CERVEZAS DE CUBA DESDE 1960
La cerveza Cristal, ha sido durante mas de 75 años, la preferida de los consumidores en Cuba.
La Cervecería Bucanero S.A. (CBSA) produce las marcas de cerveza mas populares de Cuba: Cristal, Bucanero y Mayabe. Su sede está en la ciudad de la Habana y su planta de producción en Holguín, un paraíso industrial en el este de Cuba que disfruta del agua de la mejor calidad del país. CBSA ha construido una de las instalaciones de más alta tecnología en la isla.
La cervecería Bucanero fue fundada el 2 de mayo de 1997 entre la Corporación Alimentaria S.A. compañía del Ministerio de la Industria Alimenticia y la entidad canadiense Cerbuco Brewing Inc., subsidiaria de Interbrew N.V. compañía belga que está hoy en el cuarto lugar entre los mayores productores cerveceros del mundo. Entre sus potestades en la Isla caribeña, la entidad mixta es la única importadora y distribuidora de cerveza en el mercado en divisa, así como posee la exclusividad de exportación del producto fabricado en Cuba. En este último serán las marcas Cristal y Mayabe.
Desde la creación de la empresa, la CBSA ha invertido más de 30 millones de dólares en la cervecería y sus operaciones de distribución. Las principales obras ejecutadas comenzaron con la instalación de una moderna línea de botellas en el año 2000, al costo de 6,1 millones de dólares. El envase del producto terminado es el cuarto paso del proceso, bien sea en botellas, en latas o en barriles de acero inoxidable, cuyas líneas son de tecnología de avanzada. La de botellas está considerada como la más desarrollada de América.
El logotipo de Cristal puede verse por todas partes en Cuba para ayudarlo a dirigirse al lugar más cercano para que compre la suya, lo que puede hacer cómodamente en uno de los populares Bici-taxis de Cristal.
Cada botella tiene estampada una Palma Real, el arbol nacional en Cuba. Cristal se produce de malta, , del agua natural proveniente de un manantial profundo y tiene el sabor del lúpulo suave que no deja sabor residual en la boca. Cristal es la elección perfecta para beber en los días calurosos del verano, que son casi todos los días en la vida de los cubanos.
Cada año, cuando llega el verano, los cubanos nos quejamos del calor. Sin ser de los que más se quejan, confieso que al astro Rey en estos meses, sobre todo en julio y agosto, se le fue la mano. Empezó septiembre y la vida sigue igual. Los meteorólogos han informado de que, en comparación con el 2008, la temperatura media ha aumentado un grado y en ocasiones un poco más.
No es de extrañar que para aliviar el calor sofocante la gente haga un alto para tomarse una cerveza a la sombra. Y aunque no lo puedo hacer todos los días, de vez en cuando me tomo una fría.
Mientras disfrutaba de un lague, un amigo que me acompañaba comentó algo sobre la fábrica clandestina de cervezas que la policía había desactivado en el barrio Husillo, cerca de la antigua y famosa fábrica de cerveza Polar, que hoy es una ruina. Los dueños de la fábrica clandestina llegaron a producir más de 100 cajas diarias, 2,400 cervezas de varias marcas que se distribuían en los locales donde se vende la cerveza en pesos convertibles. Esta no ha sido la primera fábrica clandestina de cerveza que se descubre. Ciudadanos hay que se dedican a estos menesteres a pesar de las duras sanciones.
En Aguila y San Rafael, en pleno corazón de la capital, a mediados del siglo XIX, hubo una fábrica de cerveza cuyo dueño intentó sustituir la cebada europea con el jugo de la caña de azúcar. Cuatro marcas: Polar, Cristal, Tropical y Hatuey dominaron históricamente el mercado cubano en la primera mitad del siglo pasado. Sus dueños también construyeron obras sociales como el famoso estadio La Tropical, donde se celebraron varios mundiales de béisbol amateur. Los dueños de Polar, españoles en su mayoría, optaron por uno de fútbol.
