Miami antes que deroguen o modifiquen la Ley de Ajuste
Luis Cino Álvarez | La Habana |Cubanet En cerrada competencia con argentinos, ecuatorianos y otros ‘sudacas’ que se largan de España y se van de vuelta a sus países ante la crisis económica que no termina –por mucho que Mariano Rajoy asegure lo contrario-, también se están yendo los cubanos. Solo que son los menos los que regresan a Cuba, con el pasaporte habilitado, la ciudadanía española y los euros que consiguieron ahorrar. Algunos prefieren probar suerte en otros países europeos, pero los más van al seguro y enrumban hacia Miami antes que deroguen o modifiquen la Ley de Ajuste.
A ese paso, pronto los únicos cubanos que quedarán en Madrid serán los de la embajada y los ‘segurosos’ habituales.
Varios amigos que están en trance de irse o que ya se fueron de España, además de quejarse de la economía, dicen sentirse preocupados por el ascenso lento, pero sostenido, de una izquierda populista y atorrante encarnada en el partido Podemos, que temen pudiera llegar al poder, como pasó en Grecia, con el movimiento Siryza del sin corbata ni sesera Alexis Tsipras.
Tienen razones para preocuparse.
En las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo no se produjo el triunfo arrollador de Podemos que algunos auguraban, pero el partido de Pablo Iglesias se convirtió en la tercera fuerza política del país.
Ahora que se acabó el bipartidismo, habrá que tener en cuenta para eventuales alianzas a Podemos y también a Ciudadanos, la otra opción de los que quisieron castigar a Rajoy y al Partido Popular pero sin dar su voto al Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Todavía Podemos no se hará con el gobierno. “Por ahora”, pudiera decir Pablo Iglesias. Como mismo dijo Hugo Chávez cuando se rindió tras aceptar el fracaso del golpe militar que encabezó el 4 de febrero de 1992. Como volvió a decir quince años más tarde, en diciembre de 2007, ya como presidente de Venezuela, cuando tuvo que reconocer su derrota en el referendo para la reforma constitucional que le hubiese permitido disponer de plenos poderes para implementar el socialismo del siglo XXI. Como los que tiene ahora Nicolás Maduro, su desastroso sucesor.
Si traigo a Hugo Chávez a colación es porque el fallecido gobernante venezolano es el ídolo de Pablo Iglesias, y el chavismo- bolivariano-socialista del siglo XXI lo que desea para España.
Pablo Iglesias tiene el camino allanado. Hoy es tanta la desilusión de los españoles con la democracia liberal y los partidos tradicionales como la que sentían los venezolanos con adecos y copeyanos hace 17 años, cuando eligieron presidente al teniente coronel Chávez, recién salido de la cárcel donde estaba por el cuartelazo.
Los más tremebundos líderes populistas siempre brotan del desencanto y la frustración. Y eso es lo que hay de sobra en España desde hace casi diez años, con tantas fábricas cerradas, desempleados, desahucios, hospitales calamitosos, escándalos de corrupción y dictadura de la banca como hay.
La transición española a la democracia, que fue modélica más por el miedo a que se repitieran los horrores harto conocidos de los franquistas y los rojos que por cualquier otra cosa, no resultó la panacea que todos pensábamos.
Podemos subió de la noche a la mañana. Sus filas se nutrieron de indignados del 15-M, neo-comunistas, antimonárquicos, anarquistas, ácratas, trotskistas, toda clase de gente anti-sistema, libertarios, nostálgicos y aturdidos. ¿Se imagina si esa hueste de inadaptados crónicos une sus fuerzas con los camaradas de Izquierda Unida y los desencantados del PSOE, hacen una coalición y ganan las elecciones?
Los cubanos, como ya vimos la película, sabemos lo que vendrá.
Una vez en el poder, como buenos socialistas, los camaradas querrán implantar la felicidad por decreto y para ello, empezarán a redistribuir las riquezas, sin ocuparse de producir. Y cuando se agote el dinero y no haya más que redistribuir, culparán a los burgueses, los acusarán de hacerles la guerra económica, gritarán “no pasarán”, invocarán a Che Guevara y La Pasionaria, se concentrarán en la Plaza del Sol, con bastantes banderas rojas con la hoz y el martillo, a corear la Internacional y la canción del Quinto Regimiento.
Flaquito y con coleta, Pablo Iglesias es lo menos parecido a un caudillo a la manera de Hugo Chávez o Fidel Castro, pero en estos casos nunca se sabe cómo y por dónde se empieza. Después de todo, ímpetu, consignas y discursos incendiarios no le faltan al muchacho, que por algo es tocayo del fundador del socialismo español y sabe más de marxismo-leninismo y de Gramsci de lo que es capaz de asimilar su cabeza afiebrada.
Y eso que antes de las elecciones municipales y autonómicas, para no asustar demasiado y que se le fueran votantes para Ciudadanos, el rojillo con pinta de rockero de los años 70 se controló un poco los aires bolcheviques ante los medios, bajó unos cuantos grados el puño izquierdo y moderó su discurso. Pero pronto volverá a enardecerse. En cuanto haya condiciones propicias…
Si no cambian las circunstancias, si España sigue tan mal como va, Pablo Iglesias llegará lejos. Va y echa a los Borbones, hace una nueva constitución e instaura la República Bolivariana de España. Quiero decir, en lo que quede de España, que me temo no será mucho más que Castilla.