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General: Mis deseos fueron homosexuales desde pequeño, pero sigo vivo
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Da: SOY LIBRE  (Messaggio originale) Inviato: 23/05/2015 13:49
Pero estoy vivo
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Frank y Tony
Por Yusimí Rodríguez
A las dos horas de horas de conocerlo, sabía que Francisco Segundo Martínez Sosa (Frank), es gay (con solo mirarlo), compositor, escritor, suicida casi exitoso, padre de dos hijos y enfermo de SIDA. Su relación con la enfermedad es como un matrimonio. Lo acompaña hace veinticuatro años, los mismos que lleva con su pareja, Antonio Peña Díaz (Tony).

Aunque su primer poemario “Animal Rosadulce”, me permitiría conocer sus dolores, alegrías y visión de la vida, no quise esperar a la publicación para indagar más sobre él y compartirlo con los lectores de HT.

Empieza a hablar, pero se interrumpe cuando Juan prepara la cámara, y se quita un pequeño parche del rostro.

Frank Martinez Sosa: El VIH me provocó una lipodistrofia. Es muy incómodo que te vean el rostro raquítico y te señalen en la calle. Se determinó, hace tres años, aplicar a los pacientes de VIH con ese problema un producto carísimo en el mercado internacional, se llama Perfons. Por suerte, yo estaba entre los más feos y me tocó. Hace meses empezó a dañarme: el rostro se me puso enorme, los dientes me colapsaron en las encías; hubo que quitármelo. Pero ahora la cara se ve mejor, quizás aumenté de peso.

No quería vivir
Frank: Mis deseos fueron homosexuales desde pequeño.

Mis padres vivían para sus trabajos, la Revolución, las consignas; a los hijos los becaron. Estuve becado desde que era un parvulito. Padecí mucho bullying (acoso). Considero que las becas [boarding school] en Cuba fueron un error. Y un horror. En la única escuela externa que estuve, una maestra me descubrió con un varoncito y amenazó con decírselo a mi mamá. Corrí a la azotea e intenté tirarme. Vinieron los bomberos. No fue un intento real de suicidarme, ni teatro. Quería escapar del problema. Por eso y por lo que contó la maestra, el psicólogo determinó que tenía problemas y me becaron en una escuela especial. Allí, a los nueve años, acabaron con mi esfínter.

En esas escuelas, podía estar un niño de nueve años en segundo grado con uno de dieciséis que tenía problemas escolares y también era menor de edad. Había muchos abusadores. Un día, uno al que decían el Baba hizo un tin marín. Como me tocó a mí, se me tiró encima.

Pero no quiere ser visto como víctima.
Frank: Quería que eso pasara… no con él, sino con uno de mi edad. No quiero que digan que soy homosexual porque me violaron. Ya lo era. Después, sucedió con un muchachito de mi edad que me gustaba”.

Con el tiempo descubrí que también me gustaban las muchachas y empecé a andar con muchachos y muchachas a la vez.

A pesar de sentirse bien con su sexualidad, y de enamorarse de “personas”, pensaría en el suicidio dos veces más.

Frank: Un familiar me descubrió en la escalera con un hombre, me delató y me botaron de casa a los dieciséis años. Mi padre me gritó: “No quiero patos, chernas, en esta casa.

Deambulé por terminales de ómnibus, funerarias, parques… Pasé hambre y frío. Recurría a gays. No siempre me gustaban, pero necesitaba comer, dormir bajo un techo… Volví a tocar la puerta de mi casa y volvieron a rechazarme. Subí a una azotea, los invité a salir y mirar. Me tiré de cabeza contra el adoquín.

Mi padre se asustó tanto (de ahí el poema Las últimas palabras de papá) que me prefirió gay que muerto. Estuve más de veinte días en coma; tengo reconstrucciones en el rostro.

No quería vivir. Me ayudó mucho un médico que me lanzó en la cama un pomito con cianuro (agua en realidad), una soga y un cuchillo. Dijo que yo le daba lástima. Empecé a llorar y a gritar. A partir de ahí reaccioné.

