foto de Yosvani puede verse sobre el mueble del televisor en la modesta casa donde vivía con su madre. "¿Verdad que era linda?", comenta Berta mientras se le ilumina la cara por un momento. En la imagen hay una joven con los labios pintados, las manos detrás de la cabeza y unos aretes rojos y llamativos. "Siempre me dijo que era una mujer, desde chiquitico, siempre fue así", cuenta la señora. "Él siempre fue homosexual, pero sumamente femenino, después se empezó a hormonar poniéndose estrógenos, se puso más bonito, digo bonita", rectifica.
"Se enamoró de un hombre mayor que ella, que ahora tiene como 40 años y está casado", relata. A pesar de que le parecía imposible, "Yosvani decía que era el hombre de su vida", recuerda Berta, y "eso le devolvió las ganas de vivir".
"¿Su padre?", pregunta la señora en voz alta, "ese nunca se ocupó de él, ahora es un anciano y vive en Pilotos, pueblo del municipio de Consolación del Sur". Así que "yo fui madre y padre, pero ¿podemos dejar a ese señor tranquilo, no quiero hablar más de él, hablemos de cosas agradables".
"Su sueño fue ser completamente una mujer, sí, sí... con todo, sus partes y todo", prosigue Berta. Sin embargo, la muerte se cruzó en el camino de La Eterna antes de que pudiera acercarse siquiera a una cirugía de cambio de sexo.
"¿Quieres tirarle una foto?", pregunta Berta mientras acerca la foto a la lente de la cámara. "Claro, claro, mira que linda estaba ese día", y rompe a llorar.
Publicado en el diario hecho en Cuba 14yMedio