¡La prensa cubana se ha quejado!
La Unión de Periodistas de Cuba UPEC ha publicado en su sitio web un ensarte
de quejas y demandasque responden, dice, al interés por mejorar la eficiencia de la prensa oficial
Por José Hugo Fernández | La Habana, Cuba
Si vas a negar con la cabeza, comprueba antes que aún la llevas sobre los hombros. La frase la escribió Truman Capote hace un montón de años, pero viene que ni pintada para extenderle un consejo a los periodistas de la televisión cubana, cuya ¿representación?, la Unión de Periodistas de Cuba UPEC, ha publicado en su sitio web un ensarte de quejas y demandas que responden, dice, al interés por mejorar la eficiencia de la prensa oficial, tan amanuense, la pobre, y tan adocenada.
El panfleto en cuestión no requeriría comentarios, en tanto esencialmente no es más que una copia al carbón de tantos otros panfletos publicados a lo largo de tantos años. Pero muestra un sesgo gracioso, dado en el amago por reconocer lo que sabe aquí hasta el gato, o sea que los enfoques de la prensa oficial son todos triunfalistas y manipuladores y mediocres, siempre poniendo el parche de que ello ocurre debido a que los periodistas no están siendo respaldados “por quienes dirigen para evitar que los problemas continúen y no perder credibilidad”.
Por supuesto que “quienes dirigen” no son para la UPEC quienes en verdad dirigen, sino los responsables de “las insuficiencias en algunos sectores de la sociedad”.
Una linda joya para cualquier antología de la necedad (aunque también del descaro) está contenida en el párrafo donde el panfleto asegura: “En Cuba, tanto los ministerios como la prensa, respondemos a un mismo proyecto revolucionario y tenemos el beneficio de que nuestros organismos no se subordinan a intereses de grandes corporaciones, sino a los del pueblo”. A ver si alguien me encabuya ese trompo: ¿cómo es posible que en un mismo texto usted reconozca sin quedar como un imbécil que no puede informar al pueblo por “la dificultad en el acceso a las fuentes o la censura ejercida en los medios”, no obstante, afirma que las fuentes que deben aportar la información y quienes deben publicarla están ambos subordinados a los intereses del pueblo?
La verdad simple y chata ya la conocemos, y es que en Cuba no existen dirigentes autónomos sino un monopolio dictatorial que controla hasta lo que respiran todos, del primero al último (por no hablar de la ciudadanía), así que esas grandes corporaciones que la UPEC finge repeler actúan en buena ley y con un poder absoluto, como sólo pueden tenerlo los generales y el partido comunista.
Otra joya, pero ya no ya sólo de la necedad sino también de la vergüenza ajena, discurre en el susodicho panfleto de la UPEC cuando asegura: “Es fundamental que los dirigentes tengan conversaciones con la prensa. Y si no se da una conferencia de prensa, por ejemplo, el periodista tiene que tener la capacidad de llegar a un ministerio, tocar la puerta y publicar cuando un funcionario no quiera conceder entrevistas”. Si alguien necesitaba a estas alturas una prueba de que a la prensa oficial le dictan cada letra de lo que escribe, y que para colmo ya le niegan hasta el dictado, pues aquí está, en blanco y negro.
Esta mala maña de pedir permiso hasta para pedir permiso es como una suerte de adicción congénita, un lunar que marca desde el nacimiento a cada escribidor de la prensa oficial. Y mucho me temo que aun cuando llegara aquí la democracia (si es que llega algún día, por más que no la veamos en el horizonte) se sentirán tan extraviados, confundidos y desamparados como aquel Charlot vagabundo y presidiario que no se concebía a sí mismo sino tras las rejas.
Y no es que la democracia por sí sola sea una vara mágica para disolver censuras y otras calamidades tan inherentes al oficio periodístico, donde quiera que se ejerza. Es que sin democracia resulta una tontería (o un premeditado fraude) proponerse ser “profundos, esclarecedores y convincentes” a la hora de informar.