Mi padre me aceptó; mi madre, no. No la culpo. En sus últimos seis o siete años, me aceptó a mí y a mi pareja. En su lecho de muerte decía que habría querido más tiempo para arreglar las cosas entre nosotros.

Ambos padres de Frank murieron de cáncer; él los cuidó.

Frank: Pero no porque le debiera algo a la sociedad por ser homosexual, sino porque lo necesitaban.

Antes de volver a pensar en el suicidio, Frank se casó y tuvo dos hijos de los que habla con orgullo, aunque en una época la relación fue difícil debido a su orientación sexual y lo evidente que resulta. Al varón principalmente le avergonzaba que fuese a su escuela.

La hija es músico y vive en Austria; el varón, en Estados Unidos. Frank tiene tres nietas; una es norteamericana y viene otra en camino.

Frank: Mi hija tuvo a las suyas aquí; quiso que fueran cubanas. Siempre les inculqué que somos cubanos, no importa dónde estemos.

Celebra el reestablecimiento de relaciones entre ambos países; nunca cortó lazos con sus familiares allá.

Decidí afrontarlo
HT: ¿Por qué casarte si ya todos sabían que te gustaban los hombres y tu padre te había aceptado?

Frank: Quería hijos. La vida es algo hermoso y quería regalarla. Pero también, porque en los ochenta había una cacería de brujas. Andábamos con amiguitas lesbianas, para que no nos metieran presos; o entrábamos como parejas heterosexuales a hoteles y posadas, y luego cambiábamos de habitación. No se admitían parejas homosexuales. Bastaba la sospecha de que eras gay para meterte preso. Tengo amigos que cumplieron cárcel por homosexualidad. La gente me pregunta por qué camino con cierta guapería. Me crié en Belén y Jesús María, barrios marginales de La Habana Vieja, y aprendí a imitar a los guapos. Así evitaba que la policía me cargara.

“Mi pareja sugirió buscar novias y casarnos. Yo tenía un sentimiento lindo por su hermana. No fue tapadera. La elegí como madre de mis hijos. Me gustaba y disfrutaba estar con ella, aunque durante el matrimonio hubo otras mujeres. Y hombres. No estoy hecho para la monogamia.

“Antes de que el niño cumpliera el año le dije mi verdad. Respondió que lo sabía y quiso que permaneciéramos juntos para criar a los niños. Dije que no, la ayudaría con los niños, pero no viviríamos juntos. Permuté para que mis hijos tuvieran casa. Nunca les falté”.

Frank consiguió casa (algo muy difícil en Cuba) porque se “coló” en un apartamento vacío en un edificio muy deteriorado. Luego, surgió una ley que daba derecho a quienes llevaran cierto tiempo en una vivienda sin papeles, de legalizar su situación. Tras varias permutas se hizo de una casa grande.
¿Cómo fue tu relación con la madre de tus hijos tras la separación?

Frank: Fuimos muy buenos amigos durante mucho tiempo.

Aunque no estudió (debido al buling que padeció en las escuelas), Frank insistió en que sus hijos estudiaran y fue estricto en eso, pero se enorgullece de que nunca les levantó la mano y de que son dos profesionales “Formados en esta Isla”. Pero eso no causó las diferencias con su esposa.

Frank: Los crié con la idea de que cortaran el cordón umbilical, que conocieran el mundo para que no les sucediera como a mí, que no he salido de esta Isla.

La madre se quedó sola y lo culpa. Frank sabe que ella lo quiso mucho y piensa que aún lo quiere. En su libro, le dedica un poema.

Tras el divorcio, comenzó una relación que duró siete meses. Dejaron de usar condón porque su pareja aseguró haberse hecho análisis del VIH y que eran negativos. Frank, como trabajador de Salud Pública, debía chequearse periódicamente y estaba limpio. Su pareja afirmaba trabajar en el Turismo.

Frank: Y era cierto: era jinetero. Había sido animador en piscinas de hoteles y tenía acceso a esos lugares.

Cuando descubrió la verdad, se separó de él. Pero era tarde. Meses después supo que estaba infestado con el VIH, y quizás había contagiado a su nueva pareja Tony. Frank tenía 29 años; Tony, 23.