Nuevas marcas han surgido con el paso del tiempo: Mayabe, Tínima, Princesa, Blue Ice y Bucanero, que se han unido a Polar y Tropical, ofreciendo, en medio del calor sofocante, la posibilidad de refrescarnos.
Terminé de tomar la cerveza, con la duda de si era legítima o venía de alguna fábrica clandestina. Al fin y al cabo, la iniciativa privada ha demostrado que es mucho mejor que la estatal.
Por eso, cuando tengas mucho calor, a la hora de tomar una birra, enfermera, velo de novia, lague, lagarto, fría o como le digas, sólo disfrútala sin preocuparte de su origen.
A Emilio Bacardí, exitoso empresario cervecero cubano, fundador del museo que lleva su nombre en Santiago de Cuba, historiador cubano, se le atribuye la frase de que el progreso de Cuba se podía medir por el consumo de cerveza.
Efectivamente, el cubano de siempre ha sentido predilección por esta bebida desde todos los tiempos a pesar de que la necesidad, a veces lo inclina a consumir otros tipos de licores. Ello no quiere decir que el criollo fuera adicto incontrolable a las bebidas alcohólicas. El alcoholismo no era un mal social en la Cuba de entonces.
En l958 Cuba poseía 5 fábricas de cerveza que producían cerca de 30 millones de litros anuales para una población aproximada de 6 millones de habitantes. Si se tiene en cuenta el reducido consumo que del producto hacían las mujeres y los menores de edad, se puede inferir el alto consumo per cápita del producto entre los bebedores.
Tres eran las marcas que se disputaban el mercado: Hatuey, Cristal y Polar. La calidad del producto era tal que las similares extranjeras no lograban penetrar el mercado interno. Nadie podía competir en precio y calidad con nuestras cervezas a pesar de que algunas firmas foráneas lo intentaban.
Los fabricantes de cerveza y la población se veían mutuamente beneficiados por una colaboración espontánea. Los primeros tenían sobrados motivos de gratitud al verse distinguidos con la preferencia pública y la población se favorecía por algunos servicios de utilidad social patrocinados por aquellos
Así las cosas, los Blanco Herrera, principales accionistas de la Cristal, eran patrocinadores del deporte popular, inaugurando en l929 el Gran Stadium Tropical de la Avenida 4I en Marianao donde un año después, en l930, se celebrarían los II Juegos Centroamericanos. Los Zorrilas y Giraudier, fundamentales accionistas de la Polar acaudillaban la publicidad de las grandes ligas del béisbol cubano y promovían el esparcimiento en los flamantes salones de los jardines aledaños a la fábrica.
El beneficio era mutuo porque propiciando el bienestar público los productos se anunciaban. Pero indudablemente el empresariado industrial capitalista, en su mayoría, estaba imbuido de sentimientos de amor a la nación. Prueba de ello fue el regocijo que mostró la familia Bacardí tras el triunfo fidelista de l959, calificando a los hermanos Castro de “cruzados de la libertad “. Los Blanco Herrera, por su parte, hicieron generosas donaciones de tractores y arados para la reforma agraria y convirtieron la entrada del stadium en almacén de equipos agrícolas donados para el INRA (Instituto Nacional de la Reforma Agraria).No sospechaban que aquella revolución autodefinida más verde que las palmas era un melón de cáscara verde y rojas entrañas.
En resumidas cuentas nuestros padres y abuelos solían divertirse en el salón Sevillano de la Polar o en el Mamoncillo de la Tropical al ritmo de Beny More y su banda gigante o con Roberto Faz y su conjunto. Estos bailes en modo alguno eran frecuentados por las clases pudientes sino por lo más humilde y genuino de nuestro pueblo.
Pero el mayor consumo de cerveza tenía lugar en bares y cantinas, tratándose de los jóvenes. Los menos jóvenes, hombres de hogar y familia, preferían hacerlo en la bodega de la esquina. Aquí, en un ambiente familiar, conversaban con el dependiente; entre cuentos y anécdotas, saboreando una cerveza espumosa que entonces costaba veinte centavos o si lo prefería o requería, un vaso de ” lague” que costaba diez centavos. En el primer caso tenía derecho a un “saladito” de jamón y queso y en el segundo era beneficiado con algunas aceitunas.
