La espantosa preocupación del gobierno Desde el 1º de enero de 1959, cada generación de jóvenes
ha sido afectada de alguna manera por el totalitarismo castrista
Gladys Linares | La Habana | Cubanet La 1ª secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, Yuniasky Crespo, en su intervención en un evento especial de la Asamblea General de la ONU por el aniversario 20 del Programa Mundial de Acción para la Juventud, expuso la versión oficialista sobre las políticas del Estado dirigidas a garantizar la educación, la salud, el empleo y la participación política y social de los jóvenes.
Aparentemente, las personas entre 15 y 34 años en la isla cuentan con un respaldo legal basado en normas jurídicas y especificado en la Constitución (la de 1976, faltaba más). Además, la gran mayoría alcanzó el nivel secundario -lo menos a que puede aspirar cualquier joven en el mundo desarrollado de hoy-, y varios miles han llegado a Máster en Ciencias o han concluido un doctorado. Respecto de la salud, “los programas gubernamentales abordan integral y constantemente al sector juvenil”. Y todo eso ¡a pesar del terrible “bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos”!
Pero lo más siniestro es decir que, en cuanto a participación política, la mayoría de los jóvenes pertenece al menos a una organización. Me atrevo a adivinar que se trata de los CDR, organización “política y de masas” donde los cubanos ingresamos automáticamente al cumplir los 14 años. Aquí cabe aclarar que esa mayoría no cuenta con el coraje rayano en locura que se necesita para oponerse a este totalitarismo a la 1984, y sí con el sentido común privado de principios que nos indica que por el momento lo más seguro es simular, “total, qué resuelvo con señalarme”. Otra triste consecuencia de la doble moral resultante de la falta de libertad.
La realidad es bien diferente: desde el 1º de enero de 1959, cada generación de jóvenes ha sido afectada de alguna manera por el totalitarismo castrista. Cuando las nacionalizaciones, miles de niños, adolescentes y jóvenes vieron truncadas sus aspiraciones cuando sus familias fueron privadas de sus propiedades y sus medios de vida. Muchas de estas familias partieron al exilio –casi con lo puesto, pues solo se permitía una maleta-, y así sus hijos se vieron enfrentados a la frustración de crecer lejos de su patria.
Los niños alfabetizadores fueron separados de sus hogares y enviados a una zona de conflictos armados (El Escambray). Los jóvenes campesinos de la zona, que al terminar el conflicto fueron confinados junto a sus familiares a los pueblos cautivos.
Muchos muchachos fueron recluidos en la UMAP solo por llevar el pelo largo y escuchar a The Beatles. Las y los adolescentes sometidos a trabajo esclavo en las escuelas al campo, uno de los tantos proyectos macabros del gobierno castrista que comenzó a partir del curso escolar 1968-1969 y que durante años privó a la familia de la educación de sus hijos en una etapa crucial de su desarrollo.
Sería bueno que la dirigente de la UJC aunara esfuerzos con la comisión permanente del parlamento cubano en busca de soluciones educativas -y no represivas- a la grave crisis económica y social de miles de familias, o a los problemas de prostitución y alcoholismo juvenil.
Desgraciadamente, nuestra población joven no está ni tan instruida como manifiesta la dirigente, ni mucho menos tan ampliamente empleada. Si así fuera, no hubiera un ejército de jóvenes persiguiendo una visa con el anhelo de trabajar y prosperar en cualquier lugar fuera de Cuba.
Pero además de mi opinión, quise conocer el criterio de algunos jóvenes sobre este tema. Yamila, que no me quiso dar su apellido, tuvo que dejar la escuela a los 16, cuando murió su mamá y fue a vivir con unos parientes que no la trataban bien. Saliendo con una amiga conoció a un señor mejicano que la ayuda económicamente. Si le dan la visa, concluye, no piensa regresar.
Un joven con VIH-SIDA afirmó: “Yo no me siento incluido en esa tal ayuda del gobierno. Trabajo en una cafetería, pero mantengo mi enfermedad en secreto porque si el dueño se entera me despide. Aunque no tengo que pagar los medicamentos específicos, estos frecuentemente se desaparecen. También necesito una dieta balanceada y saludable, y lo único que me venden por la libreta son 7 libras de viandas, libra y media de carne de res y 1 kg de leche en polvo. También recibimos 2 botellas de aceite y 2 laticas de salchichas, pero eso es donación de la Organización Mundial de la Salud”.
Otra de mis entrevistadas, Jennifer, está en trámites para emigrar desde que el hermano la reclamó. “Yo quería ser investigadora, como las de los policiacos. Me maté estudiando para entrar en los Camilitos. Saqué tremendas notas, pero no me escogieron. Después supe que admitieron a otros con promedios más bajos, pero de padres más ‘integrados’ que los míos. Me pasó como a mi mamá, que no pudo entrar a la universidad porque mi abuelo fue preso político”.
Norma, una peluquera, no está de acuerdo con lo planteado en la ONU. Su única hija, al terminar la secundaria, quería matricular en el pre-universitario para estudiar luego Historia del Arte. Pero ella tenía a su mamá postrada y estaba divorciada, y no tenía condiciones para que Normita se becara. Por muchas carreras que dio, nadie la ayudó. Entonces, como única alternativa, la niña matriculó en el tecnológico José Martí, de Lawton, para estudiar dependienta de comercio. Y aunque se graduó con diploma de oro, la ubicaron en un tugurio por Toyo, Diez de Octubre, despachando ron. En este lugar duró un par de meses. Hoy se dedica a vender ropa y bisutería a domicilio. Otras compañeras de estudios, no tan brillantes como ella, tenían “palanca” y las ubicaron en hoteles y restaurantes de divisa.
Y así, la lista es interminable. Casi habría que desear que el gobierno cubano no se “preocupara” tanto por los jóvenes.
ACERCA DEL AUTOR
Gladys Linares. Cienfuegos, 1942. Maestra normalista. Trabajó como profesora de Geografía en distintas escuelas y como directora de algunas durante 32 años. Ingresó en el Movimiento de Derechos Humanos a fines del año 1990 a través de la organización Frente Femenino Humanitario. Participó activamente en Concilio Cubano y en el Proyecto Varela. Sus crónicas reflejan la vida cotidiana de la población.