Frank: Yo era trabajador de salud pública y todos se enteraron. No sé cómo. Eso es algo privado; uno tiene el derecho de decirlo o no. Aquí se filtra; de los noventa acá he vivido con el estigma.

HT: ¿Qué te ha hecho sentir más discriminado: ser gay o tener SIDA?

Frank: Ambas, pero más la enfermedad. Todos mis amigos, gays también, me dieron la espalda.

“En aquel momento, te hacían un segundo análisis en Higiene y Epidemiología para comprobar. Debías llevar a tu pareja y vomitar todos los que habían estado contigo. Nombré a quienes me dieron permiso. Soy débil físicamente, pero para eso fui valiente y resistí la presión. Tuve que mencionar a la madre de mis hijos, su hermano…

Con los años, Frank ha perdido muchos amigos. Algunos lo cuidaron en el hospital cuando él estaba muy enfermo, y ellos sanos.

Frank: Tengo VIH desde los 90, les advertía que se protegieran. Y luego, los he visto caer y morir.

En Higiene los trataron cómo…
Frank: Como perros, animales. Me dijeron tienes SIDA y tienes que decir todo, porque esto no se puede regar por todo el país.

Para Tony fue traumático al principio saber que quizás estaba infestado. No le había dicho a su familia que era gay. A quien primero contó fue a su hermana.

Tony: Me dijo que lo sabían, pero querían que yo lo dijera, no tener que oírlo de terceras personas. Todos lo saben, desde mis sobrinos hasta mis abuelos. Me adoran. Mi padre nunca me ha rechazado.

Frank: Las dos semanas que esperamos por los resultados, nos secamos, no queríamos comer. Fui solo a buscarlos. No quería que él recibiera la noticia por alguna de esas personas déspotas. Vi la forma en que nos trataron la primera vez.

HT: ¿Habría sido diferente si hubiesen sido heterosexuales?

Frank: Cuando eran internacionalistas que venían con la enfermedad, el trato era otro. Mi análisis dio positivo; el de Tony, no. Dijeron que chequearían a mis hijos, a su madre y a todos los de mi lista porque podían estar infestados. Mientras esperaba una guagua para regresar a casa, parqueó delante de mí un carro fúnebre, con un féretro pequeño de un niño. Salí caminando hasta el puente Almendares. Quería saltar. Pensé en Tony, la sonrisa de mis hijos. Me eché hacia atrás y me dije: lo voy a afrontar.

Cuando Frank supo que era cero positivo y Tony, no, intentó dejarlo.

Frank: Era lo correcto. Llevábamos tres meses juntos y era como haber encontrado mi media naranja. Pero llamé a su familia, les expliqué mi situación. Él dijo que era su derecho, su corazón; que no iba a dejarme. Estuve meses sin tocarlo. Era una situación muy difícil. Nos queríamos enormemente; éramos amantes perfectos.

Tony: Me pasaban muchas cosas por la mente. ¿Cómo iba a dejar a un enfermo confirmado…? Quizás yo lo tenía también, ya éramos una pareja. ¿Por qué no seguir adelante… quizás protegiéndonos un poco más? En un futuro, podía salirme o no.

Aunque había resultado negativo, a Tony se le orientó chequearse cada tres meses. No resultó positivo hasta diez años después de Frank.

Frank: Llevamos juntos 24 años. Digo que él fue mi mejor apuesta en el amor. Tuvo que empujarme en un sillón de ruedas cinco años, cargarme cuatro pisos, bajar a buscar el sillón porque nadie nos lo subía. Tony: La gente nos tenía pánico.

¿Por qué estás convencido de que aquel muchacho te contagió?

Frank: Sólo él dio positivo en mi lista. En los análisis, mi sistema inmunológico estaba alto, porque la enfermedad acababa de llegar. El suyo ya estaba bajo.

Tony: Nos invitaron a una fiesta a la que él fue con un muchachito casi menor de edad. Me di cuenta de que si había engañado a Frank podía engañar a ese niño y le fui arriba. La gente se metió a separarnos.