La inmensa mayoría del pueblo de Cuba saludó el triunfo guerrillero de l959 de la manera usual entre criollos: con un vaso de cerveza en la mano.
En octubre de l960 y por decreto gubernamental fueron confiscadas las empresas nacionales y extranjeras más importantes, entre ellas las fábricas de cervezas; a partir de ese momento se inicia un proceso ininterrumpido de empobrecimiento de la industria que llega hasta nuestros días.
Desde los primeros años el producto empezó a escasear y el cubano a lamentarse de ello pero el embullo revolucionario y la fe en la promesa, aguijoneados además, por la consigna “estudio, trabajo, fusil”, mantenían ocupada a la población. La cerveza llegaba a los bares, cantinas y centros de diversión nocturnos, hasta l968 en que fueron intervenidos todos los negocios privados, incluyendo los puestos de fritas y los sillones de limpiabotas.
Posteriormente, en la década de los años l970, luego del “escache” de la zafra de los l0 millones que “iban pero no fueron” se inventaron los “tiros” de cerveza estatales que consistían en comercios habilitados para el expendio de cerveza a granel. Algunos de esto tiros estaban enclavados en lugares céntricos de la capital como, por ejemplo, el de la Esquina de Toyo, o el de Monte y Zulueta. Los vecinos eran contrarios a la presencia de tales sitios por el gentío que congregaban y la bulla que promovían, incluyendo “broncas”, “fajazones” y ocasionalmente hechos sangrientos.
También se habilitaban “pipas” o tanques móviles para el expendio del producto que tenían la ventaja de hacer presencia en barrios y repartos de baja densidad poblacional.
Durante los mejores años del siempre raquítico socialismo cubano se vendían cervezas por la libreta de racionamiento y a través de las bodegas; eran las “pirey” o con defectos de embotellado (les faltaba líquido). Las de volumen normal se destinaban a la red gastronómica.
Otra forma de adquirir algunas cajas de cerveza era mediante un casamiento de “mentiritas” o ficticio donde, a los futuros esposos, además de la bebida, les vendían a precio normal, ropa y útiles para el hogar. Pero la oferta más codiciada eran las cinco cajas de cerveza que posteriormente se revendían a un precio muy superior.
La calidad fluctuaba entre mala y pésima. Para muchos aquello era un brebaje insípido con un dejo a cocimiento de escoba amarga; éstos eran los que habían probado las cervezas tradicionales. Los más jóvenes se la tomaban con la convicción de que había que resignarse pues “no hay más ná”. Algunas botellas de cervezas contenían, dentro del líquido, gusanos, cucarachas y alacranes. Al que lo dude puede remitirse al periódico Granma de la época.
En esta etapa del acontecer cervecero aparecieron los tiros de cerveza furtivos a cargo de particulares; verdaderos antecesores de los “paladares”que posteriormente permitió el gobierno, estos “tiros”, además de cerveza ofertaban pan con lechón y comida elaborada’
Hoy el panorama cervecero ha cambiado en parte. Junto a la cerveza Cristal, enlatada y embotellada con el logotipo habitual pero muy baja en calidad en relación a la original, hay otras marcas nacionales que se venden a 80 o 90 centavos de chavito o de peso convertible y cervezas extranjeras de calidad muy superior pero de mayor precio. Todas ellas al alcance de extranjeros o cubanos favorecidos por la suerte o el “invento”. El resto, o sea la mayoría de los cubanos, bebe la cerveza a granel; en la cantina o sobre la acera donde se estaciona la pipa. Entre amigos, sólo, o compartiendo el vaso con la mujer amada, el cubano prefiere ese líquido amarillento y espumoso que hace mover los pies al ritmo del son y la rumba; se adueña de la cintura para luego subir a la cabeza y desde allí acabar con llantos y pesares en un mareíto sabroso y dulzón que hace ver las cosas de otro modo y hasta el socialismo lo torna llevadero.