Frank: A mis hijos los chequearon durante dos años muy difíciles para mí. Cuando resultaron negativos, renací. A partir de entonces, he asumido la tarea de alertar a las personas. No es que dejes de ser liberal… no me gusta la palabra “promiscuo”. A mí me gusta el amor, sentir, pero hay que cuidarse.

El amor siempre está
HT: Ustedes tienen una relación abierta ¿Cómo puede mantenerse el amor?

Frank: El amor siempre está.

HT (A Tony): ¿No sientes celos?

Tony: Si dos personas que se quieren conversan mucho, se puede llegar a un acuerdo. El amor es de dos, no de tres.

Frank: El deseo es otra cosa… Nosotros siempre dormimos juntos. Llevamos 24 años y seguimos sexualmente activos porque nos gustamos.
Tony: Cuando la cosa termina, la otra persona va de la puerta para afuera.

HT: ¿Pueden estar a la vez con la misma persona?

Frank: Sí.

HT: Supongo que un varón.

Frank: A Tony no le gustan las mujeres. En relaciones pasadas con hombres, puse mujeres… No significa que andemos por ahí buscando a alguien. Si aparece… No tiene que ser un gigoló super lindo, sino alguien interesante con quien surja algo interesante… un poeta, o un loquito de la calle. O que alguien se nos acerque por intereses monetarios…

Qué bueno que existe
HT: ¿Han pagado por sexo?

Frank: A Tony no le gusta. A mí me gusta pagar un gusto.

HT: ¿Encuentras bien que alguien esté contigo por necesidad? Estuviste en esa situación.

Frank: Siempre intento que el otro lo desee.

Tony: El dinero no para penes.

HT (A Frank): ¿Entonces disfrutabas lo que hacías, cuando estabas en la calle?

Frank: Es muy difícil estar en la calle con hambre de días, y que te sonría alguien; te ofrezca un plato de comida, su casa. Si eso viene acompañado de una caricia… Yo respondía, nadie abusaba de mí. Un orgasmo es siempre un placer y yo lo tenía. Doy gracias a que estaban esas personas.

HT: ¿Te hubieran dado todo eso sin tu cuerpo a cambio?

-Frank: Algunos, sí. Otros me chantajeaban descaradamente. Me arrojaba el derecho de decir: No, sigo pasando hambre.

Creo que desde la época del cromagnon, había uno más fuerte que buscaba la comida y si la mujer estaba embarazada, ¿quién le hacía el trabajo? Tengo un poema sobre eso. Además, había más hombres que mujeres, y quizás la mujer era para el más fuerte. ¿Los otros cómo se satisfacían?

HT: ¿Entonces la homosexualidad masculina se debe a la escasez de mujeres?

Frank: No. Creo que es algo natural. Los grandes emperadores del mundo occidental eran bisexuales, homosexuales. No sé a quién se le ocurrió que estaba mal. Creo que al Cristianismo.

Hoy me puedes gustar tú como mujer; mañana, él como hombre. ¿Por qué hay que delimitar? Hoy podemos ser dos; mañana, tres. Las emociones orgiásticas son bellas. Para los grandes emperadores estaba bien… Incluso hoy, en Holanda, Alemania, ven bien la prostitución, se pagan impuestos…

HT: ¿Tú cómo la ves?

Frank: Qué bueno que existe. Hay personas solas, sin atractivo físico. Quienes ejercen la prostitución son emperadores y emperatrices para mí. Hacen sentir a otros. Si costó algo, la vida es eso.

Una col en una cama
HT: ¿De que vives ahora, tras retirarte por la enfermedad?

Frank: Por la mielopolio neuropatía no tengo fuerzas para hacer peso, coger guaguas. En aquel momento estaba en silla de ruedas o empezando a andar con bastones. Debo usar uno para salir a la calle; casi nunca lo hago por vanidad.

Tenía los años trabajados para retirarme, pero no la edad. Ahora tengo 54. Me jubilé con el salario mínimo tras 28 años de servicio: 200 pesos cubanos (10 USD). Mis hijos me ayudan.

Frank trabajó en el almacén provincial Jonson de 1978 a 1988, y en el Policlínico Diego Tamayo en La Habana Vieja de 1989 a 1999. En ambos centros fue trabajador vanguardia.

Los pocos amigos que me quedaron al adquirir el VIH viven fuera y me ayudan enormemente. Recibo mesada cada tres o cuatro meses. De ahí ciertas comodidades que tengo.

A esos amigos, Frank les debe mucho más que sus mesadas actuales

Frank: En los 90, cuando te diagnosticaban, venían a buscarte y tenías que internarte en Los Cocos, era obligatorio. Subí a un balcón y pregunté si querían llevarse un cadáver. No se debió trancar a nadie por estar enfermo. Dije que no y me costó. Allí tenías seguras medicinas, dietas… Yo solo tenía segura mi atención médica.

No trabajábamos porque teníamos VIH. Debía ir a Los Cocos a buscar mi certificado para que me pagaran en el trabajo porque necesitaba mantenerme, tenía hijo

No se dio libertades a los pacientes de VIH hasta el 95. En el 96, padecí todas las enfermedades oportunistas. Era un guiñapo. Mi gran Antonio (Tony) acababa de bañarme y yo volvía a vomitarme y a ensuciarme. Él tenía la pacien

Tony: Mira todo lo que ha tenido que suceder para meter a un tercero en una cama.

HT: ¿Cómo sobreviste, siendo tan débil por naturaleza y más aún con la enfermedad?

Frank: Varias veces le dijeron a Tony que avisara a mi familia, porque no llegaría a la noche.

Tony: La familia nunca vino.

Frank: A mis hijos pequeños me los traía su madre; ni mi madre ni mis hermanos vinieron.

Tony: Lo cuidé solo durante cinco años, con ayuda de amigos.

Frank: Mi amigo David Martínez que vive ahora en Miami, supo de mi situación y me envió cuanto medicamento para el VIH que encontraba. Yo preguntaba a los médicos si me servían; ellos le decían a Tony: dáselos, a ver qué pasa.

Llegué a tener 1 CD4 y 0%, con eso eres una col sobre una cama. Gracias a los medicamentos que me enviaron mis amigos empecé a reestablecerme. Y a mis ganas de vivir.

HT: ¿Y a los médicos?

Frank: También. El sistema de salud cubano sí me ayudó, a pesar de los errores. Aclaro, que hubo un momento en que no sólo yo carecía de medicamentos, por negarme a entrar en el sanatorio. No había para nadie. No se fabricaban aquí. En los noventa murieron muchos pacientes del VIH por el bloqueo.

Carnadas
Otra consecuencia de la negativa de Frank al encierro, fue que le enviaban personas a seducirlo, para atraparlo contagiando a otros. Podían meterlo preso por propagación de una epidemia.

Frank: No puedo probarlo, pero a uno que trató de seducirme, le enseñé mi certificado de paciente VIH. Me dijo: “Hiciste bien, voy a decirles que te dejen en paz”.

No sabe quién estaba detrás.

Frank: Fue una época muy difícil. Pedías el último en una cola y la gente se apartaba. Una vez, permuté y me viraron la permuta porque las personas no querían vivir en la casa de un “sidoso”. Fuimos a juicio. Pero toda la cuadra se enteró y cuando pasábamos junto a las personas, escupían en el suelo. ¿Y lo peor?

“Los propios gays”, dicen casi a coro.

Tony: Nos daba pena hasta ir a una fiesta o una discoteca.

Frank: Pero íbamos con la cabeza en alto.

Tony: Muchos de esos que nos despreciaron, enfermaron y están en el cementerio.

Tony fue bailarín de cabaret y luego de Los guaracheros de Regla. Actualmente es pensionado, pero no por el VIH.

Tony: Lo fui, pero quitaron las pensiones. Casualmente, tengo problemas del corazón y por eso conservo la pensión.

A los 48 años, ha sufrido dos infartos.

La literatura
HT: ¿Cómo llegó a tu vida?

Frank: Mi madre era escritora. Nunca publicó, pero le llevaron una obra de teatro a escena. Heredé su gen. En sus últimos años, le llevaba mis cosas y me las editaba. Fueron años muy bonitos.

“Siempre escribí. Una novelita que escribí en el preuniversitario me costó una vergüenza pública y dejé de enseñar mis cosas, aunque seguía escribiendo. Ya adulto empecé en un taller literario, pero me robaron un poema y nunca más asistí a uno. Escribía y guardaba. Durante mi convalecencia revisaba mis poemas.

Un día mi hija los vio por casualidad y quiso llevárselos. A la semana, me puso en el celular cuatro números musicales que había hecho con mis poemas. Los llevó a un disco, y ahí nació la primera canción que hice sobre el VIH: “Vivirán”.

“Nació en el IPK en un momento en que yo estaba muy enfermo. El padre de mi compañero de cubículo era religioso y convirtió a su hijo; luego intentó convertirme a mí y como no quise, insistió, presionó, me ponía música religiosa. Empecé a gritar que me lo sacaran del cuarto y “Ahora voy a vivir, voy a vivir por el beso, por la flor…”. Mi hija la cantó en una gala contra la homofobia en el Teatro Mella, en el 2010, invitada por el CENESEX (Centro de Educación Sexual). La aplaudieron muchísimo, le subí flores al escenario”.

Frank ha compuesto dos temas para la Campaña Nacional contra la Homofobia “Somos vida” y “Por el linaje del amor”, con música de Yoel Espinoza y arreglos de Edesio Alejandro. Así empezó a escucharse su poesía y empezaron a entrevistarlo en la radio.

Le pidió a un amigo editor que revisara su novela y este le presentó a Dulce María Sotolongo, editora de la Editorial Extramuros. Aunque el interés inicial era la novela, ella quiso escuchar los poemas por teléfono.

La publicación de “Animal Rosadulce” fue aprobada… para el 2017. El camino corto para publicar en Cuba es ganar un premio. O sufragar la publicación. A Frank la economía no le permite hacer esto, pero tiene amigos, como Jesús Suárez, un norteamericano hijo de cubanos. Él y dos amigos suyos sufragaron la publicación.

HT: ¿Qué esperanza de vida te dan los médicos?

Frank: La que yo quiera tener. Nos cuidamos mucho, nos alimentamos bien, intentamos no trasnochar. La esperanza de vida te la das queriéndote. Temo a la soledad más que a la muerte. Quiero morir primero que Tony. Sé que soy egoísta.

HT: ¿Qué otras secuelas te ha dejado la enfermedad?

Frank: No tengo fuerza muscular, sexualmente no soy el mismo. No respondo como antes… Suerte que existen las pastillitas azules. Si tienes una distrofia muscular, y “eso” es un músculo… He debido hacer cambios en mi vida sexual que mi amigo ha asimilado porque me ama. Duele, pero estoy vivo y sigo amando. Ahora valoro más una caricia.

HT: ¿Qué harías diferente?

Frank: Nada.

Tony: Yo haría lo mismo por él y por cualquiera.
—–
“Animal Rosadulce” se presentó el sábado 9 de mayo en el Pabellón Cuba, durante la 8va Jornada Cubana contra la Homofobia. Frank agradeció a sus médicos y enfermeras presentes, porque sin ellos no habría estado allí. En la sala se encontraba también el autor de las ilustraciones del libro, Nonardo Perea, escritor y artista visual. Dulce María Sotolongo, describió “Animal…” como un libro que intenta ser leído por muchos. El también escritor Jesús Suárez, norteamericano hijo de cubanos, afirmó que era el libro que necesitó haber leído durante su adolescencia. La editora del poemario, María del Carmen Sanabria, dijo que “Animal…” es un libro ambicioso en el no quedó casi nada por decir. Ella misma leyó “Las últimas palabras de papá”, poema que Frank dedicó a su padre y aún lo conmueve demasiado para leerlo en público.

La próxima publicación de Frank será una novela homoerótica titulada “Nací así”, y está siendo editada por la Editorial Extramuros.
 
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